Jaula nueva, pájaro muerto

Álvaro Riveros Tejada

riveros_thumb Los palacios eran las residencias reales donde generalmente vivía la nobleza o el alto clero; aunque también eran ocupados por los magnates burgueses. El origen de su nombre proviene de una de las siete colinas de Roma, el Monte Palatino, que era la residencia del emperador romano, mientras que el edificio sobre el Monte Capitolino, recibía el nombre de capitolio y allí residía el Senado. Se sobreentiende entonces que quienes moraban en esas mansiones, lejos de pertenecer a la chusma, eran personas poderosas que pertenecían a la más rancia aristocracia, incluyendo a la oligarquía formada por los nuevos ricos y/o los bandidos que habían amasado sus enormes fortunas como fruto de sus latrocinios.

Esta pequeña reseña viene a cuenta por la necesidad expresada por S.E. de construir un nuevo palacio de gobierno en las inmediaciones del actual, ya que este habría quedado pequeño frente al enorme volumen de trabajo que allí se realiza. Para matizar este despropósito descolonizador ha manifestado que se trataría de una suerte de “casa grande del pueblo” que no represente al “Estado Colonial”, sino a uno más independiente y más soberano como el actual. Para tal efecto, por una suma lindante con el medio millón de dólares se adquirió las casas colindantes a la actual casa de gobierno, y un concurso nacional de arquitectos será llamado para emprender la obra.



Recordemos que no hace mucho tiempo, luego de estrenar su lujosa aeronave plurinacional, S.E. anunció también la construcción de una nueva casa presidencial en los terrenos aledaños al colegio militar de Irpavi. Esta fiebre megalómana de construir palacios, estatuas y hasta monumentales mausoleos, es propia de espíritus mesiánicos que no contentos con el chance que la vida les dio, pretenden extender esas dádivas más allá de ésta y así comienzan a profesar el culto a la muerte, en abierta contradicción con las teorías del sabio Choquehuanca que se encargó de explicarnos lo que para ellos, los que pertenecen a la cultura de la vida, lo más importante es la vida, añadiendo a estas eruditas afirmaciones: “lo más importante no es la plata ni el oro, ni las hormigas, ni el hombre, porque él está en el último lugar. Lo más importante es la vida”.

Sin embargo, en medio de este extraño galimatías para justificar los alcances de estos emprendimientos presidenciales, creemos que el propio nigromante se encargó de acuñar ese modelo de gobierno basado en el “Vivir Bien” o “suma qamaña” en aimara. Sin precisar, por supuesto, quiénes serían los agraciados con esta canonjía.

Ante semejante derroche de sabiduría y tan profundos conocimientos filosóficos ancestrales dirigidos a justificar lo injustificable, a los ignorantes de la gleba empeñados en disuadir a S.E. de embarcarse en semejantes tareas faraónicas, sólo nos resta advertir que los cambios, aunque sean ventajosos, pueden tener sus riesgos. O dicho de otra manera, y echando mano como Sancho Panza al fácil expediente del refrán popular, diríamos: “Jaula nueva, pájaro muerto”.