“La cobardía acaso sea el vicio más grande por el cual hoy estamos sufriendo y, probablemente, también sea la peor forma de violencia, mucho más grave que el derramamiento de sangre y que las otras manifestaciones que entendemos por violencia”.
Mahatma Gandhi
Sin ánimo de ofender a nadie estamos viviendo épocas difíciles en las que es fácil acobardarse o aceptar adoptar una actitud cobarde. Para algunas personas es más fácil rendirse ante las persecuciones que seguir sosteniendo una postura de denuncia, de reclamo o de interpelación a lo que consideran injusto o denigrante.
Es cierto que la reacción natural es la de evitar el mayor daño, es la de salvarse así sea temporalmente, pues esta es la conducta instintiva que surge de manera natural ante la constatación de un peligro. Pero el ser humano tiene la gran virtud de guiar sus elecciones no sólo por acción de los instintos sino también por el dominio de su intelecto y de su espíritu, que en los momentos decisivos muestran la calidad del temple acopiado, la fortaleza que su espíritu y sus valores le permiten.
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Acobardarse es rendirse, es dejarse llevar al destino que el que persigue o el que hostiga quiere encauzar a quienes les resultan molestos y a quienes perturban su decisión de hacer lo que les viene en gana con ellos.
Es importante preguntarse cual es el motivo por el que Mahatma Gandhi expresó que la cobardía es la peor forma de ejercer la violencia y que incluso llevó a un pacifista con la magnitud de los conceptos de armonía y paz que tuvo Gandhi a que plantee que la cobardía acaba siendo más grave que el peor derramamiento de sangre. Podemos imaginar que quizás Gandhi quiso mostrar que en algún momento los seres humanos tienen que enfrentar el mal que les tienen destinado, los dolores que les quieren propinar, la persecución de la que son destinatarios, pues si eluden estas sentencias en algún momento serán doblemente emplazados y sometidos, más cruelmente vejados y destruidos.
Cuando el horizonte muestra situaciones de grave amenaza no queda más que enfrentarlas, resistir y vencerlas sin acobardarse y sin mostrarse cobardes.