Orlando Ochoa Terán
Por cerca de una década el presidente Chávez ha denunciado, ante propios y extraños, la intención gringa de invadir y asesinarlo. Para confrontar a EEUU el gobierno bolivariano ha invertido miles de millones en armamento, los insulta en público y los adula en privado.
La retórica antiimperialista del presidente Chávez cambió cuando Barack Obama asumió la presidencia de EE UU y se materializó con una ofensiva “bromantic”, como llaman en Facebook a la conjunción “brother” y “romantic”, desplegada por el líder bolivariano para seducir a Barack Obama en la Cumbre de las Américas, que tuvo lugar en Trinidad en abril de 2009.
Desde entonces habían cesado las acusaciones para devenir recientemente en una pintoresca política de acusar al “imperio” de invasión y magnicidio pero sin implicar en estas malignas intenciones al presidente Obama, tal como solía hacerlo con George W. Bush. En la última visita a la ONU dijo que ya no olía a sulfuro sino a “esperanza” (?).
La pasada semana, en medio de un choteo, el presidente Chávez se refirió al chiste del presidente Obama de desviar el avión presidencial para visitarlo. Aprovechó esta burla para darle la bienvenida, invitarlo a comer arepas socialistas y pasear por las calles de Caracas, asegurándole que “el pueblo lo saludaría con afecto”. De paso, en lo que parecía un mensaje subliminal, se ofreció como visitante en la Casa Blanca.
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Surrealismo bolivariano
A horas de esta seductora incursión, en medio de la solemnidad del Salón Elíptico, como si el día anterior hubiera ocurrido en otra dimensión, regresó al ritornelo de la invasión y el magnicidio. “En Washington” –dijo- “se ha instalado una cumbre de terroristas, una verdadera patota de delincuentes, estafadores, terroristas, ladrones y malandros” avalados no sólo por prestigiosas figuras de la extrema derecha republicana sino también del partido demócrata…”. No insinuó asociación alguna con el presidente Obama.
De acuerdo a la Ley Hughes-Ryan de 1974 toda operación encubierta de inteligencia de EE UU debe ser firmada por el Presidente. No obstante el presidente Chávez ha oficializado la ficción de que el presidente Obama, ignora las maldades del imperio. Nótese que ninguno de los paniaguados bolivarianos que solían insultar a George W. Bush, se atreven con Obama. Ni la gringa Eva Golinger, en su desvarío por traicionar a su país, se ha atrevido a quebrantar el surrealismo bolivariano.
Este lunes el coqueteo adquirió un nuevo nivel. El presidente Chávez, refiriéndose a las revelaciones de Wikileaks en las cuales se destacaban análisis y opiniones de decenas de diplomáticos de EE UU y de otros países, responsabilizó, no la administración Obama, sino a la secretaria de Estado Hillary Clinton. Con el ánimo de enfatizar a quien favorecía, comentó que Clinton se creía superior a Obama “porque es blanca”.
Ofensiva seductora
En esta pintoresca duplicidad el gobierno bolivariano ha invertido una fortuna en Washington. Así lo prueban los registros de la unidad de propaganda de la Embajada de Venezuela en Washington, Latin America Information Office, en la sección dedicada a los agentes de influencia (FARA) del Departamento de Justicia (registro #5609).
En efecto, en los meses que precedieron al 31 de agosto de 2009, esta unidad de la Embajada de Venezuela declara haber invertido $198.000.00 “para contactar funcionarios del Congreso de EE UU e identificar vías en las cuales mejorar las relaciones bilaterales en anticipo a la Cumbre de las Américas en Trinidad”. ¿Estaba advertido Obama de la coreografía de Chávez en la Cumbre?
Durante el mismo período esta unidad, que está administrada por gringos, hace constar que gastaron $814.000.00 “en contactar a representantes de los medios, asociaciones civiles, universidades y miembros de las iglesias para organizar almuerzos y eventos, diseminar material informativo y contactar miembros del Congreso para discutir las relaciones con EE UU, con Citgo y condenar la intervención de Colombia en la región”.
Al tiempo que estos gringos, alquilados por la Embajada de Venezuela, derrochaban estas exorbitantes cantidades de dinero en adular a funcionarios de EE UU en nombre del presidente Chávez, éste desde Cumaná, dos días antes de comenzar la cumbre, amenazó al imperio con “artillería pesada” y juró que “hasta las piedras hablarían” en Trinidad. Evo Morales, Daniel Ortega y Raúl Castro, que lo acompañaban, se mostraron impresionados de tanto antiimperialismo.
No obstante, de aquel león que rugía en Cumaná, Obama sólo oyó en Trinidad a un trémulo y edulcorado maullar de gato siamés que le susurraba al oído: “I want to be your friend”.
Inteligencia Corporativa