La ofensiva


Joaquim Ibarz

Joaquim-Ibarz Chávez ha emprendido la última fase de la campaña con una estrategia militar, y anuncia que después de los comicios viene "la ofensiva". La expresión viene al pelo. Proviene de ofender, y si de ofensas se trata, no falta un día en que no haya habido un ataque contra alguien. Con la ofensiva se pretende una atmósfera de imbatibilidad, nublar la iniciativa al contrario. Se quiere crear un clima de desconfianza tal que al opositor le parezca absurdo salir a la calle. No se trata de vender falsas ilusiones, pero la manera desbocada con la que Chávez se manifiesta podría presagiar resultados electorales poco convincentes para su proyecto autoritario. Hasta el domingo, Venezuela seguirá viendo a un Chávez multiplicando las becas, reinventando fracasadas misiones sociales e inaugurando por tercera vez la sala de algún hospital abandonado. Los analistas advierten que el Gobierno comenzó lo que podría ser el asalto final a la democracia. Son tantos los ataques a tantos flancos que la ofensiva podría ser total. Lanzarse a una batalla contra la Iglesia católica, tildándola de golpista, oligarca y aliada del imperio, mientras las autoridades eclesiásticas le responden con el silencio, no le crea más angustia y termina por dejarlo hablando solo, lo que conduce a que Chávez opte por una mayor radicalización, dando la razón a quienes le acusan de llevar al país a una mala copia de Cuba. Chávez es impredecible y no pocas veces actúa de modo irracional. Pero una cosa es segura: en el fondo es un hombre asustado. El 26 de septiembre se ha vuelto su peor pesadilla, de la que no halla el modo de despertar. …

La Vanguardia – Barcelona