Droga y coca

eldeber Marcelo Rivero – El Deber

La delincuencia, según se desprende de las noticias que difunden los medios de comunicación, continúa siendo un agudo dolor de cabeza en Bolivia, sin que la Policía, por razones que sería largo enumerar, pueda hacer mucho para ponerle atajo, al menos en Santa Cruz donde los maleantes nos tienen con el resuello corto.

En semejante ambiente y con las puertas abiertas de par en par, no podría desaprovechar tal calambre el narcotráfico para operar casi a placer en todo el territorio nacional, siendo una vez más esta capital oriental y localidades provinciales cruceñas centros vitales de la ilícita actividad. Los últimos reportes periodísticos dan cuenta del hallazgo de una enorme fábrica de cocaína y 319 kilos de la droga en la región de San Javier, un día después de que en la lejana Bulgaria descubrieran un cargamento de más de mil botellas de vino, que habían sido 100 kilos del citado alcaloide, boliviano y a cual más puro. En horas pasadas en Cuiabá, Brasil, policías de este país decomisaron otros 150 kilos del mismo alucinógeno (‘made in’ Bolivia) que entró por San Matías, donde, para desgracia mayor, los traficantes utilizan como ‘mulas’ a menores de edad a quienes hacen aparecer como ‘mochileros’.



Antes, como asimismo es habitual, abundaron las novedades sobre el narcotráfico, unas veces con incautaciones de cientos de kilos de cocaína, otras de fábricas en plena elaboración o apenas abandonadas porque no faltó un soplón para que fuguen los ‘industriales’, y otras más de avionetas que sufren accidentes o que son interceptadas con droga. Tampoco es extraño enterarse de los cientos de miles de dólares que circulan por transacciones entre narcos, del ajuste de cuentas entre éstos y del insistente rumor de que mafias del exterior ya operan en el país. Así miles de kilos pasan a ser cientos de toneladas para seguir batiendo récords.

¿Qué hace el centralismo a todo esto? Sigue echándole la culpa a los gringos, sosteniendo que sin los intrusos de la DEA la cosa está mejor -para los narcos porque ya no hay ni satélite que revele sus pisadas-, tolerando el cultivo de coca excedente con la cual se facilita la fabricación de cocaína, así sea en desmedro de millares de personas que vivían de los beneficios de exportar ropa a los Estados Unidos. Es más, deja que la hoja milenaria se reproduzca en parques naturales, que se venda como pan caliente y con licencias adulteradas en puntos ‘peligrosos’ como Yapacaní (porque cerca operan las factorías), rematando su funesta gestión con la entrega de 140 vehículos a los gremios productores de coca de Chapare -obsequio del gendarme venezolano-, para que se sumen a las vagonetas lujosas que circulan por montones por el trópico cochabambino, no por la venta de frutas y por el turismo, sectores en crisis por los desaciertos gubernamentales, sino porque en el ‘Estado Plurinacional’ aumenta la coca y la droga, ambas a precios de liquidación. He ahí la cruda realidad.