Por qué sembrar el terror nunca servirá de nada

La reivindicación del atentado de Berlín por parte de ISIS devuelve la pregunta a la conciencia colectiva. ¿Ha conseguido algo la violencia? ¿Y nuestra respuesta a ella?

Angela Merkel, en el memorial por las víctimas del atentado en Berlín.

La noche del lunes, un camión negro invadió la acera de un mercadillo navideño en Berlín. El vehículo arrasó con los ciudadanos que pasaban el rato comprando algún regalo o disfrutando de un vino caliente para combatir el frío en una localización que varios corresponsales españoles describen como «lo más parecido a la Gran Vía madrileña que existe en la capital alemana».De acuerdo a los últimos datos, 12 personas han sido asesinadas en este ataque y hay más de 40 heridos de diversa gravedad. El autor, según informaciones locales, es un pakistaní que entró en el país como refugiado. La matrícula del vehículo era polaca y todo apunta a un secuestro del mismo con la intención de cometer lo que Merkel ya ha definido como «un acto especialmente repugnante si se confirma que el atacante es un solicitante de asilo».En cualquier caso, a la espera de más datos y pruebas que confirmen el origen y la intención de los atropellos, el proceder seguido recuerda a lo sucedido en Niza el 14 de julio de este año, cuando otro camión también entró a toda velocidad en el concurrido paseo marítimo de la ciudad francesa matando a 84 personas. Esa vez sí, el ISIS se atribuyó el ataque enseguida.La Real Academia define terrorismo como “actuación criminal de bandas organizadas, que, reiteradamente y por lo común de modo indiscriminado, pretende crear alarma social con fines políticos”. Según el Índice Global de Terrorismo, que realiza anualmente el Instituto para la Economía y la Paz, en 2015 murieron 29.376 personas como resultado de ataques terroristas.

Velas y cartas por las víctimas del atentado en Berlín.

Aunque los países que más sufren esta lacra son Iraq, Afganistán, Nigeria, Pakistán y Siria, en Europa “las tácticas transnacionales del Estado Islámico combinadas con los lobos solitarios inspirados por el grupo han llevado a los mayores niveles jamás registrados” desde que comenzaron a elaborar este estudio.

¿Qué ocurre con los efectos económicos en aerolíneas y compañías de seguros, además de los efectos emocionales en el miedo y en las decisiones de cada individuo para volar o viajar?”, se pregunta Peter Krause.

Las cifras lo confirman: de las 77 muertes en 2014 se ha pasado a 577 en 2015. Pero aunque los número asustan, ¿hasta qué punto puede decirse que sea efectiva la estrategia terrorista a la hora de lograr objetivos políticos?“Un número cada vez mayor de académicos sostiene que los ataques terroristas, por regla general, no consiguen sus objetivos estratégicos declarados. Sobre todo si se trata de objetivos maximalistas como pueden ser el hecho de poner fin a ocupaciones extranjeras o de desafiar los fundamentos básicos del sistema de estados-nación mediante el establecimiento de un califato”, escribe Peter Krause, profesor adjunto de Ciencia Política en el Boston College y autor de When terrorism works: success and failure across different targets and goals. “Pero estas afirmaciones no deben llevarnos a pensar que el terrorismo es una táctica ineficaz con objetivos inalcanzables y excepcionales. De hecho, puede ser eficaz de diversas maneras”.Según su análisis, en determinadas condiciones el terrorismo puede llevar a la destrucción o la difusión de ideas, como los casos contrapuestos de la la película The Interview y la revista Charlie chiíes en Bagdad. Hebdo. También pueden provocar flujos de población que cambien sociedades, como ocurrió con Al Qaeda en Iraq y las milicias. Pero es ante la pregunta de si los atentados que marcaron el inicio del siglo XXI, los ataques terroristas a las Torres Gemelas en Nueva York, fueron un éxito, cuando Krause aplica dos posibles varas de medir. “La mayoría de los estudios afirman que no, ya que ni Estados Unidos se retiró de Oriente Medio ni Al Qaeda consiguió establecer un Estado islámico”, se contesta,»No obstante, ¿qué sucede con el impacto del 11-S en la importancia y resistencia de Al Qaeda como organización? ¿Qué se puede decir de su impacto sobre la difusión de la yihad y su interpretación extremista del islam? ¿Qué ocurre con los efectos económicos en aerolíneas y compañías de seguros, además de los efectos emocionales en el miedo y en las decisiones de cada individuo para volar o viajar?”. Krause explica que hay tres aspectos para medir el éxito: estratégico, organizativo y táctico.El primero es el impacto del terrorismo en el carácter y las políticas de un Estado y de la sociedad. El segundo habla de la supervivencia de la propia organización que los perpetra. El ultimo mide la eficacia del propio atentado.El debate puede verse en dos de los científicos políticos que se han ocupado del tema. Alan Dershowitz, jurista estadounidense, está convencido de que la comunidad internacional se ha ocupado tanto en atender las causas que subyacen a la violencia terrorista que se ha acabado recompensado en exceso esta violencia. Vamos, que los terroristas han visto que su estrategia es eficaz. “La mayor precoupación de la comunidad internacional entre 1968 y 2001 fue el hecho de retribuir y legitimarlo, en lugar de castigarlo y condenarlo”, escribía.Por su parte, Max Abrahms, que se autodefine como teórico del terrorismo y es entrevistado con frecuencia en medios estadounidenses, arguye que “los grupos terroristas pocas veces consiguen sus objetivos políticos” y que “los porcentajes de éxito de terrorismo son en realidad muy bajos”. Esto se explica porque el terrorismo, aunque es eficaz a la hora de provocar miedo y daños; es ineficaz políticamente. Como ejemplo cita a Al Qaeda, que tiene como motivación primigenia la intención de que EE UU se vaya de Oriente Próximo pero que con los atentados del 11-S lograron que aumentaran su ocupación del Golfo Pérsico.Es Richard English quien resumió estas dos posturas en su paper Does terrorism work? The debates, problems, and a framework for future research, desarrollado luego en el celebrado libro Does Terrorism Work? A History, publicado este año. “El terrorismo puede ser muy efectivo para dar a conocer tu causa, pero es menos efectivo para lograr los fines que se pretenden”, explicaba este profesor de la universidad de St. Andrews en una entrevista con El Periódico tomando como ejemplo los grupos palestinos que secuestraban aviones en los años 60 o 70 y que hicieron famosa la causa palestina e, inevitablemente, la convirtieron en una prioridad. «Pero eso no significa que consiguieran su objetivo de destruir Israel o mejoraran la situación de los palestinos”.English lo define todo como una paradoja en la que la violencia suele empeorar el problema y se hace más difícil lograr una solución o un compromiso. Abrahms, en su Twitter, argüía una respuesta similar ante el otro atentado terrorista de la noche del lunes, cuando un policía turco mató al representante de Rusia en el país. “Después de matar al embajador de Putin el asesino dijo: ‘No nos olvidemos de Siria’. Creo que Putin no va a olvidarse. Es otro ejemplo de terrorismo bumerán”.

Qué el terrorismo sea efectivo o no depende, por lo que dicen estos expertos, del cristal con el que se mire. Israel sigue sometiendo a Palestina, la presencia de EE UU en Oriente Próximo no se ha reducido y el califato del Estado Islámico está, según medios internacionales, en declive.Pero a nivel propagandístico, todo el mundo conoce la causa palestina y el asesinato de los atletas de Munich, Al Qaeda y las Torres Gemelas marcaron la política internacional del siglo XXI y el Estado Islámico es el grupo terrorista más conocido del mundo. En el campo de los objetivos políticos, parece que no funciona. En el de la publicidad y la propaganda, es otro asunto.Fuente: revistavanityfair.es