Todos Santos da paso a la wallunk’a

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Las calles de Motecato se han convertido en el escenario principal de las tradicionales wallunk’as y la cancha de fútbol del pueblo en el campo de ring para el mocho tinku (pelea de carneros). Ambas actividades son organizadas como epílogo de la festividad de Todos Santos.

En el pueblo, situado en el municipio de Vinto, (Quillacollo) a 10 kilómetros al norte de la avenida Blanco, los lugareños se jactan por conservar sus usos y costumbres.
Sin embargo, reconocen que cada año se hace más difícil la organización por la migración de los pobladores.



Néstor Mercado, recuerda con nostalgia que el camino de tierra hacia la comunidad vecina de Vargas Linde estaba colmado de columpios instalados en los molles que todavía bordean la ruta.
El escenario principal ha sido instalado en la cancha de fútbol. La carrocería de un camión de alto tonelaje se ha transformado en un atrio donde los vecinos, de turno en turno, asumen el rol de animadores.
Es pasado el mediodía, la Feria del Mocho Tinku y las Wallunk’as arranca con la pelea entre los carneros (macho).
La lucha conglomera a los pobladores de Motecato y de comunidades vecinas de Llave Grande, Llave Chico y K’ala Tranca, entre otros, quienes se reúnen alrededor de los contrincantes controlados por sus jóvenes dueños.

Desde el micrófono, los organizadores advierten precaución a los espectadores pues los topetazos de los carneros pueden lastimar a los asistentes.
Uno a uno son convocados los luchadores inscritos con anterioridad.
Los primeros contrincantes, Jacinto y el Cholo no colman las expectativas de los asistentes. Los animales lucen asustados por la presencia de la multitud y buscan espacios libres para huir del lugar.
A medida que avanza la tarde las peleas se hacen más intensas y la fiereza de los animales sale a luz para la emoción de los curiosos del lugar.

Los topetazos son frecuentes, así como sus carreras por todo el perímetro del campo de combate. Los gritos se escuchan en apoyo al favorito y en contra del adversario.
El animador, que hace las veces de árbitro, detiene los combates en los momentos de mayor agresividad del encuentro, para evitar que los animales salgan heridos, asegura.
Mario Garnica, el charanguista que llegó de Ayopaya, se apropia del escenario y ameniza el vaivén de las mujeres encaramadas en los columpios.
Carmen Vegamonte es una de las primeras en subir a la wallunk’a. Después de 10 intentos logra su objetivo haciendo peripecias con sus piernas, un balde rojo.
La victoriosa joven de 20 años lo celebra con una tutuma de chicha y sus amistades la colman de mixtura.
Las jóvenes lucen sus mejores galas porque es un espacio de enamoramiento. Según las costumbres los interesados en seducir a las solteras son los encargados en impulsar a las jóvenes, asegura Néstor Mercado.

La fiesta de Todos Santos con la wallunk’a no puede deslindarse del concepto de fertilidad y abundancia en el que la naturaleza y el hombre forman parte del proceso, explica el antropólogo José Antonio Rocha.

Fuente: Red Uno, Opinión