Tejemanejes dogmáticos

Karen Arauz

karen-arauz Una vez más los bolivianos constatamos que nos han vuelto adictos a la adrenalina. No la de los deportes extremos. Acá sentimos que se nos acelera el corazón, que nos falta el aire, que despertamos en la madrugada con ganas de salir corriendo sin destino fijo. La clase de excitación mezcla de incertidumbre y certezas aprendidas que no quisiéramos volver a experimentar.

Gran parte de estas sensaciones se las debemos al famoso Gramsci, el avispado fundador del partido comunista italiano y sus persuasores permanentes de los que contamos con un par, los que han aprendido muy bien la lección dictada por él en sentido que los agitadores callejeros o los revolucionarios bolcheviques, no tienen muchas posibilidades en una sociedad y que por mucho que se esfuercen, tiene la familia y ciertos principios como base social.



Un ejemplo de ello es que hace un par de semanas, algunos observaron atónitos, como los Ponchos Rojos y un nutrido grupo de aguerridas y comprometidas Bartolinas, marchaban junto a sub-oficiales y sargentos, en una (ahora sí histórica e inédita) protesta callejera en bastante disciplinada formación, por la sencilla razón, que los marchantes en protesta, son sus hijos. Pueden muy bien estar involucrados circunstancialmente con el partido en el poder. Pero, hay cosas que están por encima de su militancia política y no tiene nada que ver con el colonialismo.

Esta situación vivida nos valió -una vez más-, ser centro de la curiosidad de la prensa internacional como casi siempre gracias a acontecimientos exóticos e inverosímiles. Ya ocupamos primeras planas, gracias a los pollos desviadores y curiosidades de similar laya que nos ponen siempre en el mapa global de lo insólito. Pero pocos resaltan las razones por las que la aventura extremista del guerrillero Guevara no prosperó pese a que vino creyendo que hacerse de este país, era como un paseo por el parque.

Estos síntomas han hecho que los gramscianos, hayan optado por esa otra clase de penetración en la sociedad. Para ello, trabajan muy duro en la descalificación de valores. Optan por tildar ciertas costumbres como "colonialismo" o barbarie occidental. Para ello, vemos cómo utilizan guantes blancos ciertos intelectualoides, artistas, comunicadores, pintores, escultores, cineastas y todo aquel del que se puede echar mano, para penetrar medios de comunicación, iglesias, universidades todos en el esfuerzo común de descalificar a los intelectuales, que por definición, son los encargados de realizar análisis críticos usando su inteligencia y sus conocimientos para una mejor comprensión de la realidad.

El objetivo de los gramscianos, es la cooptación de los medios para crear una uniformidad en la sociedad, que resulte más maleable a sus objetivos. Ellos son los únicos que piensan en el pueblo y el resto no es más que una caterva de malos intencionados que buscan la dominación imperialista y el beneficio personal. No sólo siembran sospechas sobre tal o cual adversario político en potencia. Gracias a este momento específico del estado de las cosas en Bolivia, se dan a la tarea de hacer uso de todos los resortes que les otorga el poder y escarban hasta en la vida privada de las personas sin ninguna barrera ética, para luego, con grandes y profusas producciones propagandísticas, convertirlas en supuestas verdades que confirmarían no sólo las sospechas que sembraron primero, sino para, inmoralmente, exacerbar el rechazo con sus falacias.

Esta estrategia demoledora, les da total libertad de acción para hacerse con instituciones y defenestrar personas, logrando éxitos propicios para sus verdaderas intenciones que es la toma del poder total. El desprestigio y la deslegitimación certera, ha remplazado abyectamente las prácticas violentas de lo hecho por Stalin y Lenin. De esta manera, logran mejores resultados, todo bajo un manto de justicia social, equidad en contraposición a lo que de otro modo, sólo lograría condena ciudadana.

Como su máximo propósito es la hegemonía del poder, han descubierto que usar las instituciones democráticas, inoculándoles el destructor virus del desprestigio, es una fórmula segura de éxito. Quién en estos momentos podría confiar ligeramente en la imparcialidad de la justicia. Si encima de todo ello, ya están en la administración del Estado en virtud a esos explotables instrumentos que son las formas de la democracia en su más aceptada expresión que son las urnas, es una situación ideal de la que no desistirán.

Desde el derrumbe de la Unión Soviética y la caída de la Cortina de Hierro, estos demagogos han utilizado a grupos minoritarios como podrían ser las mujeres y los indígenas, para realzar las virtudes de sus acciones, -sin importar siquiera que en la mayoría de los casos- luego de servirse de ellos, poco importa que queden reducidos a figuras decorativas sin acceso a ejercer sus derechos.

Los nuevos señores feudales, dueños y amos de los territorios, son los que han hecho tropezar burdamente a los serviciales miembros del Tribunal Electoral. Pareciera que lanzaron un globo de ensayo para verificar como se comportaría la atmósfera de la población librepensante y han verificado que aún existen los que imaginan el país del futuro. Con una pequeña gran diferencia: saben que la picardía criolla extralimitada, es síntoma de desesperación.