Zombies cubanos

Gregorio Belinchón

Castro A falta de un puñado de películas (pequeño, que la sección oficial se está acabando) y del fin de semana (aunque el palmarés se anuncia el sábado al mediodía, hay proyecciones hasta el domingo), el certamen de Sitges va rematando su cine. Hoy ha habido tiempo para zombies cubanos y militares colombianos, muestras muy diferentes a lo que nos tiene acostumbrados el cine latinoamericano.

Juan de los muertos es lo que es: no engaña a nadie. Comedia de zombies en la que los protagonistas intentan mantener su vida normal a pesar de lo que les rodea, lo que remite al buen cinéfilo a un filme de culto en este género como es Zombies party (Shaun of the dead), Juan de los muertos tiene coproducción española, lo que le ha ayudado en el remate final. Algunas risas, buen ambiente, pero deja el poso de que un guion un poco más elaborado hubiera alegrado el metraje, que a pesar de sus 94 minutos se hace largo. Referencias a la situación política y social, chistes sobre el comandante (si alguien sale atropelladamente a la salida, se perderá un guiño final a Castro) aunque con sangre y muertos vivientes.



A El páramo le fallan otras cosas. Está muy bien dirigida por el colombiano Jaime Osorio, con pulso, dejando a los actores que creen sus personajes. La atmósfera también está lograda, y el guion cumple los cánones… pero no deja de ser la típica historia de pelotón de soldados que llegan a una base de radio rodeada de una niebla tupida y misteriosa donde ha desaparecido el anterior destacamento, y solo queda una extraña mujer en el interior. Aquí la gracia está en jugar a que si la mujer es una bruja o una guerrillera, y a meter de paso reflexión sobre las barbaridades que se comenten en nombre de la ley. Entretiene.

Lo que dejó un extraño, por no decir mal sabor de boca fue Pollo con ciruelas, la nueva película de la comiquera francoiraní Marjane Satrapi, que repite como codirectora junto a Vincent Paronnaud tras su debut compartido en Persépolis. Al igual que Persépolis, Satrapi adapta otro de sus famosos cómics, pero en esta ocasión opta por actores de carne y hueso (el prota es Mathieu Almaric) con decorados eso sí, de tebeo y algunas secuencias de animación. El pollo llega crudo a las salas.

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El País – Madrid