La hora de los zombies

Karen ArauzSon repetitivas las situaciones patéticas de nuestra política criolla –sin dejar de ser dramáticas porque afectan la vida misma de las personas- que podrían ser francamente cómicas. El gobierno vive bajo la impresión que tener cumbres de nombres impresionantes como bien han aprendido de la sopa de letras que son las albas, unasures y varios otros ensayos por el estilo, es lo que les da no sólo vigencia sino que les brinda imagen de autoridad.La Cumbre de Cochabamba, que pretendía mostrarse como un oráculo de donde surgirían las respuestas a las muchas preguntas que durante seis años se han empeñado a permanecer ocultas, como ser qué rumbo debe tomar la economía o cómo no quedarse sin el apoyo cocalero sin ser convertidos en un narco estado, fue una movida reunión de cofrades que han ideado la nada despreciable cantidad de ciento cincuenta leyes que deberá procesar la Asamblea Plurinacional como prolífica panacea a todos nuestros vacíos.Pero de las cumbres parece ser que la más provechosa es la política que SE tuvo la desinteresada generosidad de convocar en las últimas horas.Algunos, de frentón y mas avispados que el resto, se buscaron la vuelta para ni aparecer y otros, aparecieron pero con los pantalones plagados de alfileres que ni sentándose en la mínima punta de la silla podían disimular. SE con ese aire napoleónico que tan bien ha adoptado, no tuvo la más mínima delicadeza en aliviarles la situación, por el contrario les disparó con la gentileza de que fue un error invitarlos ordenando acto seguido el inmediato desalojo de la prensa. Con un anfitrión así, quién necesita enemigos. ¡Bingo! Los no funcionales -como estaba fríamente calculado- aunque con pecado original pues no es explicable que hayan siquiera asistido, se dieron por aludidos y salieron raudamente del salón. Si no estaban ahí para secundar, mejor que abandonaran la cancha. Simultáneamente, Canal 7 con esa profesionalidad que lo caracteriza, pasó sin trámites a poner un infantil grupo de baile folclórico al aire, como si nada de lo que estaba pasando fuera real.De los grandes personajes ausentes, uno ni siquiera haría escala en el aeropuerto y aterrizaría en San Pedro y el otro, tenía una cita importante a firmar su librito quincenal ante la fiscalía en Sucre. Redondeando, ambos son íconos de lo puntillosa que es la justicia en este país cuando de opositores se trata.Los que quedaron -portadores de insepultas siglas- y cuya legitimidad como representantes legales es muy dudosa, se regodearon dando sendas declaraciones en la sala de prensa de la Vicepresidencia, con un semblante mezcla de nostalgia de mejores días y retoñado protagonismo al tener una cámara que no sea la doméstica del domingo frente a ellos. Sus genuflexiones me recordaron a la de algunos extraños empresarios privados hace unas semanas en Cochabamba.Ciertos rostros de solemne circunstancia luciendo corbatas pasadas de moda, han sido de verdad patéticos. Desdibujados personajes a los que bien se recuerda por su persistente deambular por la periferia del poder durante décadas viviendo de glorias anheladas pero difícilmente alcanzadas. No tenían por qué solicitar al gobierno que al menos se frenaran las persecuciones y la judicialización de la política si querían compartir una mesa con ellos. A ellos nadie los molestó durante estos años y tampoco hay razón alguna para que eso suceda. La gran formación del consejo político permanente, arrancó sonrisas sarcásticas a SE. Las mismas que debe esbozar cuando recuerda la reunión de expresidentes, supuestos indispensables asesores del gobierno en el tema marítimo. Pasada la reunión las aguas volvieron a su curso y los convocados volvieron a sus cuarteles de invierno.Es remarcable la inagotable imaginación de los asesores presidenciales para inventar artilugios que desvíen la atención de la opinión pública hacia asuntos menos profundos como los múltiples conflictos en puertas, leyes cortas que serán autodestruidas o misteriosos muertos por sólo 17 balines de goma, entre otras delicadezas actuales.Pocos fracasos dejan a los actores tan satisfechos. Al menos el Vice (que es quien mejor hila) no podía disimular su contento. Y los supuestos líderes de los supuestos partidos políticos, tienen para rato tema de charla entre ellos y sus amigos de café. Historia dramática quedará mucha, pero ojalá que alguien también resalte este episodio en el sabroso anecdotario que nos están dejando como herencia vernacular.