Soberana escasez

Gary A. Rodríguez

GARY ¿Sabía Ud. que la subida de precios de los alimentos en el mundo no es una novedad, sino que había sido advertida hace varios años? No sólo la FAO sino el Departamento de Agricultura de EEUU (USDA), el Banco Mundial (BM) y otras entidades señalaron sobre el peligro de una crisis alimentaria mundial. Sin embargo, frente a tal panorama apocalíptico, dijeron también que la crisis podía ser una oportunidad de desarrollo para quienes hicieran bien las cosas. Para los que no lo hicieran, la crisis terminaría convirtiéndose en un gravísimo problema.

Cuando un alimento básico escasea o cuando existe en el mercado pero su precio es tan alto que no es asequible para las personas de bajos ingresos, hay una crisis alimentaria. El BM acaba de informar que desde junio del 2010 a la fecha, 44 millones de personas se empobrecieron por la subida del precio de los alimentos. El FMI y el BM han sentenciado además que “los altos precios de los alimentos vinieron para quedarse” y que había que acostumbrarse a ello.



Los países que avizoraron a tiempo tal amenaza y actuaron en consecuencia, tienen hoy sus mercados bien abastecidos con su producción, y exportan sus excedentes aprovechando los altos precios internacionales. Quienes no hicieron bien las cosas y tuvieron más bien políticas “reactivas” —aun aquellos que se equivocaron “de buena fe”— son hoy más vulnerables y dependientes del abastecimiento externo, y tienen que importar alimentos que antes producían en demasía y que ahora los deben comprar caro para subsidiarlos y venderlos barato en sus mercados, con graves repercusiones económicas y sociales.

Siendo que algunas causas que explican la subida de los alimentos a nivel mundial se tornan estructurales y es poco lo que se puede hacer frente a tales “externalidades”, resta tener la suficiente inteligencia para perjudicarse lo menos posible o —idealmente— sacar un rédito produciendo más, para lograr la soberanía alimentaria y alimentar a un mundo que padece hambre. Si el cambio climático —traducido en sequías, heladas, inundaciones y plagas— vino para quedarse también y si el cultivo tradicional ya no rendirá igual, habrá que entender de una vez que sin la biotecnología será imposible enfrentarlo con éxito.

Porque la soberanía alimentaria más que un problema de la industria, es un problema de materia prima. En el caso del azúcar, p.ej., el problema no son los ingenios, sino cómo producir más caña. ¿Servirá de algo tener uno o dos ingenios adicionales sin caña qué moler? El productor agrícola quiere reglas claras, seguridad jurídica. ¿Qué pasará –v.gr.- si los zafreros se niegan a cortar caña fresca? ¿Se permitirá a los productores quemas controladas de su cañaveral sin declararlos transgresores de la ley para quitarles su tierra? Y, con carácter transversal: ¿tendrá el agricultor que reforestar el 40% de su tierra de cultivo, como se ha dicho? ¿Deberá respetar a la “pachamama” y no sembrar por dos años? ¿Habrá suficiente diésel, se facilitará fertilizantes, se permitirá usar semillas transgénicas, estarán los caminos expeditos? La consecuencia de la siembra de dudas, es la baja cosecha de alimentos.

“El éxito de la soberanía alimentaria empieza por entender al agricultor, pero no se lo está tomando en cuenta”, me dijo preocupado un productor a quien admiro —no sólo por su sabiduría— sino por su tesón para generar alimentos para los bolivianos, contra viento y marea, sean éstos neoliberales o plurinacionales

La Razón – La Paz