Esa maldita…


cayetano2 Entre paréntesis…. Cayetano Llobet T.

Cristina Fernández de Kirchner, Presidenta de Argentina, la detesta de un modo visceral. Néstor Kirchner, cónyuge, co-presidente, socio en los negocios con Venezuela, empresario multiplicador de fortuna al amparo del poder, aspirante a Presidente de Argentina, comparte el odio a esa maldita. Y los dos tienen razón. Si no fuera por ella, cuántas cosas no se hubieran sabido.

Hugo Chávez le tiene rabia. La combate con todo lo que puede y no oculta su rencor cuando la mira. Le resulta imposible convivir con ella. Evo Morales la detesta y en su gobierno se ha tratado de eliminarla. De hecho, en la televisión, lo ha conseguido. Lo que queda de ella se desliza como puede entre página y página. Para acabar con ella, ha contado con la colaboración de más de un empresario miedoso que fue convencido de que ella, la maldita, es muy mala compañía. Que acarrea peligros y que es mejor que no la vean con ellos. Miedo que comparte más de un Director que ha elegido una compañía más grata y menos peligrosa: la prudencia.



Fidel optó por la solución más radical: la asesinó… ¡eso cree!  Él no anda con vueltas y asumió rápidamente que su presencia en Cuba era un obstáculo para los grandes logros de su revolución socialista. La condenó a muerte, la ejecutó y, a pesar de haberla rematado varias veces, se inflama de ira cuando esa maldita intenta resucitar y lanza unas miradas como si estuviera viva.

Y hay que ocuparse de la maldita, porque Cristina Fernández de Kirchner, quiere matarla, por lo menos herirla, ponerla en dificultades. Ella, la maldita, sigue siendo un problema para la permanencia indefinida en el poder de la nueva versión conyugal del peronismo, ya que no es la primera. Ellos, los Kirchner,  siempre que tienen dificultades, se olvidan de la ética  -si alguna vez la conocieron- y acuden a todo, absolutamente a todo. Juegan con la memoria, utilizan a los muertos, se apropian del dolor de años de infamia represiva, inventan, preparan croquetas de mentiras con restos de verdades sucias, manipulan testimonios y utilizan los nombres que les conviene. Hoy tienen en la mira a tres protectores de la maldita: Clarín, La Nación y La Razón. Cuánta rabia les tienen y hay que ver todo lo que han hecho para ponerles todas las dificultades posibles. Hay que hacer que bajen esa bandera maldita: la opinión.  No hay cabeza totalitaria que la tolere. Porque esa señora, la opinión, tiene una experiencia incomparable de supervivencia en las peores condiciones. Como no tiene una forma corpórea definida, como sus perfiles se van adecuando a las dificultades que encuentra, es difícil matarla. Se mete por las rendijas, siempre llega a lugares donde no la quieren, es terriblemente intrusa.

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Hoy, pobre Cristina, está convencida de que el refugio de la maldita es el papel. Tiene razón en algo que Clarín recordaba en  su editorial de denuncia: “La palabra impresa sigue siendo la  versión más perdurable del sentido de la libertad y de la crítica”. Pero no sabe que la opinión traspasa el papel. Tan no lo sabe, que con ese aire autoritario combinado con un toque de femme fatale, siempre rodeada de sonrientes y arrobados aplaudidores, ha logrado que el mundo la esté mirando como a una de las enemigas de la libertad de expresión.

Cristina Fernández de Kirchner no sabe la enemiga que tiene. Es maldita en serio, es más vieja, tiene más experiencia, nadie la ha podido eliminar definitivamente, termina sobreviviendo a todo, ha vencido a sus más feroces enemigos… ¡maldita opinión!