Flota Sama

Esteban Farfán Romero

FARFAN Estaba en Tarija y decidimos comprar los pasajes de regreso (de Tarija a Yacuiba) con anticipación porque nos dijeron que había mucha demanda por Todos Santos. Acostumbro usar el servicio de la Flota Sama para mis viajes a Tarija porque de los peores, es el menos malo.

Partimos el día viernes (01/11/13) a las 19:40, diez minutos después de lo establecido. Una vez sentados, nos alistamos para el viaje, mi cuñado Kim me acompañaba. A las 20:25, a pocos kilómetros de Tarija, súbitamente el Bus se detuvo, un desperfecto obliga a los choferes a improvisar de mecánicos. Con linternas, a un costado de la carretera por más de una hora la tripulación hace milagros para poner en marcha nuevamente el Bus 17 de la Flota Sama, con placa 644EGK. A las 21:43 partimos nuevamente.



Sacaron una pieza oxidada, deshaciéndose y sustituyeron con una que improvisaron y que sirvió para que funcione hasta llegar a destino para su reparación total. Un alternador y la polea de la correa de transmisión se averió.

Esta clase de situación que es habitual en estos servicios interprovinciales, suceden hasta que ocurre un accidente con saldo trágico. Mi pregunta lógica es ¿dónde está el Estado para controlar este tipo de servicios? ¿ATT, Tránsito, Municipio, Policía?

¿Le hacen control de alcoholemia a los choferes? ¿Pasan los buses por revisiones mecánicas periódicamente antes de partir? Por lo menos no hemos visto que en el trayecto se les someta a los choferes a algún examen o control.

Tiene que pasar alguna desgracia para que los de Tránsito, la ATT, la Policía, el Municipio apliquen la ley y cumplan con su responsabilidad y obligación. Pagamos nuestros impuestos con el fin que estas instituciones asuman su responsabilidad y nos garantices servicios regulares.

Pasa una desgracia, y recién por un tiempo salen a las calles/carreteras/caminos a controlar, hasta que otra vez vuelve a la normalidad. Es decir, que nadie controla. Lo normal es que estas instituciones no asuman su rol y la excepción es que lo hagan.

Es normal que estos buses transporten pasajeros en los pasillos, como ocurrió en el bus citado de la Flota Sama. Es normal que algunos de los asientos no se reclinen. Es normal que los asientos siempre estén sucios y sin mantenimiento. Es normal que los buses estén maloliente/hediondos. Es normal que los vidrios de las ventanas estén rotas, incluso cubiertas provisionalmente con cinta masking (o cinta de carrocero, o cinta adhesiva protectora). Es normal que los buses sean viejos, traqueteados y se paralicen a medio camino por desperfectos. Es normal que los choferes no cuiden su apariencia.

Ni que decir de la descortés atención que prestan las empleadas que venden los pasajes. Los choferes aburridos y sucios. El ayudante que controla los pasajes, con la coca haciendo brillar los cachetes, con una musculosa que libera todo tipo de olores.

Lo que me molesta es que le ponen un tipo de música como si el bus fuera una discoteca. Normalmente la música villera, estridente y chillona. Siempre a todo volumen. No hay películas, aunque haya un televisor que no funciona. ¿El baño? No tiene baño, si tiene ganas de orinar, pues debe aguantarse hasta llegar a medio camino. Si le hace mal el viaje serpenteante, pena por usted.

También, no falta el pasajero que se quita los calzados y reparte olores nauseabundos, o aquel que cuando el bus está en marcha saca de una bolsa su taper (tupper) y degusta de un grasoso pollo frito guardado, con arroz, ensalada y papas fritas. Con el zarandeo propio del viaje, se le escapan unos huesos mordisqueados y una decena de arroces en su asiento.

Lo anormal es que ocurra lo contrario. Lo que nunca ha sucedido. Me pregunto: ¿no hay nadie que controle o exija que estos prestadores de servicios cumplan los mínimos requisitos para prestar un servicio por lo menos regular? ¿De qué privilegio gozan para que no se le exija prestar un servicio aceptable?

Aquí en Yacuiba, cualquiera que viajó al interior de la Argentina, evidencia que en la ciudad contigua hay una gran diferencia en el servicio de bus. Aquí cerca, en Salvador Mazza, un pueblo atrasado y descuidado por el Estado argentino.

Uno llega a la Terminal argentina y encuentra que la atención en la ventanilla del bus es gentil y presta. Todo es computarizado, las vendedoras no sólo son simpáticas, sino están uniformadas y bien vestidas y arregladas.

Cuando llega el momento de abordar el bus, los dos choferes en pie en la puerta perfectamente uniformados, con una camisa muy bien planchada, pantalón de tela, zapatos bien lustrados, perfumados, muy bien rasurados. Atentos y gentiles al momento de pedir el boleto cuando se está por abordar el bus. Siempre le dicen, gracias por viajar con nosotros y que tenga un buen viaje. Siempre hay un estibador que sube las maletas al buzón, eso sí, hay que darle una propina por la gentileza.

Cuando se sube al bus, se uno se encuentra con la grata sorpresa que el mismo no sólo está muy limpio, sino perfumado, los asientos muy bien mantenidos, funcionales, aire acondicionado, música suave como para viajar, funcionan las luces individuales si uno desea leer. Si hace frio, uno de los choferes que hace de azafato le alcanza una manta, o pregunta si debe subir/bajar el aire acondicionado.

El baño funciona muy bien, hay servicio de café o refresco si uno desea servirse algo rápido. En un momento aparece el azafato con una charola ofreciendo caramelos, y más adelante dos alfajores con una envoltura que tiene el logotipo y la propaganda de la línea de bus. Eso sí, pagan impuestos.

Y no se trata de que el costo de los pasajes sea más caros. Si se hace el cambio, es proporcional al que cobran los servicios de transporte en Bolivia.

¿Por qué no podemos cambiar? ¿Por qué nuestras autoridades no asumen su rol y ponen orden a este caos? Merecemos mejor atención, merecemos ser bien atendidos. Tenemos derecho a que el viaje sea un placer, y no una tortura como ocurre en el tramo Yacuiba – Tarija.

¿Hasta cuándo vamos a vivir como en el siglo pasado?