¿Terrorismo de estado?

Arturo Yáñez CortesYANEZCómo no puedo con mi carácter y a la vista de los últimos acontecimientos de amplio dominio público y otros ya medio antigüitos pero también muy conocidos, todos sobre actividades no muy sanctas del gobierno, anduve preguntándome: ¿Cómo es que un estado se convierte en terrorista? O en términos más simples: ¿Cómo es que se degrada a sí mismo y se dedica al terrorismo de estado?Recordemos para empezar, que siguiendo a lo más tradicional de la doctrina, el estado es la sociedad jurídica y políticamente organizada capaz de imponer la autoridad de la ley en el interior y afirmar su personalidad y responsabilidad frente a similares del exterior. Se cae de maduro entonces, que es inherente a la propia naturaleza estatal el respeto de la ley, diría yo, de su propia ley, pues uno de los atributos de su soberanía, consiste precisamente en dotarse de leyes, para que para empezar, el gobierno dé el buen ejemplo a sus gobernados, cumpliéndolas y, luego hacerlas cumplir a aquellos.Así las cosas, los que saben enseñan que si bien los conceptos varían en función a las épocas, un estado se convierte en terrorista o practica actividades de terrorismo de estado, cuando su gobierno de forma sistemática recurre a la utilización de métodos ilegítimos incluso según su propia legislación, para inducir miedo o terror en la población civil para alcanzar sus objetivos o fomentar comportamientos que no se producirían por sí mismos.Entre las múltiples formas por las que se manifiesta el terrorismo de estado, se ejemplifica al uso de la coacción o persecución ilegítima, el secuestro, desapariciones forzosas, la tortura, el asesinato o ejecución extrajudicial. La creación, normalmente en secreto, de organizaciones terroristas clandestinas convencionales -reales o simuladas-, apoyo a las mismas o negligencia deliberada en su persecución. La instrucción o inducción a sus movimientos, para que actúen de tal manera que causen terror en la población civil “del enemigo”, o la negativa a introducir medidas que limiten o persigan tales acciones que quedan en la impunidad. La realización de operaciones militares o policiales para “romper la moral del enemigo», normalmente mediante el uso de armamento, para producir un estado de inseguridad y temor en la población civil. El establecimiento de una política de migración que impida a la propia población el abandono del país, bajo pena de prisión o muerte, o bien la promoción del exilio personas críticas con el gobierno. El uso subordinado de la administración de justicia, para la persecución o encarcelamiento ilegal de los “enemigos”.Ejemplos como esos en la historia, lamentablemente, abundan. Así en Europa, durante el Tercer Reich, los nazis practicaron terrorismo de estado, así como, entre varios otros casos, las purgas stalinistas en la antigua URSS. En América, cabría señalar al funesto Plan Cóndor organizado por las dictaduras militares el siglo pasado y así sucesivamente…Eso sí no cabe caer en el error de pensar que el terrorismo de estado se da sólo en dictaduras de corte militar o similares, pues también la historia muestra que de igual manera en gobiernos electos en las urnas –sea mediante disfraces democráticos o incluso democráticos, que luego degeneraron- puede producirse la degradación que nos ocupa.Ahora bien, supongo que de la lectura de aquellos ejemplos, al lector se le habrá ocurrido varios casos similares Made in Bolivia Plurinacional, por lo que cabrá lamentar que cualquier parecido con nuestra realidad no sea coincidencia, sino parte de nuestra cotidianeidad producto de un estado y un gobierno que lo administra capaz de meterle no más aunque sea ilegal incluso conforme a sus propias leyes y sus ahora, risibles pretextos y explicaciones al haber sido encontrado flagrantemente. Es que como dijo Millas “Cuando a la realidad le quitas la retórica, se queda en lo que es: una pesadilla”.Correo del Sur – Sucre