Se transmite mal, no se interpreta mal

Carlos Federico Valverde BravoLo ocurrido en Eurochronos asustó a la gente; no fue ‘un hecho más’, fue la constatación de que los miedos que insistieron en negarnos, estaban ahí, frente a nosotros, en un enfrentamiento despiadado y demencial; delincuentes dispuestos a todo, muy bien armados y policías que intentaban detener a los delincuentes que nos habían negado que existían en el país; eran los PCC, los cárteles brasileños, esos que según el poder solo enviaban ‘emisarios’.El asalto a Brinks fue la señal; lejos, pero en el país. Cómo lograron escapar dio una muestra de su arrojo. Frente a ello, la Policía seguramente se supo dispar en su capacidad de tiro y por eso actuó en la ciudad de la manera en que lo hizo y, convengamos, se hizo mal, ese es un hecho.¿Hubo la mejor intención? Claro, son policías y tienen como misión resguardar a la ciudadanía, pero todo se les fue de las manos. Hubo muertos y heridos que no debieron haber sido y ese miedo se expresó no como un ‘hostigamiento’ a las fuerzas policiales, sino como un desesperado grito de angustia.A dos meses de los hechos, se sigue comunicando mal. No se encuentran los mecanismos para mermar los miedos y restablecer la confianza mutua; no se acierta comunicacionalmente; no se tranquiliza al ciudadano. Muy por el contrario, se lo acusa de generar malestar, se estrellan contra los medios, como si estos no expresaran los temores cotidianos.Dos meses ya y en el poder, comunicando muy mal, no atinan a otra cosa que no sea enfrentar a la Policía con la ciudadanía; ponerlos en veredas diferentes para salvar una responsabilidad que no encuentra responsables. Entonces la ciudadanía recibe del ministro de Gobierno nada menos, aquello de: «Estamos hostigando tanto a la Policía que en un hecho similar, la próxima vez, no van a intervenir los policías, es así de claro” (Página Siete, jueves, 14 de septiembre de 2017).El Gobierno no sabe cómo salir del problema, no reconoció en su momento que las cosas se descontrolaron (si no quería hablar de culpas) pudiendo haberlo hecho y ahora carga con aquello de la hostilidad advirtiendo que “la próxima vez (la Policía) no va a intervenir”, poniendo al ciudadano ante la posibilidad de que esto vuelva a ocurrir (la presencia de cárteles a tiros en las calles de cualquier ciudad), en vez de generar una sensación de que aquellos son hechos aislados y que, pese a todo (un oficial muerto, no olvidemos), la Policía estará dispuesta (porque sabemos que lo está, más allá de los discursos) a defender a la ciudadanía, porque esa es su misión.»Guardia fiel, qué te importa la vida, si alumbrando te mata el deber», se canta en la Policía como una reafirmación de su vocación. Su deber está en la calle, de manera que aquello de que el “hostigamiento puede hacer que policías no vuelvan a actuar con heroísmo” (vicemininistro de Régimen Interior, La Razón 15/09) es una desesperada manera de acallar las voces del miedo, cosa absolutamente imposible, porque el miedo se termina cuando se da confianza; jamás cuando se responsabiliza a la calle de algo que no hizo.Es hora de replantear las cosas y de hacerlo mejor. Al menos están en la obligación de intentarlo.