Diego Ayo SaucedoNo creo que la noticia sobre el niño –que el hijo de Evo nunca hubiera existido- carezca de repercusiones políticas. No pocos políticos y analistas argumentan que ‘todo sigue igual’. O, en todo caso, quienes creen que la cosa ‘no sigue igual’ no atinan a entender por qué. Finalmente, hay constataciones que siguen incólumes:Uno, la señorita Zapata fue novia de Evo Morales y aunque no se llegue a saber la verdad, es evidente que en el imaginario de la gente aquello de la ‘cara conocida’, fue solo una burda mentira del presidente.Dos, la señorita Zapata, sin grandes méritos (al menos profesionales), era la gerenta comercial de una empresa que tiene siete contratos con el Gobierno por un valor de más de 500 millones de dólares. La gente lo sabe, y sabe que esa casota que tiene la señorita Zapata, a sus 27 años, solo puede ser fruto de su vinculación sentimental. No hay dudas, la población sabe que nadie se hace rico con 25, 26 o 27 años, sin siquiera tener título universitario; y…Tres, no es menos conocido que Evo tiene más hijos y que no es precisamente un papá ejemplar. Por ende, que tenga dos o seis hijos, o, a la inversa, que uno de ellos no haya nacido, no cambia mucho la percepción social que se tiene del presidente: Evo es un notable procreador de hijos, en diferentes mujeres, y no es que precisamente se ocupe de ellos.Vale decir, si estas tres constataciones siguen intactas, ¿qué más da la revelación de Carlos Valverde sobre que el hijo no había existido? Pues mucho, y no porque estas constataciones sean invalidadas. No creo que ahora alguien se atreva a decir, aparte de la comisión de la Asamblea Legislativa encargada de verificar el tráfico de influencias, que Evo es un padre ejemplar o que la señorita Zapata fue una precoz gerenta gracias a su brillantez. Por ende, repito la pregunta, ¿qué importancia tiene pues la última declaración de Valverde si todo parece seguir igual? Creo que la respuesta está en el futuro o en el posible futuro que se delineaba y no en el pasado. Respecto al pasado lo que ya se sabe, no tiene vuelta atrás.Sin embargo, respecto al futuro había dos imaginarios confrontados que solo esperaban una oportunidad: de un lado, los opositores y/o críticos del Gobierno anhelaban que el niño aparezca y diga que en los últimos años había vivido con su papito, visitando el Palacio y conociendo ‘gente importante’. Por eso se seguía la telenovela con tanta ansiedad, pues de haberse producido este hecho, se habría confirmado que Evo mintió durante el referéndum. Se habría confirmado que Evo tenía la capacidad de negar a su propio hijo con tal de seguir de presidente. La conclusión es obvia y la formulo como pregunta: ¿merecía semejante hombre, capaz de negar a su propio hijo, seguir siendo el primer mandatario? No, y ese era el ‘anhelo’ opositor.Del otro lado, del oficialismo, el imaginario tenía su vista puesta en el futuro: probar que el hijo no existió les permitía desbaratar a la oposición (o a las oposiciones), confirmar que no son más que unos mentirosos, ratificar que ‘son capaces de jugar con la vida de un niño con tal de desprestigiar al hermano presidente’, y, sobre todo, tener la excusa perfecta para empezar la caza de brujas.El niño, por tanto, era lo que mantenía el estado de tensión. El niño resguardaba el futuro. Impedía que la balanza se incline hacia uno u otro lado. Ni siquiera la feroz estrategia gubernamental logró inclinar esa balanza a favor del Gobierno. Esta estrategia delineó un solo guion que debía ser repetido machaconamente.El guion es simple: Evo es inocente, toda la culpa la tiene Zapata. Este guion fue repetido por el Poder Ejecutivo a través de sus distintos ministros; fue repetido por el Poder Judicial de diversos modos: a través de un fiscal preocupado de los asuntos amorosos del presidente y con la determinación de ordenar la detención de Zapata; un juzgado del menor abocado a demostrar que el niño no existía y/o una Contraloría inexistente; y por el Poder Legislativo encargado de redactar la crónica de un informe exculpatorio anunciado. ¿Sirvió todo esto? Seguramente sí. Sin embargo, lo que terminó por inclinar la balanza fue la intervención de Valverde. Ya había contenido en el vaso pero su sinceramiento permitió llenar el vaso. Le dio la gota que faltaba, esa gotita que el señor Morales y su gente ansiaban. Y el rebalse es inminente.Un rebalse que ya ha permitido el encarcelamiento del abogado Eduardo León. No es pues poco. La balanza se ha inclinado y este hecho acompleja a los opositores y los atemoriza. Con eso el Gobierno ha logrado una victoria. Sí, y es que el Gobierno tenía un propósito mayor: acallar las voces críticas para continuar firmando contratos sin licitación con empresas extranjeras con especial énfasis en las empresas chinas. ¿Podemos permitirlo?No, en absoluto: el tráfico de influencias aún sigue ahí, los socios chinos que se llevan nuestras materias primas y nos mandan sus productos industriales en una relación absolutamente asimétrica, siguen ahí; los contratos sin competencia y por invitación directa siguen ahí; el pausado pero seguro intento de silenciamiento de las redes, ONG, medios y/o pueblos indígenas que osan oponerse; sigue ahí; y el control político pleno de los tres poderes del Estado, sigue ahí. No hay pues que desmoronarse. Un hijo más o menos no debe invisibilizar todo esto.El Deber – Santa Cruz