Falencia que favorece al narcotráfico

Mario Rueda Peña

marioruedapea Acaso Bolivia sea una de las naciones sudamericanas mayormente expuestas ahora a la acción de las mafias internacionales del narcotráfico.

Corren a favor de tal tipo de criminalidad factores tanto de carácter geográfico como económico-social. Ubicada en el centro de Sudamérica, Bolivia ofrece a los narcos fácil accesibilidad desde los cinco puntos cardinales de su territorio: fronteras con Brasil, Argentina, Paraguay, Perú y Chile. Por estos lugares, los operadores de las mafias ingresan y salen del país como Sancho por su casa. Organizan redes de conexión para la producción y exportación de cocaína, a las que proveen de tecnología de punta. Parte de la droga va al mercado norteamericano, vía el Caribe y México. Y es no poca la que tiene como destino Europa, tras ser desembarcada en varios puertos del Mediterráneo. El tráfico menor se lo hace por vía aérea, para lo cual se contrata a esas ‘mulas’ que con tanta frecuencia caen en los controles aeroportuarios. El remanente queda para el consumo interno de los drogadictos no sólo del país, sino también de los estados vecinos y de todo el continente.



Agiganta el binomio coca-cocaína, en Chapare de Cochabamba, la búsqueda de subsistencia en una Bolivia subdesarrollada con alto índice de desempleo y población rural que padece bajos ingresos o que simplemente no los tiene.

El desfase entre volumen global de producción de coca y demanda del producto para el consumo tradicional cae como anillo al dedo a los productores clandestinos de la ‘blanca’. Adquieren a precio baratísimo la materia prima requerida para la elaboración del sulfato de cocaína. Ese precio es sensiblemente inferior al que rige en los cultivos de coca en Perú y Colombia, circunstancia que siempre figuró en las ventajas ‘competitivas’ que ofrece Bolivia a las narcomafias.

A la referida ventaja se agrega ahora una de carácter inédito: la total desconexión de Bolivia a un idóneo circuito internacional de lucha contra el narcotráfico. Tenemos una FELCN que efectivamente descubre fábricas de droga y apresa a productores y narcotraficantes, pero que no puede cerrar el paso a los operadores de las mafias internacionales por las diferentes fronteras del país. Determinan esta impotencia la falta de información antelada sobre los desplazamientos de estos sujetos, así como de los núcleos delictivos a los que representan y de sus conexiones con redes endógenas. Resultado final: operadores de mafias que ingresan sin dificultad en el país, organizan redes endógenas en las cuales algunos adquieren poder e influencia que los empuja a decisiones autónomas que no toleran sus ‘mandamases foráneos’. Sobre todo, si ellas equivalen a incumplimiento de compromisos en pagos y entregas. Tras esto vienen los ajustes de cuentas, con muertos y heridos. Es lo que actualmente ocurre en el país.

El Deber