A pesar de que los medios que se enriquecieron como nunca en la época del MAS insisten con la idea de que Andrónico representa renovación, pienso que el presidente del Senado está lejos de aquello. Su nula experiencia fuera de la política y su larga trayectoria como sindicalista y funcionario público lo posicionan como el producto reciclado de una casta atornillada en el poder.
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Considero que la renovación, al menos en cuanto a figuras políticas, viene de otro lado. La criticada fragmentación de la oposición está permitiendo que nuevos personajes se muestren en el escenario político nacional. Y aunque el precio que pagan por entrar en listas es muy alto, su presencia no deja de ser una ventana para quienes exigen renovación.
En mi entender, son cuatro las figuras que presentan los binomios presidenciales que le sonríen a la renovación, al menos como personajes: Jaime Dunn, Edgar Uriona, Edman Lara y Juan Pablo Velasco. Mi interés aquí es especular un poco sobre sus perfiles y rescatar algunos elementos a modo de aporte a la desgastada política boliviana.
Jaime Dunn pareciera ser, al menos lo dicen por ahora las métricas de TikTok, el principal «outsider» de esta elección. Además, se presenta bajo una narrativa poco escuchada en la política nuestra de todos los días: el liberalismo económico. Su discurso se convierte en agradables melodías para los oídos de un país azotado por el socialismo. La crisis económica, pero también política e institucional, se constituye en campo fértil para alguien que ha preferido dejar de lado las siglas tradicionales para presentarse bajo un nuevo proyecto político. La épica de Dunn está relacionada con la cada vez más creciente perspectiva que ve en el Estado el origen de todos los males.
En segundo lugar, y ligado a Dunn, aparece Edgar Uriona, un exitoso empresario que fue rápidamente estigmatizado por los emisarios de la clase política. Y aunque Uriona desconozca lo que es el PIB (concepto que se aprende en un minuto), ha logrado lo que ningún otro opositor: crear un partido político desde cero y construir una fortuna sin ser parte del Estado. Uriona parece no temerle al poder político; lo desafía al punto de la grosería, algo que para muchos puede resultar desagradable, pero que subyace en silencio en la gran mayoría de la gente que no vive de la política.
En tercer lugar, el capitán Lara. Aunque ha tratado de acercarse a las ideas de la libertad, lo llamativo de su perfil está en su épica. Su lucha contra la corrupción policial no solo lo muestra como alguien que enfrenta a la institución más corrupta del país, sino que cataliza a la perfección la frustración de cientos de miles ante el abuso de poder. Lara representa a todos aquellos que son perseguidos por denunciar, pero también a quienes tienen sed de justicia. Y en un país con uno de los peores sistemas judiciales del mundo, su potencial no es nada despreciable.
Finalmente, está Juan Pablo Velasco, probablemente el menos político de todos, pero al mismo tiempo el candidato con mayores posibilidades de llegar a un electorado que representa poco más del 40% del padrón electoral. Velasco encarna el estereotipo aspiracional de toda una generación: el joven rico, exitoso y vinculado a la tecnología. Y aunque no ha logrado plasmar una narrativa clara, un buen asesor político puede convertirlo en una figura decisiva en la elección. Su perfil tiene el potencial de convertirse en el puente entre una generación frustrada con la política y otra que la tiene descuidada.
Sé que muchos dirán que la renovación no parte de cambiar cuadros políticos, sino de nuevas formas de hacer política. Y aunque estoy parcialmente de acuerdo con dicho criterio, creo que líderes con trayectorias no tan convencionales para nuestra política son una puerta a ese cambio que todos ansiamos.