Los discapacitados, los primeros en caer

Diego-Ayo1Diego Ayo SaucedoLos señores del Gobierno han gastado 350 millones de dólares en 1.600 canchitas. Con esa plata hubiésemos tenido para una década de bono para los discapacitados. Solo este año se ha triplicado el dinero que la señora Paco gasta en publicidad de más o menos 15 millones de 2015 a 50 millones en 2016. Ese aumento de plata hubiese dado para un año de dar bono a los discapacitados.Asimismo, se gastaron más o menos 350 millones en pasajes y viáticos, monto que también hubiese alcanzado para dar el bono a los discapacitados por 10 años. En fin, podríamos seguir con los ejemplos hasta agotar esta y 20 columnas más. No es el caso. Basten estos ejemplos pues sirven para mostrar que la firme posición actual del Gobierno, que ratificó su voluntad de no dar bono alguno, alegando la necesidad de lograr ‘mayor austeridad’, es un dislate tragicómico. Me hace recuerdo a un amigo que pretendía hacer una rigurosa dieta. Por tal motivo al comerse tres salteñas, un chicharroncito y dos empanaditas de queso, concluía la faena con la genial ocurrencia de pedirse, para acompañar sus platitos, una ‘coquita diet’: “Tiene menos azúcar, hermano”, me recalcaba. Ajá.¿Tiene pues esto que ver con una profunda hipocresía? No lo creo, esta actitud rebasa cualquier acusación de este tipo. En realidad, mi amigo gordo se estaba portando exactamente de acuerdo a sus antecedentes. Comió y bebió copiosamente desde temprana edad, ¿por qué tendría que actuar diferente en esta ocasión? Sucede lo propio con el Gobierno. Parto pues de la tesis de que no se trata solamente de un asunto de mejorar la orientación de la distribución (algo que efectivamente se podría hacer si finalmente se accediera a la petición de los discapacitados), sino de un modelo social, político y económico que no favorece a los más pobres –en este caso a los más desvalidos- sino a actores ligados a la banca, la gran construcción y la administración pública (descontando el capital transnacional, objeto de otra nota).Sepa usted amable lector que este Gobierno permitió en esta década el crecimiento, fundamentalmente, de sectores relativamente prósperos.A ver, a leer esta oración usted me dirá que enloquecí y que don Evo Morales “al menos hizo eso”: trabajar por los más pobres y desamparados. Pues no, la verdad es que no. La onerosa campaña publicitaria nos ha mostrado reiteradamente un presidente abocado a los más pobres. Pero la realidad es diferente. ¿Crecimos durante esta década? No hay duda que sí, pero conviene desgranar algunas cifras, de acuerdo a estudios de Enrique Velazco Reckling, para ver quiénes crecieron más y quiénes crecieron menos.Téngase en cuenta que quienes crecieron a tasas asiáticas del 10% en promedio son los ‘servicios financieros’, el área de ‘impuestos’, ‘refinación de petróleo’ y ‘construcción’. Estos sectores de tan alto crecimiento aportan con el 52% del PIB pero solamente con el 20% del empleo. Esto no es algo anómalo, en tanto se trata de sectores ‘intensivos en capital’, que se caracterizan precisamente por promover la concentración de la riqueza pues, al no generar mucho empleo, aportan solo escasamente al ingreso de los hogares vía salarios y remuneraciones.Como su reverso, están los sectores que crecieron a promedios menores al 4,5%. Generan el 80% del empleo y 53% del PIB. En este sector se incluye a la industria y a la agricultura. ¿Qué sucedió con este sector durante la década? Pues tuvo un crecimiento en este periodo de apenas un 2,5% (bastante menor que el 4,5% establecido por el Gobierno para posibilitar el pago del segundo aguinaldo).¿Qué significa esto? Es crucial decirlo del modo más enfático: la economía de la bonanza no creció a favor de los más pobres. Vale decir, si bien la economía boliviana creció a ritmos expectantes (cercanos al 5%), lo hizo sobre la base de sectores que ya antes de comenzar el ‘proceso de cambio’ se encontraban entre los más favorecidos, que no son precisamente los más orientados a erradicar la pobreza.Debo añadir algo no menos importante: estos sectores tan favorecidos ni siquiera generan riqueza. No, no lo hacen. A decir en lenguaje de economistas “no generan valor real a la economía”. Su aporte al PIB, por ende, se lo logra extrayendo aportes de los sectores de la economía verdaderamente productivos. Veamos: de 2013 a 2014 los sectores que más crecieron fueron ‘impuestos’, ‘administración pública’ y ‘servicios financieros’, en tasas del 12%, el 8% y el 14%, respectivamente. Ninguno de ellos crea riqueza. Los impuestos extraen riqueza, la administración pública se la come y los servicios financieros, si bien pueden ayudar a que se generen emprendimientos económicos, lo hacen fundamentalmente para ayudar a posibilitar una mayor importación de productos extranjeros (la mayor parte de los créditos van a actividades ligadas no con la producción y sí con el comercio).En este escenario, es obvio que mi amigo se comporte de acuerdo a sus antecedentes. No es menos obvio que el Gobierno haga lo propio. La única diferencia es que en la década de bonanza podía encubrir este talante notoriamente reaccionario. Sin embargo, cuando la billetera empieza a flaquear se desnuda el verdadero rostro de nuestros gobernantes, se sacan la máscara y ponen en evidencia que si las cosas empiezan a ir mal, los pobres van a ser los primeros en sentirlo. Los discapacitados son solo los primeros de los muchos que podrían sucumbir frente a este modelo.El Deber – Santa Cruz