La sequía de los últimos 3 años y el reciente frío polar afectan a guaraníes y campesinos de varias regiones del país y muchos abandonan su comunidad en busca de comida y trabajo sostenible.
‘Autoexiolio’. En la casa de Mario Pascual, en El Cruce, sólo queda un catre y una radio vieja. Él y su familia se fueron en buscar mejores días
Roberto Navia, El Deber
=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas
Éxodo en el Chaco por los cambios climáticos
Hambre. La sequía de los últimos tres años y el reciente frío polar empujan a más familias guaraníes a hacer su equipaje y salir a las ciudades en busca de comida y trabajo sostenible
La última medida contra los caprichos de la naturaleza es el éxodo, esa decisión a la que los indígenas del Chaco boliviano están apelando para escapar del hambre que reina en las 318 comunidades guaraníes, donde los alimentos que cada hogar acostumbraba guardar en depósitos construidos con palos y cañas huecas no pasan de unas cuantas mazorcas de maíz y en muchos casos ya ni eso.
La crisis alimentaria que ahora más que nunca aqueja en la región chaqueña es el resultado de una cadena de efectos naturales que no han tenido descanso desde 2008. A fines de aquel año la sequía hizo su primer anuncio destruyendo por lo menos el 60% de lo que las tierras cansadas de los indígenas habían producido, y al año siguiente, sin tiempo para reponerse, la falta de lluvias eliminó el 80% de la producción de maíz, frejol cumandita y zapallo. En 2010, la escasez de agua puso fin a más del 90% de la producción y, por si fuera poco, el frío polar terminó con lo poco que les quedaba para aliviar el hambre: los peces de algunos atajados amanecieron flotando boca arriba, los animales de corral y silvestres, tiesos, en el piso, y las frutas de invierno quemadas por el hielo, aún en los árboles.
Ante ese panorama, la decisión tomada en las comunidades guaraníes fue marchar en busca de trabajo a Santa Cruz de la Sierra y a otros centros urbanos del país. Tan seria es la decisión que la diáspora indígena ya supera el 70% del éxodo natural que se venía dando en los últimos cinco años, cuando los hombres salían a la zafra cruceña, con un bolso en la mano con sólo algunas prendas de vestir, dispuestos a enviar una buena parte de las ganancias conseguidas por las horas de trabajo en los cañaverales.
Ahora, lo que está ocurriendo es que las familias enteras se llevan incluso hasta sus colchones y dejan sus casas de barro y palo, aseguran las puertas con alambre o trapo, y se mandan a mudar para trabajar en lo primero que encuentren.
Adán Antenor, dirigente indígena y actual presidente del Comité de Vigilancia de El Cruce, comunidad que está a 45 km de Gutiérrez (provincia Cordillera), revela que los que no logran engancharse en la zafra deambulan en las ciudades buscando empleos de vaqueros; cargadores de productos en los mercados, y las mujeres están tras de empleos en hogares particulares.
El pasado miércoles por la mañana, el surazo no se había ido de los pueblos guaraníes. Antenor, moreno, achinado y bilingüe (habla perfectamente el castellano y el guaraní), al toparse con una casa vacía dice: “Allá vivía Mario Pascual, su esposa y sus cuatro hijos”. El hombre apunta a una casita que está en la cima de una pequeña montaña. “Ahí no han quedado ni los perros”, remata. Antenor tiene razón. Todo está desolado. La puerta de un cuarto de barro está atada con un trapo negro. Lo desata y entra. En el interior sólo hay un catre viejo de madera y del techo cuelga una radio destartalada. Afuera, el viento silba y por el camino de tierra se ve a niños y mujeres mayores, cargando bidones que llenaron con agua obtenida en tanques comunales.
Los primeros indicadores de esa emigración los da un estudio realizado por Visión Mundial, la institución que trabaja al lado de los campesinos indígenas del país. Gualberto Carballo, representante de dicha institución, con oficina en Camiri, dice que la prueba de que mucha gente ha decidido irse a otros lugares está en los datos conseguidos en seis municipios de la provincia Cordillera y en dos del departamento de Chuquisaca, donde, hasta junio, se ha reportado que por lo menos mil familias, de las más de 14.000 (según datos parciales) afectadas por los efectos del clima, han dejado sus lugares de origen para intentar saciar su hambre en otros lugares. Pero estas cifras no son estáticas. Se mueven cada día. Carballo afirma que como los efectos de la sequía y de la helada avanzan a pasos agigantados, puede que ya no sean mil las familias que se fueron, sino por lo menos, 1.500. “En 2009 emigraron poco más de 400 familias y ahora estamos sorprendidos porque superan las mil”, resaltó. Si bien se trata de un fenómeno nuevo el que se está presentando este año, Carballo considera que, amparándose en experiencias pasadas, un 20% de los que se van ya no volverá.
Ever Sánchez, corregidor de la comunidad de Eiti, coincide con otros dirigentes de la zona cuando afirma que los que retornan lo hacen en peores condiciones de las que se fueron, puesto que para marchar se endeudaron y lo poco que ganaron no les alcanza para cubrir sus necesidades. “El remedio resulta peor que la enfermedad”, dice Aparicio Tuque, un padre de familia que el año pasado se fue a trabajar en la zafra y retornó a su casa con los bolsillos vacíos porque el dinero que ganó sólo le alcanzó para cubrir sus alimentos en la ciudad.
El Gobierno nacional, como medida contra los efectos del clima, declaró emergencia nacional en 16 municipios del Chaco y en cumplimiento de la normativa se está coordinando acciones para mitigar los efectos de la falta de agua. En los más de 30 pueblos a los que llegó EL DEBER durante el recorrido por los caminos de tierra que conectan a Abapó, Charagua, Boyuibe, Camiri y Gutiérrez, se repite el panorama. Hay casas con las puertas cerradas.
Los que quedan informan de que muchos se han ido. Si es mediodía, se ve una olla en el fuego y en su interior sólo tiene agua. “Agua con sal y unos granos de frejol cumandita es lo que ingerimos”, dice un lugareño. En otro lugar, la misma historia. A lo lejos se ven los depósitos de alimentos, y en ellos, apenas unas cuantas mazorcas de maíz, en otros, ya ni eso.
En riesgo ítems educativos y proyectos productivos
Hambre. Hasta junio se reportó más de 900 familias que emigraron, pero la cifra sube en pocos días. La ayuda llega, pero no es suficiente. El fantasma de la deserción escolar acecha
Silencio. Hay hambre en esta familia donde viven ocho niños y varias personas mayores. Lo que falta es comida
El Deber.- La emigración no sólo deja el dolor del abandono de la gente que se va, sino también otros efectos colaterales, como la deserción escolar y la postergación de algunos proyectos productivos. “Tanto se pelea para conseguir ítems en educación que, al salir los alumnos de las comunidades, las escuelas se quedan con pocos niños y por eso se va perdiendo esos cupos”, lamenta Gualberto Carballo, gerente de Visión Mundial con oficina en Camiri.
Por citar un ejemplo, dice que sólo en la capitanía Gran Kaipependi Karovaicho, en el sur de Gutiérrez, hay diez ítems en riesgo. “En este momento no sabemos a cuánto llegará la deserción escolar. Las mediciones se harán a partir del lunes, cuando los alumnos retornen a clases”, manifestó.
En la comunidad El Carmen, a diez minutos de El Espino (ruta a Charagua), la casa donde vive la maestra de la escuela está cerrada. “Se ha ido porque las vacaciones siguen a causa del frío. Ya vendrá este lunes y espero que la deserción escolar no sea masiva”, afirma el alcalde Carlos Ortega. Los habitantes de una media docena de comunidades dicen que cuando se va la gente se hace más difícil emprender proyectos comunales. “Sabemos que la unión hace la fuerza, y con cada familia que se va se derrumban las esperanzas de mejores días para los que se quedan”, dice Rafael Sánchez, de la comunidad de Tacobo, que se encuentra en la carretera entre Abapó y Charagua. En Cuevo y Macharetí se cerraron cinco proyectos de crianza de ovejas de pelo y en Gutiérrez siete programas de cría de pollo parrillero. “Todo por falta de maíz y porque la gente lo ha dejado todo y se ha marchado”, dice el director de Visión Mundial de Camiri.
Las mujeres se las ingenian al mediodía
Al mediodía tiene que haber algo para comer o para tomar. Esto lo sabe Lucrecia Segundo, dirigente de las mujeres indígenas de Pozo Arriba, y por eso ya aprendió a ‘inventar’ recursos para que la familia (los que quedan de ella) tenga algo para meterse a la boca.
“Un pedazo de sopaipilla, una sopa con frejol cumanda y arroz”, cuenta y asegura que ésa es la dieta que ahora queda. Si alguien tiene una gallina o una docena de huevos, prefiere venderlos porque con la plata se podrá comprar varios kilos de harina y con ella hacer panes para una semana. Modesta Salvatierra, dirigente de la asociación de mujeres de 18 comunidades guaraníes, reitera que el peso por ‘llenar la olla’ es una presión con la que se enfrentan cada día.
Las versiones
Gustavo García Oficial mayor, Charagua
“La sequía en Charagua tuvo una afectación del 65% en toda su frontera agrícola y en ganadería, un 90%. Eso quiere decir que muchos no tienen forraje para los animales y estamos en problemas con la seguridad alimentaria. No tenemos semillas para sembrar. Hay 17.000 familias, pequeños productores y pobladores, con economía de subsistencia”.
Ricardo Flores oficial mayor, Boyuibe
“El director del hospital de Boyuibe está haciendo un recorrido por las comunidades para tener datos sobre los efectos del clima en la salud de la población. Aquí las únicas fuentes de empleo son la Alcaldía y en los sectores salud y educación, pero sólo con trabajos temporales. Por eso mucha gente se está yendo a Santa Cruz y otras ciudades”.
Hernán vaque poblador guaraní
Yo soy uno de los que se ha quedado en esta comunidad que se llama Pozo Arriba. Mi hijo se ha ido a buscar maíz porque el troje (depósito) está vacío. No queda ni un grano. Por eso, mis nietas también ayudan. Esta mañana ellas han encontrado pececitos muertos a la orilla de un atajado. Esos animalitos serán el almuerzo de hoy. Después de tiempo volveremos a comer carne”.
Gobierno minimiza los efectos de la sequía y la helada
LOS PEDIDOS DE AYUDA AUMENTAN
Chuño desperdiciado por una riada en Torre Torre, Tiquipaya. – López Gamboa Carlos Los Tiempos
Por Redaccion Central – Los Tiempos – 25/07/2010
El Gobierno minimizó ayer los efectos del clima en cuatro regiones del país y negó que se aproxime una escasez de alimentos, a pesar de los pedidos de ayuda y declaraciones de emergencia en varios municipios por las heladas y la sequía.
Autoridades de La Paz y de Beni informaron este sábado sobre la crisis que han provocado los fenómenos climáticos en varias zonas.
En un informe oficial, el Ministerio de Desarrollo Rural y Tierras limitó el impacto de los fenómenos climático a sólo algunas zonas y dijo que las noticias sobre el fallecimiento de 157 torillos desnutridos que eran transportados de Beni a Santa Cruz y sobre pérdidas de cultivos en los valles y altiplano son infundadas “porque carecen de rigor técnico y pecan de irresponsables porque están provocando un clima de agio y especulación en los mercados de alimentos de primera necesidad, en perjuicio de la población en general”.
El documento, que hace un análisis técnico de la situación en 31 municipios de cuatro regiones de Bolivia, señala que a pesar de la intensa nevada en varias regiones del occidente y los surazos en oriente, la “seguridad y soberanía alimentaria están garantizadas y no se avizora una crisis de provisión de alimentos, como se había anunciado en algunos medios de comunicación”.
En tanto, seis municipios de la provincia Inquisivi de La Paz reportaron daño a su producción agropecuaria debido a las heladas, dijo la responsable de Emergencia de la gobernación paceña, Fidelia Muchaca, informó ANF.
Los municipios afectados son Colquiri, Inquisivi, Quime, Cajuata, Ichoca y Licoma Pampa.
En Beni, los municipios de San Borja, Santa Rosa y Reyes sufren por la sequía que genera incertidumbre y preocupación en la actividad ganadera y agrícola porque hace más de tres meses que no llueve, indicó el subgobernador de la provincia Ballivián, Luis Núñez Moreno.
Diagnóstico oficial
“Si bien estamos en época de ausencia de lluvias, no se podría hablar de una sequía actual”, dice el informe de la Unidad de Contingencia del Ministerio de Desarrollo Rural.
El documento dice que el invierno se caracteriza por tener muy baja precipitación y frentes fríos y húmedos (“surazos”) que son la base para las siembras de cultivos de invierno, “es decir, son beneficiosas para el trigo y soya, en la zona del trópico”.
Agrega que la helada es una característica de todo el altiplano para la época de invierno y que es frecuente en los valles altos. Dice que en ambas zonas no hay grandes problemas.
El viernes pasado, 12 municipios de la mancomunidad del cono sur de Cochabamba, zona de puna y altiplánica, se declararon en emergencia por las pérdidas registradas por los agricultores y pidieron ayuda al Gobierno.
“Surazo”
Cultivos afectados por la helada en Vallegrande. – El Deber Agencia
“El ´surazo´ de la anterior semana se ha caracterizado por llovizna, alta humedad y fuertes vientos del sur. La llovizna y humedad son dos condiciones deseables para los cultivos de invierno en el trópico, pues son la fuente de agua para los mismos. Por tanto, no ha existido helada en el trópico, ha existido un ´surazo´”, señala el informe técnico gubernamental.
El diagnóstico indica que algunos municipios de Santa Cruz han sido los más afectados por la helada y los cultivos más dañados son el maní, frejol y maíz en la zona del Chaco.
ALTIPLANO
El informe dice que la situación ganadera bovina de la zona es normal, dado que los hábitos de manejo tienen que ver con la protección de los animales y la administración de henos, pajas (forrajes) y concentrados para pasar el invierno.
“Los camélidos y ovinos son pastoreados en los bofedales, los cuales mantienen una baja oferta de biomasa en volumen, pero de alta importancia nutricional”, indica.
Agrega que se pastorea en zonas que presentan arbustos.
VALLES
El Gobierno señala que hablar de una masiva pérdida de cultivos en esta zona no es pertinente ni técnicamente demostrable.
“Uno de los cultivos más importantes en la época es la papa Mishka o papa de invierno, que sólo se ha visto afectada parcialmente en zonas de mucha altura”, añade.
Agrega que la ganadería en el valle está basada en forrajes conservados como heno, ensilaje y pajas de cereales, así como en cultivos de alfalfa debidamente irrigados.
TRÓPICO
Indican que en el norte de La Paz la ganadería no ha sido afectada porque el frente frío llega muy atenuado a esa longitud oeste.
En el trópico cochabambino, dice el informe, sólo hubo reportes de que el banano y la piña fueron afectados regularmente y que el efecto se notará en los próximos meses en una producción ligeramente menor en tamaño de los frutos.
En Beni, “la situación es normal” y que la llegada del frente frío ha ocasionado muertes de animales flacos, enfermos y terneros.
CHACO
“Una de las situaciones más preocupantes es la baja disponibilidad de agua para el ganado en el Chaco, característica de la época y también de alimentos, la cual está heredada de las bajas y/o irregulares precipitaciones de la anterior época de lluvias”, señala el informe.
Añade que el Gobierno distribuye alimentos concentrados de alto valor en la zona afectada de los tres departamentos (Santa Cruz, Chuquisaca y Tarija), en coordinación con ganaderos y autoridades locales.