Grosería y estupidez

imageLa grosera actuación del Alcalde de Santa Cruz al manosear impúdica y reiteradamente a la expresidenta del Concejo Municipal de esa ciudad merece un repudio generalizado e incluso exigir su renuncia, pese a las disculpas públicas que la autoridad edil presentó. Peor aún si, sobre todo en los últimos tiempos, esta autoridad ha presentado preocupantes muestras de irracionalidad en su relacionamiento con quienes disienten de él.

Es que actitudes de esta naturaleza muestran un desequilibrio psíquico más que una voluntad expresa de ofender. Además, si no hubiera los antecedentes mencionados, la acción que se comenta no sólo sería grosera e intolerable, sino estúpida, porque se la ejercita precisamente en momentos en que el Alcalde se encuentra seriamente enfrentado con el Concejo Municipal, algunos grupos de poder y otros de carácter social y gremial de Santa Cruz, así como ante evidentes conciliábulos para defenestrarlo.

Desde otro enfoque, una vez más asistimos, por un lado, a una muestra del profundo y arraigado machismo imperante en nuestra sociedad y, peor aún, en los actores del sistema político boliviano, que no terminan de aceptar la impronta de la mujer en el escenario público, y a la menor oportunidad su atavismo se impone a la retórica. Por otro lado, a comprobar una otra característica que parece inmutable en el país: lo que criticamos en una posición, defendemos en otra; es decir, los principios sólo son palabras que se acomodan a la situación.



Más allá del desenlace que tenga este grosero episodio, lo cierto es que el país acaba de perder al probablemente uno de los mejores alcaldes que se tuvo desde la recuperación de la democracia municipal.

Subeditorial – Los Tiempos