Evonomics con pies de barro

evo-soberbia La alocución presidencial del pasado martes 22 aún sigue dando de qué hablar. Según Evo Morales, Bolivia iría viento en popa en materia económica gracias a la fabulosa gestión del Movimiento Al Socialismo, algo a lo que numerosos analistas contestaron en los días siguientes señalando que, con los altos precios internacionales de los hidrocarburos y minerales, cualquier administración que estuviera al frente del gobierno tendría amplio margen para la inversión pública.

A los precios internacionales hay que sumar la mayor participación estatal en la renta gasífera y petrolera por obra del IDH, creado por una ley del año 2005 a la que el MAS se opuso. En cambio, los porcentajes establecidos en la “nacionalización” del 2006 casi no llegaron a aplicarse, como ha denunciado el propio ex ministro de hidrocarburos de Morales, Andrés Soliz Rada.

Sin embargo, a pesar de la lluvia de dinero generada por la bonanza externa, la economía boliviana creció en los últimos años a un ritmo de entre 4 y 5% anual, mientras que el promedio latinoamericano fue del 7 al 8%.



Parece, entonces, que los ingresos extraordinarios no estarían siendo tan bien administrados.

¿Se está despilfarrando la bonanza en gastos superfluos (aviones presidenciales, palacios y canchas de césped sintético) en vez invertirla en educación, ciencia y tecnología?

Cuidado que repitamos la experiencia histórica de “auges” anteriores, como los de la plata o la goma, fulgores momentáneos que no sirvieron para salir de la pobreza.

El debate nacional está servido: ¿cómo invertir mejor los recursos de manera que la bonanza sea sostenible (exploración) y modernizando a otros sectores estratégicos de la economía (tecnología de punta) que puedan apuntalar el crecimiento una vez que el astro de los hidrocarburos haya declinado?

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