Mitos hacia el ocaso

HAROLDHarold OlmosEl oleaje del reencuentro Cuba-EEUU todavía bate fuerte sobre las playas de países cuyos gobiernos apostaban a la inmutabilidad del remanente de la Guerra Fría en el Caribe. La caída del malecón ideológico entre La Habana y Washington aún no parece haber sido digerida del todo, pero poco a poco algunos de los mitos bajo los cuales vivió el continente durante décadas parecen ingresar a la sombra.El mito de que Cuba ofrecía el paraíso empieza a salir veloz del escenario. Imágenes de estos días muestran a lo largo de hoteles habaneros filas de viejos convertibles reacondicionados y colores brillantes bajo enormes carteles con el grito de guerra que acuñó la revolución cubana “¡Patria o muerte, venceremos!”. Es como el argumento melancólico de una publicación de los últimos años soviéticos al proclamar que el mundo de Winston Smith (George Orwell, 1984) bajo El Gran Hermano fotografiaba a EEUU y que la URSS iba rauda al Edén. La caída del Muro de Berlín la desmintió. Pregunten a cualquier persona informada si propondría reproducir aquel paraíso en su país y la escucharán decir asombrada que usted está loco.Arrastrado por el desplome de los precios del petróleo, se desvanece el desahogo que durante más de una década representó Venezuela para miles de cubanos que proporcionaban ingresos jugosos al tesoro de Cuba. La fuga de cientos de médicos y profesores hacia Colombia solo este año es explicada con una lógica difícil de rebatir: en su patria la vida era austera, pero al menos estaban con la familia. En Venezuela conseguir alimentos y cualquier vitualla es casi imposible, mucho más si al hablar se les advierte el acento extranjero.El realineamiento de Cuba y EEUU llevará al ocaso a otros mitos. Mucho antes de que fuera disuelta, en la URSS evocaban solo miedo y hambrunas terribles los nombres como Stalin o Brezhnev, jefes supremos por décadas. ¿Cuántos querrían reproducir en Bolivia el sistema que rige en Cuba? No es aventurado decir que el fervor que suscitaba Cuba ahora languidece, igual que la imagen forjada para Ernesto Guevara, el Che, derrotado por un joven capitán que dio a su Ejército una de sus escasas victorias en más de 100 años. En silla de ruedas desde hace más de tres décadas, el militar lidia, junto a otros acusados, con fiscales que aseguran que intentó una guerra terrorista-separatista.Tras el reencuentro de La Habana con Washington sería interesante saber cuántos jóvenes seguirían dispuestos a embarcar sus vidas en una causa que se sabe de antemano que atracará en el mismo puerto del que quisieron alejarse.El Deber – Santa Cruz