Sus empanadas y su tojorí hicieron conocida a Mary Luz

Mary Luz Villagómez valora la fidelidad de su clientela y da gracias a Dios por su trabajo, que le permitió salir adelante

Mary Luz Villagómez Gutiérrez, empezó en la acera de la calle y hoy sigue firme

Mary Luz Villagómez Gutiérrez, empezó en la acera de la calle y hoy sigue firme

Mary Luz Villagómez Gutiérrez califica a su negocio de venta de empanadas y tojorí como una mina de oro, pues le ha permitido salir adelante y mantener a su familia. Su puesto de venta se encuentra en la calle Suárez Arana, zona del mercado Los Pozos y hasta allí llegan sus fieles clientes para saborear sus delicias.



“Cuando tenía unos 20 años empecé a vender en el corredor de la calle junto con una amiga que me dijo: ¿por qué no vamos a vender sopaipillas y tojorí al mercado?. Esa vez hacía un terrible frío y fui con ella. El primer día gané Bs 20, me alcanzó para comprar el material y el segundo día gané Bs 50, que en esa época era bastante”, contó la mujer, que hoy tiene casi 60 años.

Mary Luz contó que desde aquel día se levanta a las cuatro de la madrugada para vender sus productos, pues a las seis de la mañana sus clientes ya la están esperando para consumir sus empanadas con tojorí.

Por el sabor de sus productos se ha vuelto conocida. Es más, otras personas que vendían lo mismo en la zona tuvieron que cambiar de lugar porque como dicen los comensales, ‘las empanadas y el tojorí de doña Mary Luz son únicos’.

La demanda de empanadas creció con el tiempo, así como la de sopaipillas y tojorí. Al menú añadió el api y fue todo un éxito, comenta.
Para mejorar sus ganancias, optó por viajar a Argentina. Allí se aprovisionaba de los productos que necesitaba, sobre todo de harina y manteca.

Luego de más de un año de trabajo, con el dinero ahorrado se compró un auto y así dejó de pagar taxis para transportarse desde el Plan Tres Mil, donde tiene su vivienda, hasta el mercado Los Pozos.

A los tres años adquirió una vagoneta Toyota con $us 7.000. “Mi hermana entró al negocio para ayudarme, pero despues se fue a España. Mis hijos también se fueron, estuvieron allá durante ocho años, me quedé sola con empleados que pude contratar”, recuerda.

Con el transcurrir el tiempo, se dio cuenta de que su negocio era próspero. Mantener la calidad de los productos y trabajar el año redondo eran claves para el éxito. “Mis cinco hijos tuvieron que volverse de España, se integraron a mi negocio y con ellos pudimos ahorrar más para comprar una casa”, indica.

Mary Luz se considera una mujer feliz y afortunada, pues no solo sus hijos se sumaron al negocio, sino también sus nietos.

Agradece la fidelidad
Cree que este trabajo es una bendición, pues haga frío o calor siempre hay clientes. “La fidelidad de la gente es grande”, expresa Mary Luz, que también sirve a la gente pobre. Días atrás una anciana se le acercó a su negocio contando sus pocas monedas para comprarle. “Le regalé un vaso grande con tojorí y empanadas, ella lloró y me bendijo”

Fuente: eldeber.com.bo