Fidel, patrón de dictadores

Darío Acevedo CarmonaComo si dos dictaduras no fueran lo mismo, de derecha a izquierda se autolegitiman, se autorreferencian, se autoproclaman representantes del pueblo, ese ser misterioso al que se apela sin piedad para tapar todos los horroresVelado en olor de glorias y fastos, en un ritual faraónico, al fin fue sepultado el más longevo dictador de América Latina. Sus seguidores de izquierdas extremas, democráticas, «progres» y de mandatarios sin rubor exaltaron al barbudo hasta el límite de toda razonabilidad.Están en su derecho y hasta pueden seguir escondiendo entre sus eruditas lecturas y escritos, y en sus tediosas disertaciones, la vergüenza de renegar de hecho de las libertades y de la democracia, eso sí, sin renegar de ellas, más bien, justificando el adefesio.Como si un dictador no fuese igual en frente de aquellos dos valores de la política moderna. Tanto los de derecha, justamente defenestrados al infierno y sus muertes celebradas, como los de la izquierda. La diferencia parece enorme. Aquellos sí que eran desalmados, estos, en cambio, amaban al pueblo. Stalin, Mao, Pol Pot, Kim II-sung, Honeker y un largo etcétera, escriben sin asombro, lo dieron todo por la igualdad, la justicia social y los sacrificios de los valores en mención, así como la persecución y el asesinato en masa de opositores y hasta por hambre de millones de seres humanos valía la pena, pues se trataba de defender la «revolución», el «partido», el «socialismo».Como si dos dictaduras no fueran lo mismo, de derecha a izquierda se autolegitiman, se autorreferencian, se autoproclaman representantes del pueblo, ese ser misterioso al que se apela sin piedad para tapar todos los horrores. Se autoextienden y autojustifican llamándose libertadoras, justicieras, redentoras. Claro, las de derecha, nos dicen los doctores de la santa madre iglesia extremoizquierdista, causan tragedias humanitarias, son villanos, execrables, torturan, persiguen, por lo que merecen ser derrocadas o abatidas a cualquier precio y a través de todos los medios. En cambio, las dictaduras tipo Fidel o Raúl Castro son heroicas, llaman al sacrificio por la causa, tienen un enemigo externo, sus crueldades no son tales sino acciones de legítima defensa, para ellas las guerras son válidas para llegar al poder, pero posan de pacifistas y hasta crean premios a la paz preconizando la guerra de guerrillas.Últimamente, a los castristas les dio por resaltar la revolución educativa como su gran logro, creen tapar la tragedia, la cárcel para miles de oponentes, la persecución, la huida de millones de cubanos que arriesgan sus vidas para llegar a Estados Unidos, la sangre derramada en sus paredones, su irresponsabilidad, su demagogia y su fracaso económico, con bellos y nobles discursos que suenen y resuenan como una monserga sin que se pueda escuchar una voz diferente. Y bien, al respecto, por allá en lejano Oriente, en Singapur, una ciudad Estado, una dictadura férrea, igual de represiva, pero de derecha, también realizó la gran revolución educativa, además, en medio de un gran éxito económico. Eso, a los demócratas no nos lleva a exaltarla: ¿pero qué dirán los amigos de los Castro?Porque además de arrasar las libertades y la democracia, la gran obra de la dictadura castrista es haber igualado en la pobreza a los millones de cubanos que no han podido escapar y que son vigilados las 24 horas del día. No ha habido una empresa de mostrar, todos los experimentos de su economía estatalizada han llevado a mayor ruina. Y por ello, el socialismo cubano se convirtió en parasitario, durante décadas vivieron de las donaciones y la protección soviética, luego, del petróleo regalado por su discípulo Hugo Chávez.Su peor tragedia económica y social se hizo visible en el acercamiento a Estados Unidos con el fin de conjurar las carencias de su medicina que resultó peor que la enfermedad. Quieren arreglar las cargas con su sempiterno enemigo, al que le imputaron siempre la causa de sus yerros y con el que justificaron su tiranía. Amigarse con los Estados Unidos, epicentro del capitalismo que se propusieron vencer, al que dicen detestar y en el que vive la familia Castro y una minoría de burócratas privilegiados.Colombia nada tiene que agradecerle a Fidel, aunque sus aliados y sus servidores incondicionales digan que les debemos la «paz» que ya viene en el horizonte. Con sus teorías y sus dogmas, unos sabios quieren lavar la sangre derramada por sus admirados héroes que han asolado al campesinado y a la sociedad en general. Por más que edulcoren con sociología recargada las travesuras de los imitadores del Granma, no podrán dar sustento de legitimidad a las infamias cometidas en nombre de un ideal que se vino a tierra en razón de sus propias fallas estructurales.La democracia en América Latina y en Colombia, precaria e incompleta, no es beneficiaria sino víctima de unos grupos de iluminados armados que sembraron el terror dizque para liberar a estos pueblos oprimidos y explotados. Como dijo alguien en una de las muchas columnas que han circulado: Fidel Castro fue un rey Midas al revés.Infobae – Buenos Aires