Agua: entre Aquaman y el Capitán América

ivanIván Arias Durán»Se genera más pánico y muertes por sed que por hambre”, advertía un experto en la gestión del agua, a propósito del coloquio organizado por la fundación Vicente Pazos Kanki, que preguntaba las salidas a la crisis del agua potable que vive La Paz y varias ciudades de Bolivia. El diagnóstico presentado por cinco expertos fue deprimente y esperanzador. Deprimente porque la situación no tiene solución a corto plazo, sino a largo plazo ya que estamos pagando los impactos de décadas de improvisación, manejo no integral del recurso agua y bajas inversiones. Esperanzador porque las soluciones de corto, mediano y largo plazo existen, pero requieren que las mismas estén en manos de personas que saben y no de políticos figuretis e irresponsables. Bolivia está entre los 16 países con mayor disponibilidad de agua en el mundo, con una oferta de agua dulce estimada en 30,300 m³/habitante/año. Sin embargo, su distribución espacial y temporal no es homogénea en el territorio nacional. Existen regiones con altas precipitaciones anuales (superiores a 4,500 mm/año) y una mayor disponibilidad de agua, pero en casi la mitad del territorio nacional este recurso es escaso y existe un déficit hídrico. Por otro lado, Bolivia aún no cuenta con una política y un plan nacional de gestión de los recursos hídricos que considere la gestión del ciclo hidrológico. Pero, sin tener el plan, el Presidente ha anunciado la construcción, llave en mano, de represas en los ríos Choqueyapu e Irpavi. La situación normativa e institucional del agua es débil, incompleta y caduca. Su marco regulatorio obsoleto no ha permitido la formación de un sistema administrativo moderno y adecuado que contemple los múltiples usos sostenibles del agua, y ha causado gran debilidad de la autoridad nacional y local de aguas. Actualmente, Bolivia todavía se administra por la Ley de Dominio y Aprovechamiento de Aguas, basada en el Decreto Supremo del 8 de septiembre de 1879, que fue elevada al rango de ley el 28 de noviembre de 1906 (Fernando Urquidi-Barrau, 2013). Bolivia es hoy en más del 75% urbana y la cuestión del agua potable es demasiado seria e integral como para que esté en manos de politiqueros e improvisados. Las prestadoras del servicio de agua de América Latina gastan en servicios personales entre el 12 y 17% de su presupuesto. EPSAS gasta hasta el 52%. El promedio latinoamericano para producir 1.000 litros de agua es de cinco personas, EPSAS para lo mismo ocupa 15 personas. Como podemos ver, EPSAS es una fuente de pegas, pero no de generación de agua. En EPSAS domina una costra dirigencial que lo que menos le interesa es la gestión del agua, sino mantener sus pegas y espacios de poder. Como dice Enrique Velasco: «No hacer nada hasta que las represas perdieron el 95% de sus embalses es cuando menos incumplimiento de deberes, pero que podría estar muy cerca de impericia criminal”. Los de EPSAS se dedicaron sólo a abrir las válvulas, vaciar las represas y cobrar las tarifas para darse los festines salariales que tenían. Por otro lado, nuestras fuentes de agua, que son la lluvia y los deshieles, han sido cruelmente atacados por nuestra propia acción humana. Los desmontes de bosques naturales nos están pasando la factura. El descontrolado cultivo de la hoja de coca está matando la tierra y secando los aires. Los incontrolables chaqueos de millones de hectáreas no sólo aumentan el calor, sino que el hollín, producto de las quemazones, es arrastrado por el viento a las cordilleras andinas y se depositan ahí. El sol derrite los glaciares, pero el hollín depositado en sus faldas juega el rol de lupa que acelera del proceso de deshiele. La Paz es una ciudad de agua, pues por sus faldas se escurren más de 150 ríos y riachuelos. Miles de ojos de agua afloran por diferentes lugares de la ciudad. Sus cordilleras anidan en su seno millones de bolsones de agua congelada. Su altiplano cuenta con millones de litros enterrados bajo su superficie, pero todo este potencial no puede ser gestionado por improvisados. La Paz necesita, para salir de esta crisis, un Zar del Agua, un Aquaman andino que concentre los poderes: políticos (con capacidad de convertir a EPSAS de un sindicato en una empresa), técnicos (con capacidad de conformar un equipo de especialistas y técnicos multidisciplinarios que vea todos los aspectos del agua) y económicos (que cuente con los recursos económicos para cumplir sus funciones). Actualmente el PGE 2017 contempla sólo el 0,4% de los recursos para recursos hídricos (24 millones de bolivianos). Si no damos respuestas técnicas al tema del agua, como decían los expertos consultados, vayámonos acostumbrando a las cisternas, las improvisaciones y shows políticos, pero, con certeza, a olvidarnos de tener agua pura 24 horas al día. Es de idiotas culturales el decirnos que estamos al 100% abastecidos con cisternas. Que los paceños hacemos mal uso del agua, que somos botarates, es cierto, pero que eso nos lo diga un Ministro que, a lo largo de más de una decena de años nos ha demostrado todo, menos ahorro, mesura y buen uso de los recursos, suena a mofa. Con gabinetes políticos del agua seguiremos en la improvisación y en el negociado de las obras llave en mano. Para tener agua necesitamos un Aquaman y no un Capitán América, éste que vaya a las fronteras y allí juegue a las guerritas, pero que deje el tema del agua a los que saben, a los que conocen el tema. Así los paceños estamos entre pensar en la reelección o la solución al problema del agua.Página Siete – La Paz