Alberto Mansueti¿Cómo se trataría en un sistema liberal la contaminación del ambiente?Aclaro: no hablamos de los cuentos terroríficos sobre cataclismos planetarios de los “ecologistas” de Greenpeace y otras ONGs antidesarrollistas. Estos “verdes” son rojos globalizados, y disfrazados de verdes. Nos quieren encajar su “Nuevo Orden Mundial”, y para que lo aceptemos, nos meten miedo, sea con el “calentamiento global”, como dice el Panel de Cambio Climático de la ONU, o con el “enfriamiento global”, como dice la revista New Scientist del inglés Nigel Calder (1931-2014): “nueva era glacial”. No saben si habrá llamas o hielo, pero ¡será “global”!Son engaños y pretextos para dar a los Gobiernos, a un Gobierno Mundial, más poder y control sobre nuestras economías y vidas. Hablaremos aquí de aquellos casos reales y verdaderos de contaminación ambiental, que son muy localizados: tal río, tal lago, tal pradera, en tal lugar específico del mapa.¿Cómo se haría en un Gobierno limitado? La respuesta: no como ahora. Habría enormes diferencias.En un sistema liberal no habría tanta propiedad “pública”; o sea: de nadie. El medio ambiente sería económicamente aprovechable, y estaría mucho mejor protegido y defendido que hoy, porque tendría dueños. Sobre los recursos naturales del suelo y el subsuelo, y de las aguas, las personas naturales y jurídicas tendrían amplios derechos de propiedad privada, bien definidos y especificados; incluso su derecho a acudir a los jueces y tribunales, cuando alegasen daño ecológico a su propiedad.Las personas afectadas por daños concretos acudirían ante un juez competente, con pruebas en la mano, de los perjuicios en las propiedades, personas o familias. El juez, en debido proceso, citaría y escucharía a las partes involucradas en la causa, calificando y evaluando pruebas. Y les dictaría sentencia, sea para que (A) cesen su conducta los contaminadores, y reparen los daños; o (B) desestimando la demanda si no hay fundamento, para que cesen las quejas. Así sería. Con justicia y reparaciones. Sin daño al ambiente, pero tampoco a la economía. Sin escándalos.Ahora en cambio “el ambiente” es políticamente aprovechable; y tras cada escándalo, no sabemos si hay o no hay daño real, ni a quién, porque no hay propiedad privada, y lo que es de todos no tiene dolientes.Los “ecologistas” rojos, no los perjudicados, acuden ahora a la prensa, no al tribunal. Y no con pruebas, sino con cuentos terroríficos sobre supuestos perjuicios al “ambiente”, así, en genérico, no dicen daños concretos a gentes o propiedades específicas, con pruebas tangibles. Y la prensa, en vez de un proceso judicial, monta un escándalo! Y los politiqueros rojos, en vez de reunir datos y valorarlos, como haría un juez, montan su catarata de agitación política, con marchas y huelgas de protesta, cortes de vías y destrozos, muertos y heridos, que son estratégicamente manipulados.Todo suele terminar en cese de actividades económicas, por prepotencia de las partes, en lugar de sentencia judicial informada y ecuánime; y con cierre y/o fuga de empresas, despidos y fin de empleos directos e indirectos, en vez de reparaciones. O sea: ¡la gente con más pobreza, y los rojos con más poder!Pero no es nuevo. Así nació el socialismo, en la primera revolución industrial, a fines del siglo XVIII en Inglaterra. Aquellos anti-desarrollistas, los “ludditas” (por un obrero llamado Ned Ludd), ya rompían máquinas en las textileras. Thomas Malthus publicó en 1798 su “Ensayo sobre la población”, en contra de la población y su aumento. Stuart Mill publicó sus “Principios de Economía Política”, no a favor del laissez faire sino de la economía mixta, en 1848, mismo año del Manifiesto Comunista. Y la aristocracia rural de entonces acuñó la expresión “nuevos ricos”, en sentido de “advenedizos”, para expresar su desprecio y rechazo a la burguesía liberal que hacía dinero con fábricas y nuevos productos. Decían que la polución amenazaba a la “alegre Inglaterra de las verdes campiñas”.El Parlamento inglés se inundó de informes conservadores sobre “crueles condiciones” de los obreros. Eran duques y marqueses sin peones en sus fincas, porque los campesinos preferían las fábricas; y eran duquesas y marquesas sin fregonas, mucamas y cocineras en sus mansiones, porque las campesinas, o sea las hermanas, esposas o hijas de los obreros, también preferían ser obreras. El mito de la “explotación de mujeres y niños” comenzó cuando las familias pobres se mudaban a Manchester, Liverpool y ciudades industriales libremente; se podían quedar en sus pueblos, mas no querían.Las izquierdas adoptaron ese uso peyorativo de “nuevos ricos”, lo cual muestra su origen ideológico: son herederos del pensamiento resentido y retrógado de la vieja nobleza rural. Hoy día las mismas leyendas negras acerca de daños ambientales y sufrimientos obreros se oyen sobre países como China y otros de Asia, regresando del comunismo por la vía del capitalismo, que es la única que hay. Irónicamente, nuevos ricos abundan países socialistas como Venezuela, pero sus fortunas no vienen del free-market, sino de la corrupción inherente al disfrute del poder absoluto.¡Bienvenidos a nuestros países los futuros nuevos ricos de las 5 R (Cinco Reformas) en América latina!El Día – Santa Cruz