Uno de los eventos más convocantes del deporte ha sufrido varios cambios luego de la pandemia. Los nuevos hábitos incluyen puestos donde los asistentes pueden vacunarse contra el COVID-19

La Gran Manzana no se guarda nada, el US Open es uno de los certámenes deportivos más convocantes a nivel mundial, de hecho, sólo en su primera jornada concurrieron más de 35 mil personas, que no distinguen de credos, razas, sexo ni edad; llegan por el sólo placer de disfrutar de tenis, de amigos, de comidas, bebidas y otras “yerbas”, en medio del Flushing Meadows Corona Park, en Queens.
Previo, durante y post pandemia, los organizadores han realizado modificaciones estructurales y de regulación dentro del área del certamen. La automatización y la seguridad es una de ellas.
Cualquier cosa que quiera realizarse en el interior del torneo, seguramente, podrá hacerse de manera manual y automática, como en el subte, que con sólo apoyar cualquier tarjeta de contacto en el molinete se habilitará el acceso.
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En el área de seguridad, los requisitos y las formalidades han bajado bastante. Si bien los scanners y algunos chequeos personales persisten, los controles son mucho más laxos.
“No food, no drinks, no bags”, es la consigna que debe respetar el público que llega al torneo. Para ello, se han montado diferentes carpas en donde se pueden dejar, por 15 o 20 dólares, todo tipo de equipaje, incluidas las “backpack” (mochilas). Las bebidas y comidas no ingresan desde el exterior y las personas ya no son registradas como antes, como tampoco ocurre de manera exhaustiva con los periodistas y sus equipos.

El último Grand Slam del año es un lugar de consumo de todo tipo y en el interior del Billie Jean King Tennis Center se trata de facilitar esa tarea. Dentro del predio en el que se disputa el US Open no se puede pagar con dinero en efectivo, sólo se aceptan tarjetas de créditos, de débito y vouchers. Por eso es que, si algún distraído trajo sólo billetes y se quedó sin dinero en la tarjeta de débito, existen máquinas que les permitirá recargar esa tarjeta o bien le dará una diferente con la carga de dinero que haya ingresado. Para eso, primero, le solicitará que ingrese un número de teléfono (no será chequeado) y luego los billetes. Si tiene tarjeta de débito se recargará con sólo introducirla o bien emitirá una blanca con el importe correspondiente. Y listo, a consumir.
Una de las ofertas del Major neoyorquino es la posibilidad de seguir protegiéndose contra el COVID en todas sus variantes. Sin importar la nacionalidad ni la procedencia, con tan solo mostrar una identificación personal, en el stand de Moderna se le aplicará la dosis correspondiente de la última actualización que se tiene sobre esa vacuna. Obviamente, la inoculación es totalmente gratuita.
Otra de las particularidades de este torneo es su compromiso con la protección solar de las personas y la obligatoriedad de proveer esa protección. Por eso es que son varios los stands distribuidos en el predio que les entregan -y promocionan- productos de primera calidad para ese fin. De hecho, la ATP (la asociación de los tenistas) tiene como uno de sus sponsors principales a una marca de productos de cuidados de la piel de los rayos del sol.
El US Open es, desde hace varios años, un certamen “smoke free”, por lo que no se permite fumar una vez que se sobrepasa la entrada al torneo. Pero ello no quiere decir que pegadito a la reja perimetral suceda lo mismo, en especial con los cigarrillos de marihuana.
El camino que se extiende desde la estación Mets-Willets Point del Subway 7, que une Manhattan con el corazón de Queens, es una clara muestra de lo que sucederá más adentrados en el parque. Los aproximadamente 200 metros del puente de madera que cruza sobre la estación de los trenes del Long Island Rail Road y que lleva directo a la entrada norte del US Open, son perfumados por el inconfundible olor a cigarrillos de marihuana, convirtiendo a muchas de las personas que llegan apretujadas en el Metro en inesperados fumadores de segunda mano. Una vez llegados al parque, el olor permanece inalterable por la cantidad de gente que también se toma su tiempo para alguna que otra “pitada”. En las inmediaciones del certamen, desde la fuente con el mundo que fuera el centro de la Feria Mundial de 1964 y escenario de la primera serie de la saga Hombres de Negro, la Policía hace su trabajo de custodio del certamen y de sus accesos y hasta hoy no se ha involucrado en los consumos de la gente, en solitario o en familia, que llegan a visitar el paque.

Si bien la venta de marihuana y su consumo es libre en Nueva York, la gran cantidad de fumadores hacen sentir su presencia en las canchas linderas con los límites del perímetro del BJK Tennis Center, lo que llevó a que varios jugadores levantaran una queja. De hecho, la griega Maria Sakkari paró su partido y habló con la umpire de su match para ver si podía hacer algo al respecto.
Lo que sucedió fue que a la griega le tocó jugar en el momento de mayor afluencia de fumadores en las proximidades, ya que muchas de las personas que forman parte del staff del torneo tomaban su descanso, del lado del parque, pero al lado de la reja, formando un pasillo humeante que este periodista comprobó al pasar por allí en ese mismo momento.
Ése es un horario crítico. El aroma se incrementa fuertemente y, cuando la brisa cruza al Corona Park desde el Este, inunda el espacio de esas canchas, llegando de manera leve hasta las mismas puertas del Arthur Ashe, en donde Novak Djokovic busca igualar el último récord que le queda por batir, los 24 títulos de Grand Slam que consiguiera la australiana Margaret Smith.