Ganadores y perdedores

El Nuevo Día. Editorial

¿Quién ganó y quién perdió? Es el debate que ha surgido luego del “septiembre negro” que terminó el 5 de octubre con una fotografía para el olvido. En el Gobierno se sienten vencedores porque creen haber doblegado al fin a la oposición regional que se siente debilitada con una prefectura menos en el bloque autonomista, baja que se suma a la pérdida de dos aliados importantes que se tragó el referéndum revocatorio.



El oficialismo celebra el hecho de que su constitución haya resultado ilesa en el falso proceso de diálogo y se vanagloria de que el MAS sea ahora el que supuestamente impulsa las autonomías , cuando les asegura a las regiones de que les hará el favor de incluir en el texto constitucional los acuerdos parciales sobre este tema alcanzados en Cochabamba. Los que saben de autonomía afirman que ese no es más que un truco y que en los hechos el centralismo seguirá siendo el modelo vigente.

Los seguidores de Evo Morales ya no hablan de cerco, sino de fiesta popular, porque sienten que su objetivo de llevar la constitución a un referéndum es pan comido. Obviamente, la reelección presidencial la dan por descontada.

¿Quién pierde? Perderá el país entero si los líderes de la autonomía bajan sus banderas y dan por derrotada la revolución más profunda y significativa que se haya gestado en la historia boliviana. El proceso autonómico no es un proyecto político para derrocar a nadie ni estropearle el proyecto a Evo Morales. El MAS lo vio así porque justamente la visión política que lleva adelante se mantiene en las viejas estructuras estatales que no toleran la distribución eficiente del poder. El populismo que impulsa se basa en la hiperconcentración, una estrategia que contradice de manera radical las tendencias que impulsan al cambio en todo el mundo.

Basta con leer el proyecto de constitución del MAS para comprobar no sólo esa mayor concentración, sino la instauración de un sistema destinado a perpetuar el poder de un grupo étnico sobre el resto de la población. La “ciudadanía” es la mayor derrotada, pues desaparece el concepto de igualdad de derechos, para dar paso a un esquema de privilegios que usa al origen étnico como rasero. Con esta distorsión, se destruye literalmente la democracia representativa, el estado de derecho y se instituyen modelos judiciales, legislativos y electorales que sepultan la vigencia de la forma republicana de estado.

Parece absurdo hablar de esto en el actual estado de éxtasis en el que se encuentra el Gobierno, preparando el cerco al Congreso y hablando de arrasar y perpetuarse en el poder, sin oposición, con Justicia y Corte Electoral comprados. Pero justamente ahora no se puede claudicar en el reclamo hacia los gobernantes que prometieron la profundización de la democracia y que a cambio han acentuado el autoritarismo, están agudizando la bastardización de la justicia y que se valen, como lo hicieron todos los antecesores, en una lealtad bien pagada de los militares y algunos grupos sociales.

¿Quién pierde? Perderá el país entero si los líderes de la autonomía bajan sus banderas y dan por derrotada la revolución más profunda y significativa que se haya gestado en la historia boliviana. El populismo autoritario que impulsa el MAS se basa en la hiperconcentración del poder.

Quintana, el sepulturero

bajo el penoco

Qué costoso fue el precio que se pagó por la permanencia de Juan Ramón Quintana en el Ministerio de la Presidencia. Días antes del 11 de septiembre, era el ministro más cuestionado por campesinos e indígenas que insistentemente le exigían a Evo Morales que lo saque del gabinete, junto con Alfredo Rada y Susana Rivero. Ni tonto ni perezoso, Quintana se puso en marcha para echarse a sus detractores al bolsillo. Un discurso, que más parece un responso fúnebre, anticipó todo lo que iba a suceder en Pando después del Referéndum Revocatorio. El ex capitán habló de la lápida, el epitafio y hasta de los gusanos que se iban a comer a Leopoldo Fernández. Este discurso, difundido ayer por televisión, no tiene trucos ni montajes, es auténtico. También son reales las vidas que dan de comer a los gusanos que estaban reservados para Leopoldo.

La frase

“Le vamos a poner un epitafio: Descanse y conviva con los gusanos”.

Juan Ramón Quintana, ministro de la Presidencia, sobre Leopoldo

Fernández.