Don Evo en época de vacas flacas

Diego-Ayo1Diego Ayo SaucedoNo creo en los argumentos meramente estadísticos. Y no es que no crea en el aporte estadístico. Creo que cualquier argumentación seria debe contar con datos que refrenden su posición; sin embargo, exponer números a mansalva sin comprender el paisaje de fondo, no solo es poco riguroso académicamente hablando, sino es parcialmente mentiroso. Y es esto lo que sucede a propósito de la deuda externa que empieza a contraer el Gobierno de Evo Morales.Sus autoridades muestran los porcentajes de deuda que empezamos a contraer los bolivianos: no llegan, apenas, más que al 35% del PIB nacional, incluyendo el último crédito chino en curso. ¿Poco? ¿Mucho? Pues es aquí cuando se produce la enfermedad numérica: “los neoliberales tenían deudas que representaban más del 50% del PIB –llegaron incluso al 70%-, lo que significa que hoy con este 35% estamos perfectamente bien y que, incluso, nos queda un adicional del 15% de posible deuda para alcanzar máximo un 50% del PIB”.¿Es correcta la argumentación? Completamente. No hay duda alguna. Sin embargo, es insuficiente. Lo que hay que analizar ahora es el accionar del Gobierno respecto al dinero en sus diversos componentes.Y creo que destacan tres hitos recientes que permiten entender la lógica del Gobierno, y sus posibles efectos sobre la economía nacional, al margen de la tiranía de los datos. Parto mi reflexión de la certeza de que hay $us 4.000 millones menos en la economía, fruto de la reducción de los precios del gas y de nuestros minerales exportados.Primer hito: se promulgan tres decretos que permiten que empresas hidrocarburíferas exploren y exploten en áreas reservadas. Ya lo comentó el Cedib: entre el 40 y el 70% de las áreas protegidas corren el riesgo de ser avasalladas por la actividad hidrocarburífera. ¿La Pachamama? Puede esperar esta noble dama. Puede y debe esperar, pues prima una consigna única: hay que conseguir recursos a como dé lugar.Segundo hito: se contrae un crédito de $us 7.000 millones de China. Téngase en cuenta que la deuda pública externa, según el Banco Central de Bolivia, alcanza a $us 5.309 millones, a lo que habría que añadirle 3.330 millones, que es el monto que ya han comprometido desembolsarle a Bolivia tanto los organismos internacionales de financiamiento como gobiernos.Además por concepto de deuda interna se debe agregar $us 8.000 millones, lo que suma un total de $us 16.686 millones de deuda, entre externa e interna. Si a eso le añadimos los 7.000 millones chinos llegamos a más de 23.000 millones, que es más del 80% de un PIB de $us 31.000 millones.Tercer hito: se lleva a cabo una reunión-lobby en EEUU organizada por el Finantial Times, para atraer inversiones extranjeras. En este caso, se debe resaltar que la inversión extranjera directa (IED) ha sido baja en este periodo respecto al PIB. Si bien en valores absolutos la IED aumentó en los últimos años, en relación al PIB no logró alcanzar los niveles de fines de los años 90.Mientras en 1999 la IED fue 12.2% del PIB en 2013, el nivel más alto de la última década, fue de 5.7% del PIB.En suma, cabe remarcar que el Gobierno ha vivido holgadamente esta última década gracias a la consolidación de un modelo económico desarrollista neoextractivista (de acuerdo con el léxico de Eduardo Gudynas).Ha sido un modelo eficiente en la medida que la generación del excedente económico estaba garantizada. Sin embargo hoy, ese excedente con el que se realizan las obras y, sobre todo, con el que se permite la reproducción de la oligarquía gobernante (pues es eso: una oligarquía de no más de 1.000 personas), se encuentra en declive.La reacción obvia es de alarma. ¿Qué se puede y debe hacer para no arriesgar la permanencia de esta facción –lo que se llama clase política- en el poder? Pues lo más urgente es olvidarse de la ideología: si hay que destruir el bosque (la tan proclamada Pachamama), aliarse con los gringos más capitalistas de este planeta y/o imitar a los grandes deudores de nuestra historia (como Banzer, por ejemplo), se lo va a hacer.¿Qué es lo que se esconde pues detrás de este accionar? Sin duda, el fracaso de este modelo económico: no pudo generar una economía diversificada que genere excedentes más allá de los recursos naturales. Dependemos hoy más de los recursos naturales que en el pasado. Nuestra economía del siglo XXI se parece más a la economía de los barones de la plata o la oligarquía del estaño.Es una economía del siglo XIX. Eso es el socialismo del siglo XXI: una réplica del pasado menos glorioso de nuestra historia. Y claro, como en una década no se generaron excedentes alternativos, ¿qué queda? La respuesta también es histórica: el ciclo de endeudamiento se reinicia más sólido que nunca, la presencia cada vez más masiva de la Inversión Extranjera Directa nos re-colocará en nuestra vieja condición de neo-colonia (y no es que esté en contra de recursos extranjeros, siempre y cuando vayan destinados a fortalecer actividades económicas no-tradicionales, lo que no es el caso en esta última ocasión con interesados en invertir en áreas hidrocarburíferas, mineras mayormente, y/o, en el área energética en el mejor de los casos) y nuestra vocación extractivista-desarrollista clásica, así sea tumbándose las áreas protegidas. Solo falta, y es cuestión de tiempo, que retorne el último pilar de nuestra fragilidad como Estado: la cooperación internacional.Pero ya verán, que en épocas de vacas flacas hasta Usaid será nuevamente bienvenida. Es solo cuestión de tiempo. Y ese será el cuarto hito.El Deber – Santa Cruz