La derecha no es lo que algunos creen

Alberto Mansueti*

mansuetileyesmalas “La derecha es el brazo político de los ricos”, piensan muchas personas. Eso es lo que han dicho y siempre dicen los socialistas. Pero es una verdad a medias. Hay dos clases de derechas en la política: la buena y la mala.

La mala es la derecha mercantilista, y de esa es cierto lo que dicen los socialistas: los ricos usan el gobierno para darse a sí mismos privilegios, beneficios y prebendas, y esa es la parte de verdad en lo que dicen los socialistas. Aunque muchas veces, quienes usan el gobierno para darse a sí mismos privilegios, beneficios y prebendas, son los “intereses especiales”, y muchos de ellos son de izquierdas, como el ecologismo, el indigenismo y el feminismo.



La otra derecha, la buena, es la derecha liberal. Parte del principio básico del buen orden social: la separación entre lo público y lo privado. Los liberales pensamos que la esfera de los negocios públicos debe ser independiente de las esferas e instituciones privadas, que son las empresas, bancos, escuelas, iglesias, sindicatos, medios de prensa, etc., que se encargan todas de negocios privados. Y que los Gobiernos deben limitarse a la protección de los verdaderos derechos humanos: a la vida, la libertad y la propiedad.

A este fin desempeñan los gobiernos sus funciones propias naturales: proveer seguridad, externa e interna a personas y bienes; administrar justicia pública en base a unos pocos códigos y leyes razonables, justas, e iguales para todos; y tomar a su cargo la construcción y mantenimiento de ciertas obras de infraestructura física.

Para el liberalismo, los poderes, competencias, derechos y facultades de los Gobiernos, tanto como sus gastos, ingresos y presupuestos, y sus recursos, deben limitarse a los requeridos para cumplir estos fines. Y para cubrir sus costos, no se justifica el cobro de impuestos ni los préstamos, por sumas que exceden estos límites, y en ningún caso la emisión de dinero sin respaldo.

Los anteriores principios del Liberalismo Clásico permiten el funcionamiento normal de los mercados libres de violencia y fraude, y abiertos a la competencia; y asimismo fomentan el respeto a la propiedad privada. Y por ello su vigencia es la única garantía para tener libertad, y otros valores igualmente deseables como orden, seguridad y justicia, respeto recíproco entre las personas, indispensable autonomía de las esferas privadas, paz y prosperidad generales.

*Politólogo y profesor universitario en Ciencias Políticas, residente en Cochabamba. Autor del libro “Las Leyes Malas”