Pedro ShimoseEn 1946 –¿o 1947?–, un cuatrimotor norteamericano aterrizó en Riberalta, a repostar combustible. De él descendió un hombretón parecido al marido de Rita Hayworth. “¡Orson Welles! ¡Orson Welles está en Riberalta!”, gritó la gente al reconocerlo y allí estaba él, de ida al Brasil, a continuar el rodaje de un documental titulado It’s all true, iniciado en 1942 bajo los auspicios de la Fundación Rockefeller, dedicada a estrechar lazos de amistad con Latinoamérica.La filmación se interrumpió y el documental quedó inacabado. A la administración Truman le pareció subversivo, pues descubría el otro Brasil, el de las favelas y los ‘jangadeiros’. La radio, los periódicos y las revistas nos traían noticias de Hollywood con su famoseo, sus escándalos y chismes. Todos estábamos al tanto de la boda de Rita Hayworth con aquel actor que había sembrado el pánico en New Jersey con la transmisión de la versión radiofónica de La guerra de los mundos, de H.G. Wells. Para los riberalteños, Welles era simplemente “el marido de Rita Hayworth”, la glamorosa Gilda (1941) del estriptís del guante y el manazo de Glenn Ford, y la marquesa sevillana, Doña Sol, de Sangre y arena (1941), que seducía a Tyrone Power en una escena nocturna de azahar, guitarra y verde luna. Con el tiempo, Rita sería la ex del genio, mientras la fama de Orson Welles (Kenosha, Wisc., 06.05.1915 – Los Ángeles, Cal., 10.10.1985) crecía en las páginas de la historia del cine mundial. A los 29 años había dirigido Ciudadano Kane, una de las películas más admiradas e influyentes del siglo XX.Actor y director de teatro, cineasta innovador (actor, director, guionista y productor) y mago, discípulo de Houdini, estudió teatro en Dublín (Irlanda) y en Oxford (Gran Bretaña). Por esas cosas de la vida, tuve el privilegio de visitar el Balliol College oxoniense. Al conocer mi admiración por Welles, me invitaron al comedor universitario y me sentaron en la mesa que Welles ocupó en su época de estudiante shakespeariano. Hablamos de su voz grave, modulada según el ritmo de las imágenes y el sentido de las palabras. Por eso, cuando ustedes vean las películas Ciudadano Kane (1941), Macbeth (1948), La dama de Shangái (1948), El tercer hombre (1949), Otelo (1955), Sed de mal (1958), Campanadas a medianoche (1966) o Fraude (1970), véanlas en su versión original. Así podrán apreciar la voz de Welles.Murió en EEUU, pero sus cenizas descansan en España, país que amó profundamente. Se conservan en Ronda (Andalucía), en la finca San Cayetano, propiedad de su amigo español, el torero Antonio Ordóñez. // Madrid, 12.06.2015.El Deber – Santa Cruz