El poder y el delirio

MAC LEANJuan Cristóbal Mac Lean*El poder y el delirio es el nombre que le puso Enrique Krauze al libro que escribió y publicó el 2009. Entre el reportaje y el ensayo, trazando una estupefacta historia del presente, el director de la excelente revista mexicana Letras Libres (disponible en Internet), trataba de entender y de explicarse el fatal fenómeno del chavismo. Sobre Hugo Chávez encontramos, por ejemplo este retrato: “Su hechizo popular es tan aterrador como su tendencia a ver el mundo como una prolongación, agradecida o perversa, de su propia persona”.Pero inmediatamente reconocemos en esa imagen a muchos otros personajes políticos, o podemos decir, también, que tal definición es extensible a todos los tiranos. Variantes más o menos, estos parecen, en efecto, un mismo espíritu que se fuera encarnando en diversos personajes, resulten estos Fideles o Trujillos. Y lo preocupante de semejantes casos es que lo peor no se limita solamente a la férrea y tenebrosa tiranía que erigen, sino en que le dan rienda suelta a la parte de delirio que la acompaña. Delirar es simplemente ver lo que no hay ni es y no ver, ni querer ni poder ver, lo que sí hay y sí es. De ahí también que el uso de la mentira a rajatabla resulte tan estructural y necesaria en ellos. En los regímenes precedidos por tiranos y tiranuelos, como se sabe, política y mentira llegan al clímax de su matrimonio.Pero otro grave problema del delirio es su carácter progresivo. Como una fiebre que no para de subir, el delirio gana en pretensiones cada vez más grandiosas; se infla, se exacerba y se dilata. Y no hay mezcla más venenosa que la del delirio aposentado en el poder. Y a más poder más delirio -y viceversa. Basta ver la inmensa tragedia actual de Venezuela. Quizá ni el mismo Krauze, cuando hacía su libro, pudo haberse imaginado que el desastre provocado y causado por Chávez/Maduro llegaría a los horrorosos extremos en los que está. Es que el delirio tiene consecuencias en la realidad, no es solamente una afección subjetiva que se queda en el sujeto. No, el delirio se expresa, discursea y obra –hace obras.En Bolivia, el triunvirato Morales/García/Quintana ya ha alcanzado, desde hace unos meses, el punto de delirio. Y una de las pruebas irrefutables e inmensas, entre los síntomas gigantescos de este delirio, es la de querer construir, en un país que no produce ni un tornillo, toda una central nuclear. Hecha, encima, por una empresa del gobierno de otro peligroso delirante como Putin. Imbecilidad, delirio y poder. La mezcla de esos tres ingredientes es lo suficientemente explosiva como para hacernos volar a todos.¿Y a qué le viene lo de una central nuclear en el país más atrasado y pobre de Sudamérica –bueno ahora Venezuela está peor todavía? Nada está claro en torno a ella. Que razones de orden científico investigativo o determinadas ventajas médicas basten para justificar un descomunal gasto multimillonario en un país tan pobre y con pésimas universidades, son simplemente patrañas o meras idioteces En el proceso de delirio que los cambia, a los del triunvirato, no serían raras otras fiebres más atrabiliarias.De pronto se les ocurre, sin que en realidad sorprenda a nadie, que desearían pisar muy fuerte en el tablero de la política internacional y entonces, lo mejor que se imaginan es dotarse de una amenazadora central nuclear. ¡Toda una potencia! ¡Tenemos nuestra central nuclear! querrían gritonear, golpeándose el pecho triunfalmente, a lo Tarzán. Pero segura y afortunadamente, como todo lo que tocan, el proyecto se estropeará antes de concluir. Y ahí quedará, sumándose a la gran cantidad de chatarra que van dejando, lo que sea que alcancen a construir mientras dilapidan sumas propias del delirio.Otro proyecto peligrosamente delirante y de consecuencias no menos funestas es el de la gran hidroeléctrica del Bala, con sus sueños de arruinar la Amazonía a cambio de hipotéticos billetes. Merecerá otro comentario.*EscritorLos Tiempos – Cochabamba