Hace unas semanas, viví en carne propia lo absurdo del viejo sistema bancario. Mi tarjeta de débito había vencido y, aunque casi no la uso, un comercio me exigió una física para poder pagar. “Fácil”, pensé. “Paso por el banco, la renuevo y listo.” Qué ingenuidad la mía.
Fui a la sucursal, esperé mi turno, expliqué mi caso. Pero no. No podían darme una nueva tarjeta en ese momento. ¿La razón? Tenían que mandar un correo para pedir una autorización. ¿Autorización para qué? ¡Era MI dinero! Aun así, me dijeron que esperara una llamada.
Pasaron los días. Finalmente sonó el teléfono. Pero no era para decirme que mi tarjeta estaba lista. No. Me avisaban que me enviarían un correo… para pedirme más información. Me dieron 72 horas para responder.
Cuando llegó ese correo, casi no lo podía creer. Me pedían todo: mi actividad económica, mis ingresos, mis relaciones comerciales, detalles en dólares sobre movimientos de una cuenta que ni siquiera identificaron bien. Todo esto, para reponer una simple tarjeta de débito.
=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas
Ese día entendí —no por primera vez, pero sí con más claridad— por qué las FinTech no son solo una alternativa. Son una necesidad.
Recordé la historia de Nu Bank y las trabas que enfrentó David Vélez en el cerrado sistema financiero brasileño. Su frustración se convirtió en motor de cambio. Como él, muchos decidimos dejar de depender de instituciones que, bajo el pretexto de seguridad y normativas contra el lavado de dinero, controlan y complican el acceso a nuestros propios recursos.
Ahí es donde las FinTech brillan. No solo prometen una experiencia diferente. La cumplen. Son empresas que entienden al usuario moderno: digital, autónomo, cansado de filas, de firmas, de autorizaciones absurdas. Su propuesta es clara: reducir la fricción, simplificar lo complejo y, sobre todo devolverte el control.
Y ahora, en Bolivia, por fin hay una señal concreta de que el cambio es posible. En noviembre de 2023, se modificó la Ley de Servicios Financieros. Y el 7 de mayo de 2025, se aprobó el Decreto Supremo 5384, que da luz verde al marco legal de las Empresas de Tecnología Financiera (ETF).
Es la primera vez que el país reconoce oficialmente a las FinTech. Estas empresas, ya sean privadas, públicas o mixtas, podrán operar legalmente en los ámbitos de servicios financieros, valores y seguros, bajo supervisión de la ASFI; que tiene 40 días para emitir la reglamentación correspondiente.
Se abren las puertas a modelos innovadores: blockchain, activos digitales, pagos electrónicos, financiamiento colaborativo y más, reconociendo categorías como:
- Activos Tokenizados
- Activos Virtuales
- Proveedores de Servicios de Activos Virtuales (PSAV)
- Pagos digitales
- Plataformas de financiamiento
- Tecnologías empresariales aplicadas al sistema financiero.
Incluso se incorpora un Sandbox Regulatorio: un entorno controlado para que estas empresas prueben soluciones reales con usuarios reales, pero bajo una supervisión flexible. Una idea moderna para tiempos modernos.
Mientras en otros países uno puede abrir cuentas realizando todo el proceso en línea, con procesos modernos de verificación de identidad KYC (Know Your Customer) y autentificación en dos pasos (2FA), aquí seguimos con una burocracia que tiene un alto costo, no solo en tiempo, sino fundamentalmente en eficiencia que raya en lo absurdo.
Pero el cambio ya está en marcha. La burocracia tiene los días contados. Las FinTech no son el futuro: son el presente que está tocando fuerte la puerta, esperemos que el gobierno no trunque esta oportunidad a través de la reglamentación que en vez de abrir puertas nos ponga trabas para el funcionamiento.
Gamal Serhan Jaldin (@gamalbolivia)