Avión presidencial, con alas muy caras

Samuel Montaño

FALCON Con el anuncio, por parte del Presidente Evo Morales, de la compra de un avión ruso Antonov (octubre de 2009) para uso presidencial, con un costo de 30 millones de dólares, se daba por terminado el servicio que había prestado el ya viejo y cansado avión Sabreliner, luego de 34 años de actividad.

Ya antes del gobierno de Evo Morales se había planteado la necesidad de reemplazar aquel viejo Sabreliner por una nueva nave más actualizada, que cubriese a satisfacción los requerimientos actuales que exigen los vuelos presidenciales, siendo una serie de oportunidades en las que se analizaba una serie de alternativas en el mercado internacional que hiciesen factible el poder contar con un nuevo avión, siendo entonces el más sugerido y comentado el avión Legacy 600 fabricado por la empresa Embrear de Brasil, sin descartar la revisión de otras alternativas más.



Fue finalmente en la administración de Evo Morales que se tomo la decisión de comprar el nuevo avión, y sin convocar a una licitación internacional como debió ser se optó por el avión ruso Antonov 148, compra que el mismo Presidente Morales en varias ocasiones anunciaba, defendía y justificaba, con bastante firmeza y convicción. Inclusive Morales, muy seguro, al igual que varios de sus ministros como el de Defensa, informaba que como compensación por la compra del avión Antonov los rusos instalarían un cetro de mantenimiento para esta clase de aviones en Cochabamba, ventaja que según Morales le había asegurado muy entusiasmado su colega, el Presidente ruso Dmitry Medvedev.

La aparente y firme decisión del gobierno de Morales mostraba al país la supuesta seriedad y libertad de un gobierno para decidir, con bastante certidumbre, las opciones más seguras y convenientes. En este caso, la compra de un nuevo avión presidencial por un total de 30 millones de dólares.

Por supuesto que las reacciones contrarias a esta decisión gubernamental no se dejaron esperar, sobre todo de los sectores más opositores al gobierno de Evo Morales, la mayor parte de éstas con argumentos poco consistentes, sobre todo aquellos que sin ningún fundamento cuestionaban las capacidades, oportunidades y hasta los supuestos costos futuros de mantenimiento y operación del avión ruso que se perfilaba, por la firmeza de gobierno, como el favorito para uso presidencial.

El Antonov es un reciente producto de la industria aérea rusa, cuyo primer vuelo comercial fue el 2 de junio de 2009 con la línea aérea Aerosvit, y es considerado como un posible futuro rival de los aviones norteamericanos Boeing 737.

Con una capacidad de 68 a 80pasajeros (dependiendo de la versión), puede levantar hasta 10 toneladas de carga, una altura de vuelo de un máximo de 12.200 metros, una velocidad máxima de 870 Km./hora y un alcance de 3500 kilómetros. Sin duda, iba más que a satisfacer las exigencias impuestas por el gobierno para un avión presidencial ideal para nuestro país.

La empresa rusa que empezó a comercializar el nuevo Antonov-148, la “Ilyushin Finance Co” (IFC), al comienzo del 2010 ya tenía en firme 56 pedidos dentro de Rusia y 54 acuerdos preliminares que incluían a “Cubana de Aviación” y, por supuesto, a Bolivia.

Cuando todo parecía estar definido con los rusos, sorpresivamente el gobierno boliviano cambió de decisión, al anunciar la compra de un avión francés Falcón para el uso del Presidente.

El repentino, curioso y extraño cambio de decisión desconcertó bastante al país, aún más al informarse que el Falcón francés costará mucho más que el Antonov ruso. ¡Nada más ni nada menos que 38 millones 700 mil dólares! ¡8 millones 700 mil dólares más que el Antonov ruso!

Esta nueva sorpresa del gobierno, a no dudarlo, le daba al país un sabor demasiado amargo, sobre todo por el cuestionado precio del avión francés, cuyas características y capacidades son bastante menores al avión ruso.

Los airados reclamos obligaron al gobierno a tratar de apaciguarlos con explicaciones nada fundamentadas, sin base profesional y, por demás, demasiado caseras.

“Es que el Presidente necesita de forma inmediata un nuevo avión presidencial para no seguir dependiendo del uso de aviones que generosamente le facilitan gobiernos amigos, como el de la Argentina o Venezuela, y tampoco depender de la poca seguridad que escasamente le brinda el ya viejo y cansado avión Sabreliner”.

Estamos muy de acuerdo con este argumento planteado por los ministros de Morales. De ningún modo negamos la urgente necesidad de contar con un nuevo avión presidencial, pero, ¿significa esto que debemos, ciegamente, pagar precios tan altos cuando sin antes haber consultado otros en el mercado internacional de aviones para uso presidencial?

Cierto, el Presidente Morales ya no puede seguir dependiendo para sus viajes de la voluntad de países amigos que le facilitan sus aviones, pero tampoco Bolivia puede cargar sobre sus espaldas con precios que resultan abusivos para la economía del país, sin antes revisar más ofertas en el mercado para un avión presidencial.

¿Qué pasó con la decisión por el avión ruso Antonov-148? ¿Qué es lo que realmente obligó a cambiar de opinión al gobierno e inclinarse por un avión más caro y con capacidades menores al Antonov?

Los numerosos cuestionamientos que surgían en todo el país obligaron nuevamente al gobierno a responder con argumentos poco creíbles, risibles y escasos: “no se llamó a una licitación porque temíamos que nadie se iba a presentar”.

Sin embargo, estaba ya la oferta rusa con el avión Antonov 148. Desde hace varios años atrás ya se conocía la oferta de Brasil a través de la empresa Embrear con el avión Legacy 600 (por casi 30 millones de dólares), y al final la que dio la sorpresa, la oferta de la empresa francesa Dassault con el avión Falcón, con 38 millones 700 mil dólares. Y ahí tiene el gobierno, por citar sólo tres ofertas, que ya habían varias empresas de aviación que sí se hubiesen presentado a cualquier licitación que el gobierno estaba en la obligación de convocar.

Si se hubiese convocado a ésta no nos hubiésemos quedado con la duda de saber que en el mundo sí existen más empresas que ofrecen aviones para uso presidencial; distintos modelos, tamaños, precios, con tecnologías diversas y avanzadas, etc., como la sobresaliente Bombardier Aerospace de Canadá, la Gulfstream Aerospace Corporation que es un gigante de la aviación en Estados Unidos, junto a la Raytheon Beechcraft; la sorprendente Embrear de el Brasil, las emergentes Yakolev y Antonov de Rusia; la afamada Avro BAe de Inglaterra, la Donier de Alemania y hasta las imponentes Boeing de los Estados Unidos y Airbus de Europa, con aviones en tamaños y precios razonables para uso presidencial.

La indiscutible y magnífica Dassault de Francia no es la única en el mundo.

El Falcón francés está clasificado dentro de la categoría de los aviones ejecutivos. Esa clase de aviones se han caracterizado, años atrás, por haber sido contemplados sólo para el uso de empresarios pudientes, gobiernos con bastantes recursos económicos y para empresas de transporte privado con demasiado lujo y confort.

Con el correr de o años hubo un importante cambio de mentalidad; antes el uso de una nave propia, dentro la clase ejecutiva o corporativa, se veía como un objeto de estatus y no como algo práctico; hoy en día este concepto cambió radicalmente.

Ahora el avión corporativo, el ejecutivo, es considerado como una valiosa herramienta de trabajo que posibilita rápidos desplazamientos, flexibilidad operativa, etc.

Otro de los factores que está contribuyendo a la mejora en la oferta de esta clase de aviones (sobre todo en precios) es la del “valor del usuario”, “del empresario”, “de los Presidentes”, lo que ha llevado a las empresas a tomar más conciencia de la necesidad de reducir no sólo los tiempos de operación de estas naves, sino también desde los costos de mantenimiento hasta los de adquisición para que sean accesibles a presupuestos a tan limitados, como los de la mayor parte de América Latina.

El Dassault Falcón es uno de los orgullos de la industria aérea de Europa, que incorpora lo último en tecnología de navegación, un magnífico avión… pero muy caro para la economía de un país como Bolivia.

Cuando el gobierno lo presentó al país anunciando con toda impavidez su precio, 38 millones 700 mil dólares, se exigía lo más obvio y lógico: que se presentasen y comparasen otros aviones, otros precios con sus ventajas y desventajas; pero no ocurrió nada de eso, funcionarios del gobierno se limitaron sólo a hacer ociosas comparaciones del avión Falcón con el viejo Sabreliner, como si fuéramos unos verdaderos tontos para no darnos cuenta de lo absurdo y ridículo que era el comparar un avión moderno, el Falcón, con un avión ya bastante viejo y cansado, el Sabreliner.

No se atrevieron a hablar ni mucho menos a mostrar las ventajas tecnológicas, y de precios, de otros aviones que podían ser rivales del Falcón; por el contrario, muy apresurados, que extraño, concretaron el pago de un adelanto por el avión francés, cerrando así la evidente obligación y posibilidad de evaluar otras opciones, sobre todo en precios, en el mercado internacional, que de seguro hay más de una y más razonables que 38 millones 700 mil dólares.

Hacen lo posible por convencernos sobre la tecnología que llevará a bordo el Falcón, de la que no dudamos; capacidad para volar y aterrizar con densas nieblas, vuelo con seguimiento del avión en mapas digitalizados en pantalla, etc., etc.

Pero si en la historia de la aviación los primeros, y líderes, en la tecnología aplicada a la aeronavegación (aviónica y/o instrumental electrónico), han sido, y son, los Estados Unidos, quienes revolucionaron, hace años atrás, la tecnología aérea al ser los iniciadores de el uso, por ejemplo, de los mapas digitalizados en pantallas para vuelos, más conocidos como los Sistemas de Información Geográfica (SIG o GIS, Geographic Information Systems), los famosos GPS (Sistema de Posicionamiento Global), además de otros impresionantes avances tecnológicos, como el arte de la electrónica para aterrizar en pistas completamente cubiertas de niebla; avances tecnológicos que cualquier persona, sin necesidad de ser experta en aviación, puede verificar en los imponentes y avanzados aviones Gulfstream, y en los de la Raytheon Beechcraft, ambos de los Estados Unidos; o en los extraordinarios pura sangre Legacy 600 de Brasil, y hasta en los magníficos Challenger del Canadá; tecnologías a las que difícilmente, especialmente a la norteamericana, pueden aproximarse, peor aún, intenten los franceses superarla.

¿Qué el Presidente Morales no puede seguir esperando un año más hasta que fabriquen un nuevo avión con un precio, quizás, más razonable y prefirió un Falcón por 38 millones 700 mil dólares, desechado por el Manchester de Inglaterra?

Es decir, que el Presidente de Bolivia no tiene la paciencia suficiente para esperar un año más para un nuevo avión presidencial y esto va a costarle al país más de 30 millones de dólares?

Pero, mientras el Presidente del país tuviese la voluntad para hacerse de algo más de paciencia que le permita al país esperar por la construcción de un nuevo avión más razonable en precio, ¿no sería posible habilitar, temporalmente, uno de los aviones BAe 146 que actualmente opera Transporte Aéreo Militar de la Fuerza Aérea de Bolivia FAB para uso presidencial?

En Inglaterra, por ejemplo, para uso presidencial y para la Reina Isabel, el gobierno británico adaptó un avión BAe 146, con excelentes resultados; ¿no pueden hacer algo semejante en Bolivia?, el TAM opera más de 5 BAe, uno de estos fácilmente puede ser destinado para uso presidencial mientras se espera la construcción de un avión nuevo y con un precio más razonable; no hace mucho, precisamente un BAe 146 de la FAB trasladó, en un vuelo presidencial, a Evo Morales hasta la Argentina.

De seguro que si evaluamos las ofertas en el mercado, nos encontraremos con una diversidad de naves, con bastantes ventajas para su compra, con precios muy asequibles a la economía de nuestro país; desde los muy avanzados y caros, como los Gulfstream, los Falcón, hasta los más razonables y competitivos, como el Legacy 600 o los Challenger.

Necesitamos un nuevo avión presidencial, estamos muy de acuerdo, pero con uno cuyo precio pueda soportar la espalda económica de nuestro país.