Vicisitudes antidemocráticas

IVANIván Arias DuránEl artículo de Vicepresidente Álvaro García Linera titulado «Cuando  el lodo es el alma: las clases medias en la mira” (24/04/16, La Razón)  muestra cómo el poder político tiembla ante el ciudadano y se retuerce de pavor ante el poder del voto del ciudadano. Diatribas más, diatribas menos, en el panegírico el Vicepresidente desprecia a las clases medias, para lo cual hace un análisis histórico peculiar y particular de la participación política de dichas clases en el concierto nacional post 52, y como es tan particular su interpretación histórica, la hace profundamente sesgada, incompleta, subjetiva y mal intencionada. El científico cede al panfletero.No entiende Su Excelencia el proceso contemporáneo y cree que debemos tragarnos su propia interpretación del proceso, que lo hace con el afán de convencernos de que debemos dar paso a un régimen totalitario donde él, por supuesto, es el hombre más poderoso, detrás del fabricante de votos. Se olvida que esas clases medias aprendieron de los fracasos de las revoluciones que pretendían establecer un reino nuevo, el hombre nuevo a costa de establecer regímenes totalitarios que ahogan la libertad en aras de una supuesta igualdad.Se olvida que esas utopías se pretendieron construir con la sangre de las clases medias en la guerrilla del Che, en Teoponte y hasta en la que él mismo participó, que el foquismo, fue una propuesta de las clases medias. No fueron ni los trabajadores, ni los campesinos, ni los indígenas la «vanguardia revolucionaria” que tomaron las armas.Por el contrario, el sector campesino fue la base social del Barrientismo y de las diferentes dictaduras militares, hasta la dirigencia lúcida de Genaro Flores. El propio García Linera y el régimen que exalta basa parte de su poder, no en la dimensión democrática de lo indígena, sino en lo más retrógrado y dictatorial del mismo.Las clases medias, despreciadas por uno de sus integrantes, pusieron, igual que otros sectores sociales, el pecho contra las balas de las dictaduras militares para recuperar la democracia formal y representativa, como le gusta llamarla, y a toda su corte de tarajchis (pájaros que roban la casa del pájaro hornero) que se han robado el proceso de cambio. Las botas militares pisaron sangre de clase media, como la de Flores, de Marcelo Quiroga Santa Cruz, de los de la Calle Harrignton, etcétera.No entiende Su Excelencia que la forma, como dice Zabaleta, es también el fondo, la forma en la que se recuperó la democracia formal y representativa, como un acto revolucionario. Esta democracia burguesa se incorpora en la psique nacional, en un lábaro de lo nacional popular. Esto no puede o no quiere entenderlo Su Excelencia y sus epígonos.La absoluta sumisión a la ley por parte de los gobernados y, sobre todo de los gobernantes, que es la base del Estado de Derecho, es un elemento sustancial incorporado en las masas que emergen de noviembre de 1979, que es el fondo histórico de nuestra democracia actual y de la forma en que la vivimos.Por lo que pretender acomodar a su modo, a su interés, a su capricho las leyes por parte de una cúpula gobernante es un acto conservador, antirevolucionario y sobre todo antidemocrático. Las clases medias votaron por la izquierda, no sólo por la izquierda burguesa del MIR, sino que también por la más «revolucionaria”, que en ese momento de la guerra fría suponía el Partido Comunista. Además, debería analizar el papel de la Central Obrera Boliviana para el descalabro del gobierno de Hernán Siles Suazo y la hiperinflación.Ante la hiperinflación, que empobrecía a los más pobres y enriquecía a los más ricos, se eligió, mediante voto ciudadano, a lo que Su Excelencia llama la derecha. La derecha no entró por golpe militar, entró por el voto consciente del ciudadano y gobernó durante 25 años, con legalidad y legitimidad, pese a quien le pese. Cada uno de esos presidentes, cuando les tocó dejar la silla presidencial lo hicieron respetando el Estado de derecho, su sumisión a la Ley. Ninguno pretendió prorrogarse más de lo que estaba establecido en la Constitución Política del Estado. Profundizaron la democracia, de la cual gozamos todos los bolivianos. Sentaron las bases de una economía estable, de la cual gozamos todos y usufructúan, sin rubor, los actuales gobernantes.En toda su perorata Su Excelencia pretende que todos aceptemos acríticamente el prorroguismo de Evo Morales y de él como si fuésemos ovejas, siendo que somos llamas altivas y altaneras. Insulta a las clases medias porque no son como sus dirigentes orgánicos comprados con prebendas, o no somos como su clan palaciego que, en su angurria de poder, hacen ante los ojos de la opinión pública una de las más estúpidas operetas del poder.Puede decir lo que quiera Su Excelencia de las clases medias, esas que le dieron su voto para lograr los 2/3 de votos en el Parlamento y la actual Asamblea Legislativa, pero que no somos opas, como diría el mayor Tambor Vargas en su diario de Guerrillero de la Independencia. Y no aceptamos ni aceptaremos un prorroguismo arbitrario, abusivo e ilegal.Debemos volver a recuperar la democracia -como un acto de rebeldía, un acto revolucionario- de un clan que no tienen alma, que sólo ama y desea el poder por el poder. Aunque nos quieran vender un dictador con traje indígena, dijimos No y les volveremos a decir No.Y para poner las cosas en su lugar y contexto, evitando los respaldos manipuladores, invito a leer estos enunciados de Zavaleta («Las masas en noviembre”, 1983): «La integración de la democracia representativa a este brillantísimo acervo de la memoria de clase es quizá el mayor logro de la República” (pág. 38). «La democracia, en cualquier forma, se convierte en una bandera de las masas que se habían educado en el vilipendio de ella” (pág. 39), y, al final casi del libro expone: «con esto quizá podamos llegar a una cierta conclusión de este excurso. Se deriva de él que la democracia representativa no es sólo deseable sino que es la forma necesaria de toda integración racional del poder. Es, además, el hábitat natural de la autodeterminación democrática «(pág. 113).Página Siete – La Paz