La victoria de los derrotados

Renzo Abruzzeseint-59519Los últimos comicios electorales resultaron mucho más paradójicos de lo que en realidad se esperaba. La contundente victoria de Evo Morales en las elecciones nacionales pasadas, en las que obtuvo 61% del electorado, presagiaban una victoria arrasadora a nivel subnacional, empero, los resultados no parecen confirmar este presagio.Si bien es cierto que de los 339 municipios en juego, 241 fueron ganados por el MAS, a lo que se suma que, a diferencia de las organizaciones opositoras, el partido gobernante tiene presencia en todos y cada uno de ellos: el «caudal” social que posee, a pesar de estos resultados, sólo cubre el 41% de la ciudadanía. El 59% de la sociedad civil quedó bajo el control de la oposición.Si bien en términos porcentuales los opositores se hicieron de sólo el 29% de los municipios, seis de cada 10 ciudadanos no votaron por los candidatos oficialistas. Semejante distribución social del poder sugiere que, en este caso, el MAS-IPSP llegó a los municipios no bajo el signo de la victoria, sino, más bien, como el producto de su derrota.Como consuelo y artificio lingüístico, altas autoridades del Poder Ejecutivo no dudaron en hacer notar que el MAS es el partido con mayor presencia en todos los departamentos. 339 municipios y hasta ahora cuatro gobernaciones, a más de haber incrementado 11 municipios, en comparación a las elecciones del 2010, no dejan la menor duda.En la forma neoliberal de hacer política y sobre todo en el marxismo ortodoxo, el poder se medía por la cantidad de «aparatos de Estado” en poder del partido, hoy las cosas han cambiado. De hecho, todos los dispositivos políticos, administrativos y financieros de El Alto estaban bajo el control del Gobierno y perdieron ese emblemático baluarte masista de forma estrepitosa.Lo que sucede es que en los tiempos modernos el poder no se mide en cantidades, sino en cualidades. Elementos como la honestidad, la transparencia, la ecuanimidad en el ejercicio del poder, la justicia, la eficiencia y la eficacia son los parámetros de la sociedad civil. Ahí, el MAS -con una década de gobierno- lleva las de perder, lo que sugiere una segunda conclusión: cuanto más instituciones copa el partido de gobierno, más cerca está de perder el país entero. De lo que se trata es de la calidad y no sólo de la cantidad democrática.El MAS-IPSP hizo absolutamente todo para evitar que la sociedad boliviana pudiera organizarse políticamente. Elaboró y aprobó una Ley de Partidos que resulta incompatible, no sólo con la sociedad actual, sino con los tiempos modernos.Organizó un poder electoral hoy más conocida como «La banda de los cuatro”. La Ley y sus disposiciones colaterales son propiamente medievales. Se trataba de consolidar un Estado que girase sobre una sola visión antropocéntrica indigenista. La ilusoria construcción del «socialismo comunitario” tenía como requisito un «modelo” unipartidario en un Estado multiétnico (cosa que de por sí es un absurdo).Las elecciones subnacionales diezmaron semejante pretensión: 36 agrupaciones políticas participaron de las elecciones a nivel subnacional, en su conjunto, y en términos generales, ellas  representan todas las opciones ideológicas y culturales posibles de una nación tan diversa y volátil. El sueño del partido único, omnipresente, omnímodo y eterno quedó hecho añicos. La sociedad civil resultó muchísimo más grande que las pretensiones hegemónicas del MAS.Finalmente habría que preguntarse si la sociedad civil boliviana «acompaña el proyecto” gubernamental a la luz de los resultados que se tienen. Más allá de las cifras y de los espacios coloreados de azul, dos tercios de los bolivianos no aprueban la forma en que el Gobierno conduce la nación. No es cuestión de preferencias, es cuestión de modelos de gestión social, política y económica. Y en esto, los resultados subnacionales son más que claros: o el Gobierno cambia por la ruta que traza la voluntad ciudadana o ha de ser víctima de sus propios espejismos.Página Siete – La Paz