Entre belleza y náusea

Karen Arauzkaren-arauzCon gran entusiasmo los paceños en general, están anhelando ver el nombre de su ciudad en titulares de «ciudad maravilla». A nadie le es indiferente la posibilidad que esto significaría en términos sobre todo de afluencia turística. Hay los que se muestran muy escépticos al respecto y hay los entusiastas que andan con sus tablets haciendo votar a todo el mundo. Por mucho apasionamiento que se le ponga al tema, hay acontecimientos que nos hace pensar si La Paz es en verdad, una ciudad maravilla. Que es muy «fotogénica» no hay duda. Gracias a buenas gestiones municipales de los años recientes (luego de décadas de oscurantismo) que han mejorado la ciudad, La Paz es hoy  una urbe estética, relativamente limpia y su topografía y sus montañas la hacen excepcionalmente escénica.A tiempo de haberse encarado obras importantes que no se ven, como trabajos en ríos subterráneos y habiendo dado un salto sustancial en términos de calidad del transporte urbano, no podemos ignorar que constituye la envoltura de brillante papel de regalo, que oculta la cara fea que todos preferimos ignorar.Los medios, algunos de los cuales han dejado del todo el lado ético, no tienen ningún reparo en desnudar lo primordial: el elemento humano. La Paz, no es una ciudad feliz proporcional a sus paisajes. Día tras día, la televisión que se encarga de desgarrar la envoltura brillante,  desnuda escenarios que de maravilloso no tiene absolutamente nada. Las escenas de alcoholismo extremo, son también parte de ese escenario. No existe ninguna actividad colectiva, sea de alegría o de pesar, que no involucre el excesivo consumo de alcohol y con seguridad, drogadicción. El acrecentamiento de maltrato y violencia se hace patente en todos los estratos de la sociedad con una incidencia cada vez mayor en jóvenes, que se agrupan en pandillas que se están aproximando peligrosamente a las mal afamadas «maras» centroamericanas.Las repercusiones de la atroz muerte de un bebé, está sirviendo para llenar las expectativas de todos los niveles de morbo que puede tener una sociedad y para ello, es indudable que no son sólo algunos medios los que lo alimentan -que se podría comprender en términos de rating- sino que, y sobre todo,  los detentores de poder en una grotesca demostración de ignorancia haciendo gala además, de su posición con una absoluta falta de ecuanimidad y límite.Ese afán de pretender una solvencia moral que están muy lejos de poseer, no los frena al momento de sacar conclusiones. Pero hay una arista tenebrosa. Los actores representantes del poder en ejercicio, han asimilado con meridiana claridad, cuál es la línea de conducta que deben seguir. Hay una especie de pacto inmoral que aglutina alrededor de cualquier funcionario del estado, como un cinturón invisible de protección. Y nada ni nadie puede incursionar dentro de ese círculo cerrado. La posición del Gobernador en relación a la implicación de un albergue que funciona bajo la administración y tutela del gobierno departamental, es suficiente para desenvainar los sables del oficialismo.Las acusaciones contra los médicos del Hospital del Niño, los que lo trasladaron en una ambulancia y el otro hospital involucrado, es infame. Muchas de las cosas que estamos oyendo, son, además de denigrantes para los trabajadores en salud, una amenaza para la estructura misma de la sociedad. No reparan en sembrar dudas con su maledicencia y su asociación  secreta que siempre cierra filas a su alrededor, se convierte en lo más canalla de esta situación. Poco importa que muera un bebé en tenebrosas circunstancias. No importa tirar bazofia sobre médicos a quienes se pretende hacer aparecer como una manga de degenerados psicópatas que vejan a una criatura que está muriendo a tiempo de auxiliarla. Qué locura es esta. Todo con tal de no admitir que hay dudas sobre la implicación de personal subalterno indirecto dependiente de la gobernación.  Porque ello -como todo lo velado en este gobierno- no es admisible por la imagen de perfección que pretenden representar, más aún en este constante afán eleccionario.La constante confrontación, la absoluta negación a la autocrítica y por último, ni un mínimo de rectitud en el desempeño de su administración, está agrediendo a la sociedad de un modo ponzoñoso y vil. La posición de la Ministra de Justicia es  truculenta. ¿Dónde está la decencia? ¿Dónde está la ecuanimidad con la que debieran actuar los que estando en el poder, debieran ser los máximos observadores de las leyes y los primeros en exigir limpieza y transparencia en todo aquello que afecte a la sociedad?Nuestro país puede ser muy bello. Pero si se pone en entredicho la capacidad del ser humano para exigir que siempre se llegue a la verdad de todo, si se acepta que es la forma y no el fondo lo que importa, quedamos reducidos a un bello pero vacío y triste paisaje.  Con discursos haciendo hincapié en porcentajes y hegemonía como instrumento de dominación en detrimento de calidad, corrección rectitud y honor…  vamos mal.El Día – Santa Cruz