Paulovich
“Esta noche es Nochebuena y mañana es Navidad, saca la bota María que me voy a emborrachar”. Esta copla española me la enseñó mi esposa en la primera Navidad que celebramos en Cochabamba luego de casarnos en Madrid para repetirla siempre en un día tan especial como éste.
Sin embargo, las circunstancias especiales que hoy rodean mi vida me obligaron a cambiar un poco la copla y dedicarla a mi comadre, que acudió a casa para preparar la fiesta navideña, teniéndole que cantar acompañado de mis castañuelas: “Esta noche es Nochebuena y mañana es Navidad, saca la chicha Macacha que me voy a emborrachar”. Y una tinaja de chicha punateña fue colocada en un sitio fresco del jardín donde fue puesto el zumo del maíz cochabambino.
Para mantener la alegría y la paz en nuestra reunión familiar acordamos con mi pariente espiritual que sólo beberíamos una tutuma de chicha al iniciarse la fiesta de Nochebuena e igual cantidad de la bebida sería invitada a cada uno de los asistentes al llegar éstos a la reunión, como hacen los rusos con sus huéspedes: te saludan afectuosamente y te invitan a beber un vodka puro servido en una pequeña copa helada.
Mi comadre me dijo en la oreja que se aprestaba a preparar una picana para esta noche, algo que me asustó porque también lleva el nombre de ‘picana eléctrica’, un sistema de tortura tradicional en nuestra policía política desde hace varias décadas y que seguramente sigue funcionando para obtener declaraciones, como sucedió en el caso célebre del señor Olorio, que murió en una oficina policial por ‘infarto testicular’.
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Vi la destreza de mi comadre Macacha para cortar magistralmente las carnes de res, de chancho y de pollo que luego echaría a cocer para darle sustancia y sabor a la picana de Nochebuena, y al advertir su pericia en el manejo de los cuchillos preferí retirarme del lugar sin decirle la cantidad de grasas y de aderezos picantes que lleva la picana boliviana, a la que alguna vez me atreví a calificar como ‘plato póstumo’; sin embargo, hoy quiero prevenir a mis lectores que sufren de algunas deficiencias hepáticas.
Alisté música navideña con villancicos españoles que cantaron mis hijos en otras nochebuenas y que ahora lo cantan mis nietos, algunos de los cuales ya son ‘k’aspotes’ y tienen gruesas voces.
También he invitado para esta Nochebuena a algunos niños que viven en las cercanías de mi casa para que con sus instrumentos navideños vengan a adorar al Niño Dios que traje de Madrid y que renace cada año en el pesebre de Belén que armamos en su honor.
Vendrán mis tíos Pelópidas, Huevastián Empédocles y también estarán mis tías Encarna y Purita, así como mi tía Semáforo, llamada así porque nadie la respeta después de las diez de la noche.
No hablaremos de política porque no hay que hablar de cochinadas en una noche tan pura.
El Deber – Santa Cruz