“Cakar”


r_estremadoiroRocío Estremadoiro RiojaHace unos diez años, viajé al Salar de Uyuni. Recuerdo el trayecto por la estupenda altiplanicie que iba cambiando de matices en el transcurso de las horas. También, se revela en mi mente, el instante cuando surcamos el lago Poopó, el azul de sus aguas, la algarabía de los flamencos y las gaviotas andinas, la altivez de los juncos de totora.Sin embargo, nada superó el paseo por el salar. No sólo se trató de su blanca excelsitud, ni siquiera de la onírica sensación de vislumbrar dos cielos o dos mares paralelos, o de la inmensidad del firmamento atestado de estrellas por las noches. Era como si la imponente presencia del salar, instara a los mortales a la mayor soledad posible. Entonces, recostada en la sal, supe lo que significa no escuchar ni el más mínimo sonido. El arrullo del salar era el silencio.Hoy, no es dable remontarme a esas remembranzas sin que pese, como un yunque, la noticia del lago Poopó moribundo, sin pensar que el silencio del salar es transgredido, una vez más, por la máxima manifestación mundial del culto al petróleo y a los motorizados.En ese sentido, acertados análisis se han planteado contra el Rally Dakar. Se ha cuestionado su imaginario colonialista, imperialista, etno y antropocentrista, al remitirse al origen de esta carrera en tierras africanas, cuando cundían los violentos afanes “civilizadores” europeos. Así, qué paradójico que el Estado que clama a diestra y siniestra contra el colonialismo y por la “dignidad de los pueblos”, incluso pague para que el Dakar se digne a ensuciar lo más “sagrado” de su territorio.Igualmente, de manera ineludible, se ha alertado respecto a los daños ambientales y arqueológicos que conlleva este capricho de niños ricos.Porque, ¿acaso esperan que nos traguemos el cuento de que el impacto de cientos de bulliciosos automotores, que pisotearon lo que encontraron a su paso, es mínimo? ¿O me dirán que los bólidos funcionaron con energías limpias y no a base de los contaminantes derivados del petróleo? ¿Qué hay de la emisión de los pulcros y perfumados humitos que se vomitaron en el recorrido? ¿Dónde iría la fumarola infame que se desprendió de los autos que se incendiaron? ¿No será que fue a mancillar el autoproclamado “cielo más puro de América”?Los que defienden lo indefendible, arguyen que el Dakar potencia el turismo en Bolivia. En un país con semejante geografía diversa, un territorio privilegiado en el que conviven, en toda su magnificencia, los ecosistemas y culturas más disímiles, ¿no es descomunal la falta de imaginación para llegar al extremo de pagar para que una carrera de autos –foránea, fatua, elitista y destructiva– “fomente” el turismo?En suma, a estas alturas, numerosas cosas se pueden reclamar al actual régimen. Se podría apelar a la distancia entre el discurso y la práctica, a su patrón extractivista desmedido, mientras se endulzan los oídos de los ingenuos con románticas peroratas en honor de la “Madre Tierra”. Se puede inquirir sobre su tendencia al caudillismo, respecto a la corrupción que no desaparece, o en relación al cortoplacismo y demagogia en la gestión pública.No obstante, el posicionar un evento con las características del Dakar como parte de la “Agenda Patriótica 2025”, y hacerle propaganda con fines proselitistas, rebasó los límites de lo absurdo y concebible, aunque dudo que sea casual. En realidad, podríamos tomar cual un indicador insoslayable de nuestras perspectivas nacionales, el hecho de que, muy orgullosos, acojamos actividades y simbologías que representan lo peor del patrón de acumulación capitalista, del etnocentrismo miope, de la cultura del motor, de la vulneración irresponsable e irrespetuosa del derecho a la existencia de otros seres vivos. Pues así estamos.Correo del Sur – Sucre