El MAS y el monopolio de la verdad

11-04-04cadenasJosé Manuel OrmacheaMe causa curiosidad el hecho de que un gobierno que se hace llamar democrático se haya arrojado, desde hace ya bastante tiempo, el derecho de crear e interpretar la verdad de forma unilateral. Por ejemplo, una noche sintonicé una entrevista al ministro de Gobierno, Carlos Romero, a quien se le preguntaba su opinión sobre el hecho de que los potosinos reclamen un Estado federal -cuando el tema todavía estaba en boga-, a lo que respondió, con absoluta seguridad, que la teoría mandaba a decir que «el federalismo funciona sólo para naciones homogéneas” y que, por tanto, ese modelo de Estado sería «impensable” para una sociedad tan diversa como la boliviana.Nada más errado podía teorizar el ministro, sobre todo cuando se sabe que el modelo federal está pensado para administrar naciones con sustanciales diferencias regionales, como Bolivia. De hecho, es de esa diversidad que proviene la iniciativa de que cada región, dentro de una confederación, pueda establecer sus normas y procedimientos propios en el marco de una amplia gama de competencias constitucionales.No obstante, una vez más, quien se atribuye la prerrogativa de decretar la incuestionable verdad, esta vez, sobre una teoría política de carácter universal, es el gobierno. Los hechos como son no interesan, interesa que los hechos se reacomoden a la versión oficial. Es el clásico principio de la propaganda goebbeliana puesta en práctica por los «justificólogos” del MAS: «si una mentira se repite lo suficiente, acaba por convertirse en una verdad”.La desinformación vertida por las altas esferas es lo que llega constantemente a nuestros ojos y oídos, y es lo que más está limitando la libertad de expresión, limitación que se produce no solamente a partir de la censura y la autocensura mediática, sino al intentar introducir teoría incorrecta concienzudamente -como lo demostró el ministro- en el imaginario colectivo nacional.Es esta «socialización de la mentira” lo que realmente preocupa. Es este afán del Estado de rayar la cancha para definir a nombre de todos cuáles son las «verdades” y cuáles las «subjetividades”, a partir de un apabullante manejo mediático de la información, controlado y «democratizado” por el aparato ideológico gubernamental.Foucault tendría cabida en cierta realidad determinada, como la boliviana, cuando formula que para el Estado la verdad «está ligada circularmente a los sistemas de poder que la producen y la mantienen, y a los efectos de poder que induce y que la acompañan”. «Régimen de la verdad” se llama y el Estado Plurinacional es el cártel que maneja el monopolio de la misma.Si el Presidente asegura que quienes le atan los zapatos lo hacen por «cariño”, entonces debe ser cierto; si el Vicepresidente afirma que Página Siete responde a intereses pro-chilenos, inmediatamente la idea comienza a formar parte del ideario público. Y si él sentencia, sin haber levantado hasta el momento ni una sola prueba que corrobore su tesis -ni en sus conferencias ni en su carta a los intelectuales de todo el mundo que lo criticaron-, que las cuatro ONG que recibieron sus denostados ataques verbales responden directamente al gonismo, entonces, seguramente, deben ser sujetos de expulsión.Cuando ofreció una conferencia de prensa, Linera aseguro que Comcipo miente y que el Gobierno es el «custodio de la verdad”; en su carta de réplica, Linera expresa que las ONG tienen «derecho a mentir” y que él tiene derecho a «evidenciar la verdad”, creo no se enteró de que nadie tiene derecho a mentir. Entonces, ¿qué son estas invocaciones a la «verdad absoluta” o este ejercicio hegemónico de la interpretación de los hechos?Da igual, la «verdad histórica” la tienen ellos, el resto se encuentra del «lado equivocado” de la historia. El MAS está convencido de que de aquí en adelante esta historia llamada Bolivia se escribe con tinta azul, que el autor es uno y nunca hubieron co-autores y, como buen escritor, le otorga roles a sus personajes: el anti-héroe es el siniestro antípater, el complotador; pero al héroe de la historia, al magnífico Herodes, le han otorgado varios roles, además de ser juez y parte, nuestro «héroe” es jurado, testigo y a la vez verdugo.Página Siete – La Paz