Sin Dios ni ley

Carlos Cordero Carrafa

CORDERO La cumbre convocada por el MAS y el Gobierno del Estado Plurinacional ha puesto en evidencia que tiene mucho entusiasmo pero también desorganización. No tiene reglas claras, de carácter interno y conocidas con anticipación, que permita la adecuada y equitativa participación de todas las corporaciones, sindicatos, militantes y simpatizantes invitados. Todo se hace en el marco de la deleznable metafísica popular: “de la cumbre su agenda lo haremos” y porque “ahora que tenemos, bien le cascaremos”. Nadie sabe cuánto tiempo tienen los invitados, individual o colectivamente, para hacer uso de la palabra ni quién tiene la representación de las delegaciones. Menos saben si existe libertad de opinión, por ello es preferible hablar de las cosas que no irritan al Gobierno y más bien le agraden.

Por ello nadie habla de cero tolerancia con el narcotráfico, con el contrabando, con la violencia ciudadana y doméstica; pago universal de impuestos, incluidos los transportistas, comerciantes minoristas y propietarios agrarios; solidaridad y bono de discapacidad para los integrantes de la marcha invisible. Tienen, eso sí, los patrocinadores de la cumbre, enorme influencia sobre los funcionarios gubernamentales e importantes recursos humanos a su disposición y sobre todo económicos. El tiempo del señor Presidente y de cientos de funcionarios gubernamentales no son considerados como gasto, y tampoco los viáticos por transporte, seguridad, alojamiento o alimentación se toman en cuenta a la hora de hacer balances, cada institución del Estado corre con los gastos de los “funcionarios en comisión”. Como debe ser, faltaba más. Por otra parte, entre los organizadores y promotores de la cumbre es inocultable el afán por llamar la atención de los medios de comunicación “para proyectarse políticamente”.



La cumbre si bien no tiene ley, tiene mucho marketing y la pretensión de imponer una agenda política a las entidades gubernamentales que los convocan. Vaya paradoja.

Lo que preocupa a los bolivianos de bien, no es el pliego de resoluciones que emitirá la reunión de amigos ni el derroche de buenas intenciones, sino la ausencia de Dios en la cumbre. Ni una sola frase de agradecimiento a Dios por los generosos dones entregados, tanto a nosotros, huéspedes y habitantes temporales de este territorio, como a nuestros gobernantes para que como autoridades trabajen por el bien común. Llama la atención tanta ideología y tanta ausencia de valores como la fraternidad, la solidaridad, la unidad, la igualdad de oportunidades, la reconciliación entre bolivianos y el fin de tanta confrontación y danza de acusaciones, rencor y discursos cargados de búsqueda de revancha y exclusión. Ojalá que la cumbre termine no solamente con una lista de temas y acciones que debería encarar el Gobierno, sino con sencillos, breves pero auténticos actos de agradecimiento y reivindicación de valores y conducta cristiana.

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La Prensa – La Paz