Reflexiones post bicentenarias sobre Santa Cruz


maggy_talavera Urupesa urbana | Maggy Talavera | Periodista

Que Santa Cruz tuvo un Bicentenario sin debate. Que acá hay un vacío político. Que sus elites están divididas. Que lo que les importa a muchas de ellas es sólo asegurar sus negocios o que nada empañe a Expocruz. Que otros se bajaron los pantalones. Que no hay líderes esclarecidos, comprometidos y vigorosos. En fin, reclamos no faltaron en vísperas del 24 de Septiembre, fecha del Bicentenario de la gesta libertaria cruceña. Y no es que faltaran razones para reclamar; sobraron motivos para hacerlo. Lo que sigue faltando, sin embargo, es claridad en los reclamos y, no pocas veces, honestidad al hacerlos. Por ignorancia, muchas veces, y otras tantas porque nos cuesta salir de las casillas mentales en las que nos hemos dejado encerrar a costa de tantos martilleos de un lado y de otro, cargados de clichés, prejuicios y medias verdades sobre Santa Cruz.

Para comenzar, habrá que aclarar que debate sí hubo. Varios e intensos, pero ninguno de ellos en el seno de la institucionalidad formal ni alentados por medios tradicionales de comunicación. Debates sobre las razones del pragmatismo de algunos sectores empresariales y económicos; sobre el vacío de poder político que genera “la ausencia de conciencia de clase dominante de su burguesía” o “el carácter aún provinciano de la sociedad cruceña y sus grupos de poder”, como los describe Susana Seleme desde su formación marxista; sobre la identidad cruceña, sobre qué se entiende hoy por cruceñidad, por Ser cruceño y muchas otras aristas que emergieron del ciclo de coloquios que sobre estos temas organizan SemanarioUno y Revista AlmaZen. Y muchos debates más abiertos en las redes sociales y en otros espacios no tradicionales, pero provocadores.



Lo que sí es difícil de rebatir es que, pese a esos debates abiertos al margen –y muchas veces, a contra corriente- de los espacios oficiales, poco es lo que queda con suficiente fuerza como para romper estereotipos, clichés y prejuicios que persisten sobre Santa Cruz; o como para superar la barrera impuesta por los propios cruceños para una mejor y justa comprensión de Santa Cruz. Por ejemplo, para comprender por qué Santa Cruz no es capaz de consolidar estructuras políticas que le permitan asumir un rol protagónico en la política nacional y, por el contrario, sigue frenada por sus propios líderes formales a continuar siendo sólo “el motor económico” de Bolivia. Un extremo que seguimos viendo hoy, cuando son algunas de sus propias elites intelectuales las primeras en negarle a Santa Cruz esta posibilidad, argumentando otra vez que “no es el momento” y trabajando, más bien, para nuevas opciones políticas de Occidente.

Lo digo no solo por la emergente candidatura de Juan Del Granado, a la que ya apoyan como la “opción única” frente a Evo Morales. Ya lo hicieron antes con René Joaquino, Alejo Véliz, Víctor Hugo Cárdenas, Tuto Quiroga y Manfred Reyes Villa, por citar algunos de los más recientes. ¿Cuándo pues será el momento de Santa Cruz? ¿Cuando ya no haya más Expocruz? ¿Cuando los sectores económicos no tengan más ganancias que asegurar? ¿O cuando por fin, como dice otra vez Seleme, los cruceños nos demos cuenta que los cambios no vendrán porque cambie el Comité pro Santa Cruz, o cualquier otra estructura de la institucionalidad formal cruceña, sino sólo cuando seamos capaces de transformar la visión de mundo que tenemos? Yo me hago eco de las reflexiones de Susana, porque me ayudan a comprender mejor las limitaciones de unas elites dirigenciales cruceñas, alimentadas por “la ausencia de una clase proletaria contestataria y de una intelectualidad o elite que le diera a la sociedad… la idea de justicia y la solidaridad de clases…”

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En fin, que este debate sobre Santa Cruz está lejos de no existir y menos de acabar. Por el contrario, apenas está retomando impulso de la mano de reflexiones como las que hace Susana Seleme y muchos más, con la clara intención de provocar la participación decidida de quienes están dispuestos a dejar de reclamar, criticar y exigir cambios, ya no desde los escritorios, sino desde la práctica política. ¡Ay, palabras difíciles de decir en voz alta en una sociedad que alimentó la idea de que “política” era mala palabra! Bueno, tendremos que comenzar a cambiar por aquí, a dejar de creer que la práctica política está reñida con “la moral y las buenas costumbres”. Y a trabajar para cambiar, pero en serio, nuestra visión de mundo.

Santa Cruz, 25 de septiembre 2010 | Página Siete