Napoleón Bonaparte: El enigma entre el genio y la tiranía


 

Cuentan las crónicas del 9 de noviembre del año 1799, que Emanuel Sieyès, Roger Ducos y Napoleón Bonaparte, tomaban el poder en Francia a través de un golpe de Estado, poniendo fin al periodo del Directorio que se había arrastrado durante buena parte de la Revolución Francesa, un sistema que había nacido a partir de la reacción “termidoriana” y que significaba una nueva etapa que involucraría a las coaliciones de los países de la Europa de la época.



Para entonces, Napoleón Bonaparte no era más que un joven militar nacido en la pequeña isla de Córcega. Al igual que muchos, buscaba un lugar en la convulsionada Francia revolucionaria. Proveniente de una familia humilde, se trasladó tempranamente al continente para enfilarse en el ejército, donde se recibió con tan solo dieciséis años de edad como oficial de ejército, en el grado de Subteniente de Artillería. Pasó por la academia militar de Brienne-le-Château, para posteriormente, gracias a sus aptitudes y talento para las matemáticas, ser admitido en la Escuela Militar de París. Durante esta primera etapa en su carrera de armas, fue enviado a diferentes guarniciones dentro del territorio francés, donde iría ganando experiencia en las artes de la guerra.

En circunstancias normales, resultaría improbable creer que el genio militar y político de Napoleón hubiera visto la luz, aunque el estallido de la Revolución Francesa, le permitió contar con la oportunidad de convertirse en el hombre más poderoso de toda Francia y poco después de buena parte de Europa. Iniciada la revolución, se dirigió a Córcega para abrazar las ideas revolucionarias, dispuesto a sumarse como militar leal a la causa, que es lo que buscaban precisamente los miembros de la Asamblea Nacional. Se declaró partidario de los jacobinos, quienes le encomendaron hacerse cargo de la fuerza de artillería en la retoma del puerto de Tolón. Gracias a su destacada participación, la ciudad fue tomada, lo que permitió que vaya ganando en prestigio. Con tan sólo 23 años, la leyenda de Napoleón Bonaparte no había hecho otra cosa más que comenzar.

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Para desasosiego de Napoleón, las facciones que lideraban la revolución habían comenzado a experimentar peleas internas difíciles de resolver, lo que derivó en la caída del poder del grupo de los jacobinos, motivo por el cual el joven militar, se vio obligado a llamarse a tregua y mantenerse prácticamente en el anonimato ante el peligro de ser guillotinado por su participación con el bando de los jacobinos. Dos años transcurrieron, tiempo en el cual y gracias a la influencia de una joven y refinada viuda de nombre Josefina Beauharnais –mujer de notable influencia entre los políticos y militares– con la que Napoléon había contraído matrimonio, que uno de los miembros del Directorio, Paul Barras, convocaría nuevamente al militar para que reprimiera una rebelión realista.

La rebelión fue resuelta con determinación y sin miedo, disparando cañonazos de forma directa contra los manifestantes, lo que despertó la atención del resto de miembros del Directorio, que terminaron por encomendarle el ejército de Italia, un frente que servía para distraer a los austriacos en el valle del Rin. Ante el asombro de los propios franceses, terminó logrando la victoria y ocupando todo el Norte de Italia.

Ante tremenda hazaña y con la idea de cortar el comercio británico con la India, despacharon a Napoleón con sus tropas hasta Egipto, donde una vez más volvió a alzarse con la victoria. Ya no era un desconocido, su nombre no pasaba desapercibido y consciente de las conjuras e intrigas políticas que se suscitaban en Paris, se quedó con sus tropas en el Oriente, iniciando una campaña por cuenta propia en los territorios que hoy ocupan Israel y Palestina, volviendo únicamente a Francia para encabezar el golpe de Estado.

La idea original fue la incorporación del destacado joven militar como integrante y representante del ejército, una figura poco menos que decorativa, por lo que el poder debía ser administrado por Sieyès y Ducos. Por su parte, la idea de Bonaparte era completamente distinta, terminando por arreglárselas para convertirse en el primer cónsul. El más joven de entre los tres, era el único que tenía mando sobre tropas militares, su prestigio era indiscutible, venía de conseguir victorias en Italia y Egipto, además de contar con el apoyo de su hermano Luciano Bonaparte, que era presidente para aquel entonces del Consejo de los Quinientos.

Con destreza militar y política, Napoleón Bonaparte apartó a los dos cónsules que tenían el encargo de gobernar junto a él. Se dio a la tarea de redactar la conocida constitución del año VIII. Los primeros cuatro años ejerció el poder de forma única, tras conseguir una paz ventajosa para Francia contra austriacos y británicos, se declaró cónsul vitalicio. A fin de consolidar y extender su poder, decidió coronarse como emperador en una ceremonia inusual en la catedral de “Notre Dame” el año de 1804. Con este acto, concluía la Revolución Francesa y Francia volvía a la monarquía, pero esta vez, la nueva dinastía reclamaba legitimidad al mismo pueblo que había promovido la revolución.

Había dado comienzo la época napoleónica y con ella, la guerra volvía a todo el continente europeo. Se creó una tercera coalición contra Francia, la que el General francés venció en la batalla de Austerlitz. Esta guerra disolvió el Sacro Imperio Romano Germánico que arrastraba tras de sí una tradición milenaria. Una cuarta coalición se formó para 1806, siendo derrotada en Prusia. Posteriormente, envío tropas francesas a Rusia, derrotándolos en la batalla de Friedland, debiendo todos los vencidos aceptar términos y capitulaciones completamente desventajosas. Una quinta coalición sucumbiría ante los franceses en la batalla de Wagram, permitiéndole extender su poder por buena parte del continente, aunque todavía no conseguía doblegar al poderío naval de los británicos.

Para 1812, mandó tropas francesas con la intención de someter al zar en Rusia, pero fracasó. Tras de aquella acción se conformó una sexta coalición que derrotaría a los franceses en la batalla de Leipzig, contratacando e invadiendo Francia, obligaron a Napoleón a abdicar del trono en 1814. Napoleón fue forzado a exiliarse en la isla de Elba, arreglándoselas para huir un año más tarde. Tras su regreso, retomó el control de sus tropas y los aliados conformaron una séptima coalición que derrotó nuevamente al ejército napoleónico en la batalla de Waterloo en junio de 1815.

Finalmente, fue enviado a la remota isla de Santa Elena, en el Atlántico Sur, de donde jamás regresaría, El genio militar, moriría a los 51 años de edad el año de 1821. A decir de François-Rene de Chateaubriand: “Ese hombre, del que admiro el genio y aborrezco el despotismo”, marco la historia de Europa a fuego y sangre. El general victorioso, hábil político, cónsul, emperador, hombre de personalidad implacable, conquistador, despiadado, sin moral ni remordimientos, fue admirado y odiado por cientos de miles, su historia controvertida dejó en Europa consecuencias de muy compleja resolución que perduraron en el continente a lo largo de décadas. Napoleón Bonaparte, nacido en una pequeña y deprimida isla del mediterráneo, llegó a convertirse en la figura más poderosa para su época, tal es así, que la historia la recuerda como la: “época napoleónica”.

Por: Carlos Manuel Ledezma Valdez

Escritor, investigador, divulgador histórico

 


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