Los desafíos de la oposición

image Editorial El Nuevo Día.

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El presidente Morales se ha jugado por los procedimientos políticos y por aquellos colaboradores que mejor aplican la estrategia que le permitirá, a la brevedad posible, enseñorearse en el país, sin opositores, sin críticos y sin las “burocráticas” instituciones republicanas que, por principio, establecen el equilibrio de poderes como garantía de la convivencia democrática.



En el MAS acaban de afirmar que los graves casos de corrupción, el asunto de Quintana y los 33 camiones con contrabando, no han hecho mella en la imagen del Gobierno, cuya plataforma de campaña con miras al referéndum constituyente es justamente la persecución extralegal que presupone la violación de las leyes y los derechos humanos. El oficialismo considera que la gran masa crítica que lo apoya está ciega frente a los hechos, que por supuesto también incluyen el ataque despiadado a los sectores productivos, la gestión económica y el descomunal avance del narcotráfico.

¿Quién defiende la democracia y la racionalidad en Bolivia? Aunque de manera algo tímida todavía, el bloque opositor conformado por prefectos y dirigentes cívicos ha conseguido salir de su letargo y ha lanzado en Sucre una campaña conjunta para rechazar el proyecto de constitución que el MAS someterá a votación el próximo 25 de enero. El Consejo Nacional Democrático (Conalde), que ya no cuenta con la participación del prefecto de Pando, Leopoldo Fernández, se ha visto fortalecido sin embargo, por la presencia de tres líderes de origen indígena y de significativa importancia en sus regiones, como Savina Cuéllar, René Joaquino y Alejo Véliz. Este movimiento, aunque todavía tiene que demostrar que sigue firme junto a la ciudadanía que permanece temerosa por los embates del autoritarismo creciente, puede ganar en amplitud y diversidad, tarea que quedó pendiente hace unos meses.

No se puede afirmar que un movimiento de esta naturaleza signifique la salvaguarda frente a las insospechadas intenciones del MAS, pero lo que menos se puede hacer ahora es pecar con la indiferencia o caer en la tibieza, porque se corre el riesgo de que la población pase del miedo de la desmoralización. La fortaleza de la oposición y el apego de ésta a los principios fundamentales ofrecen todavía esperanzas para que los cambios se hagan en democracia y para que no se proceda precisamente cambiando este régimen por la autocracia.

No se puede afirmar que la oposición es la salvaguarda frente a las insospechadas intenciones del MAS, pero lo que menos se puede hacer ahora es pecar con la indiferencia o caer en la tibieza. Se corre el riesgo de que la población pase del miedo de la desmoralización. El reto es salvar la democracia.