La farsa al descubierto

Manfredo Kempff Suárez

Toda Bolivia – masistas incluidos – sabíamos que el Gobierno había abierto un huachafo escenario de comedia política (que resultó drama) para las elecciones judiciales del 2011. Desde que aparecieron los postulantes a magistrados – la mayoría con vestimenta indígena auténtica y otros disfrazados – nos dimos cuenta que si antes la justicia había sido mala, entonces sería la nulidad absoluta porque estaría totalmente sometida al dedazo del Jefe y se sus acólitos.

Así fue en efecto. Los “originarios” y los disfrazados se posesionaron en cargos que habían correspondido a grandes nombres de la judicatura nacional y no tenían ni la menor idea de qué hacer sentados en las ostentosas butacas de los togados dizque cuoteados por los  “neoliberales”. Hasta que les hicieron saber que solo tenían que esperar instrucciones para amenazar a unos, extorsionar a otros, y encerrar tras las rejas a los más peligrosos.



Caballeros con chullus multicolores, ponchos, y sombreros; señoras de frondosas polleras y bellos topos y pendientes de plata, habían accedido al Olimpo de las leyes porque la “revolución” les había dado una oportunidad que un lustro atrás era imposible aspirar. Les dijeron que siempre merecieron esos cargos pero que la exclusión que practicaba la derecha los había marginado. Lo creyeron, felices de que  por fin se les reconociera su capacidad.

Todo fue la tramoya mejor montada en la historia de la judicatura nacional. Nada habrá más hábil ni más cruel que lo hecho por los masistas en las elecciones del 2011. Pero es algo imperdonable porque se burlaron de sus tribunos y de la justicia; jugaron con lo único que hace respetable o despreciable a una nación; manosearon a su gusto y placer lo que hace viable o detestable a una democracia.

Los resultados están a la vista y no hay nada qué alegar. El Gobierno ha dicho, como si estuviera sorprendido, que la justicia está podrida, que no funciona. Hasta S.E. llegó a quejarse de que “en vano incorporamos poncho, pollera, sombrero, en la justicia y no cambia nada”. ¿No le avisaría el actual ministro Arce Zaconeta (gran impulsor de la farsa hasta el día de hoy) de que todo se había hecho no para que hubiera mejor justicia en Bolivia sino para que la injusticia cayera como un rayo mortal sobre los opositores?

Resulta que ahora lo quieren arreglar todo poniéndoles traje y corbata a los nuevos aspirantes y vestido a las candidatas para la administración de las leyes. La situación cambia a los ojos de la gente, pero debajo de los ternos y los vestidos no existe conocimiento de los códigos, nada cambia, sino el compromiso de estar en el círculo de los altos magistrados del Estado a cambio de obediencia. Igual que en el 2011, pero con menos colorido.

En diciembre se va a producir otro fraude a la ciudadanía porque se trata de “la misma chola con otra pollera” como dice el pueblo. Lo que resulta grave es que después del fracaso judicial  y de los escándalos con el Fondo Indígena, quienes siempre vistieron como campesinos y quienes se disfrazaron con oportunismo, ahora tengan de recurrir al saco y la corbata buscando algo de credibilidad.