Julián Román se convirtió de sicario a divo

En la piel de Juan Gabriel el actor colombiano que hace de richi en La Viuda Negra se transforma en Alberto Aguilera 

EL DEBER



Por Alicia Bress Perrogón – Fotos Jorge Franco /Cortesía De Btf Media  Y De Gente Con Talento /Internet

No había cumplido un año cuando Julián Román Reyes (39) hizo su primera aparición en televisión. Su papá, Edgardo Román, supo que en la telenovela Recordarás mi nombre necesitaban un bebé para una escena y decidió prestar a su hijo a los productores para la filmación. 

Más adelante, a sus cinco, tuvo un pequeño rol en la serie Dialogando y a los siete años hizo su primera incursión en teatro con La historia del baúl rosado, en la que actuaba su padre. A los 10 saltó al cine. Como se crió con su padre, siempre iba a los talleres de la Escuela Distrital de Teatro y del Teatro Popular de Bogotá (TPB), donde su progenitor trabajaba. Al cumplir 11 ya iba solo a sus clases de actuación.  

Luego de las aulass, en las que leía a Kafka y se ejercitaba con las obras de Chéjov y de Shakespeare, se iba al TPB, y mientras su padre dictaba los talleres, Julián se metía tras bambalinas para conocer el otro lado del teatro, las luces, sonidos y vestuario. 

En esos años de inocencia, la actuación era un juego.

Fue así como Julián se apasionó por el arte dramático hasta desarrollar, gracias a su capacidad histriónica y a su facilidad para interpretar cualquier papel, personajes muy diversos que lo han llevado a ser protagoniasta de importantes producciones de cine, teatro y televisión en Colombia. En su país ya ha sido catalogado como uno de los actores con mayor proyección.

Si hubiera prestado oídos a los comentarios de un productor que decía que los protagonistas de telenovelas no pueden ser morenos ni de baja estatura, quizá no habría logrado alcanzar sus sueños desde que era un niño. 

Él, “morenito y bajito”, rompió con ese estereotipo y en sus más de 30 años de actuación, ya tiene anotados en su haber muchos protagónicos en la televisión, otros tantos en cine y varias decenas en el teatro. 

Su excelente capacidad actoral lo ha hecho merecedor de reconocimientos en Colombia, como el Premio India Catalina, en 2003, 2010 y 2013, y el Premio Tv y Novelas, en 2006.

Julián es puro talento. De eso no cabe la menor duda. Ha encarnado a suficientes personajes tan distintos uno del otro como para demuestrar su versartilidad. Hizo personajes divertidos, como Leo Reyes en la serie Los Reyes, o el hombre noble y de mala suerte, en La bella Ceci y el imprudente, e incluso otros serios, como el temible villano, como Carlos Castaño, en Tres Caínes o el malvado sicario Richi, en La viuda negra.

Esa destreza para recrear personajes y transformarse fue lo que le valió, siendo colombiano, ser elegido entre tantos actores mexicanos, para hacer el papel de Alberto Aguilera Valadez, más conocido como Juan Gabriel o el Divo de Juárez, uno de los cantantes, baladistas y compositores aztecas más reconocidos de todos los tiempos. 

A pesar de haber obtenido muchos premios, la humildad es una de las características que se puede apreciar en la personalidad de Julián. No se “cree más que nadie” ni se “considera un referente en la actuación”. Por el contrario asegura que en su país hay “señores actores” que han dejado un buen legado en ese ámbito de la cultura.

“Yo solo hago algo para entretener a la gente, tengo una vida muy normal, alejada de las fiestas y de las cosas glamurosas del espectáculo. Hay colegas que les encanta vivir ostentando de su vida y los respeto, pero creo que esta profesión no necesita de eso. Escucho decir que hay actores que dicen que necesitan drogarse para poder actuar. Para mí esa persona no es un actor, es un drogadicto”, concluye.

Su romance con ‘Juanga’Estaba terminando de grabar La viuda negra, en Colombia, en el papel del sicario Richi, cuyo personaje fue creciendo de menos a más hasta convertirse en uno de los protagonistas, cuando recibió la noticia. Apenas terminó la serie, se fue a México. “Ser elegido para ese papel, sin ser mexicano, fue un privilegio, pero también una gran desafío que asumí con mucha responsabilidad. Fue emocionante. Cuando me presenté al casting lo hice pensando en que ni siquiera me parecía, pero cuando me produjeron y me vi en el espejo, ¡fue una locura! Al ver luego la serie terminada, me sentí realmente honrado de darle vida a Juan Gabriel”, afirma.

Conocer de cerca la historia de Alberto Aguilera lo sorprendió y lo marcó profundamente. Cuando leyó el guión no podía creer la vida tan dura que le tocó vivir al Divo de Juárez. Incluso llamó al productor para preguntar si era verdad todo lo que se contaba en los primeros cinco capítulos sobre el maltrato, el abandono, la miseria y hasta la cárcel que sufrió el cantante.

“Pensé que era parte de la ficción. Tuve que escuchar las grabaciones con el relato del propio Juan Gabriel para comprobar que esa fue su dura realidad. Para mí él fue un héroe. Su vida sirve como fuente de inspiración para todos los que han pasado por situaciones tan difíciles y que ‘perdonan pero no olvidan’. Él decidió amar y perdonar a su madre pese al abandono de ella por no ser un hijo deseado”, señala el actor, que no tuvo posibilidad de conocer al cantante. Tenía planificada una cena con él, pero la muerte alcanzó a Juan Gabriel tiempo antes.

Pero lo pudo conocer a profundidad gracias a las cinco entrevistas de varias horas que grabó la producción. Julián las escuchó todas minuciosamente para interpretar mejor al personaje. Fueron dos meses de ver videos y de escucharlo hablar. Así pudo conocer y el cambio de Juan Gabriel a Alberto y viceversa. Empezaba hablando como el divo y luego se desvanecía y aparecía Alberto, un hombre introvertido y muy sensible; tanto que no fue capaz de ver los 13 capítulos de la serie. Llegó hasta el cuarto y dijo que no podía soportar recordar ese pasado que aún le dolía, a pesar de haber perdonado.

“Cuando recordaba el abandono, la miseria y que pasaba días enteros sin comer o de sus días en la cárcel, se ponía a llorar. Lo escuchaba en la entrevista y en mis adentros decía: ‘¿Como un tipo tan frágil emocionalmente se puede convertir en un monstruo sobre el escenario que pasaba horas y horas haciendo bailar y cantar a miles de personas?’ Era algo que no entendía”, remarca el actor.

No le cortaron las alasUna frase de Juan Gabriel que le quedó grabada en la mente del actor fue: ‘Nadie te puede cortar las alas’. Y es que a Julián se las quisieron cortar. A sus 14 años, una actriz le decía que no tenía talento para ser actor y hasta le pegaba y lo escupía. Estuvo a punto de creerle y de tirar la toalla; no obstante, su padre, Edgardo, no se lo permitió. 

En otra oportunidad, cuando protagonizó Valentino, el argentino, la telenovela que lo acercó al infierno porque fue un fracaso y apenas duró tres días al aire en Colombia, la prensa lo apabulló. Se lo tomó tan a pecho que se deprimió. Lo superó y se levantó. 

Meses después quienes lo habían criticado tanto, estaban alabando su trabajo en Las muñecas de la mafia, rol con el que el público lo detestó. Ahora, siete años después, se metió a los espectadores al bolsillo recreando la vida del Divo de Juárez.

Su último proyecto televisivo fue en la serie El comandante, basada en la vida del expresidente de Venezuela, en el que Julián personifica a Carlos Uzcátegui, uno de los mejores amigos de Hugo Chávez y que fue estrenada en Colombia en mayo pasado.En los últimos meses paró un poco con la actuación para dedicarse a su labor como secretario de Comunicaciones de la Asociación Colombiana de Actores, que trabaja en el proyecto de ley para que los actores sean reconocido como trabajadores por el Estado colombiano.

Un chico tímido Gracias a Dios, dice Julián, no ha tenido que perdonar nada en su vida, porque no ha vivido grandes traumas o tragedias, salvo la separación de sus padres. Si bien él y su hermana Liliana se criaron en casa de su abuelo paterno, junto con su padre, a quien califica como su maestro, amigo y cable a tierra, su madre, María Eugenia Rey, siempre estuvo presente en su crianza y los acompañó y apoyó en todos sus emprendimientos. 

Recuerda que su infancia fue feliz en un pueblo llamado Fontibón, que luego se convirtió en un barrio de Bogotá, en la casa grande de sus abuelos, José Amador Román y Ana Julia Cruz, donde también vivía el hermano de su padre con toda su familia.

“Crecí en una familia grande con mis abuelos, tíos y primos. tengo los recuerdos más lindos de mi niñez, porque era un pueblo con fincas y humedales donde nos íbamos a cazar sapos, hacíamos volar cometas y jugábamos fútbol. Estudié en el mismo colegio todo mi bachillerato y tengo amigos entrañables hasta ahora. No tengo muchos recuerdos dolorosos, ni siquiera de la separación de mis padres, porque sucedió cuando yo apenas tenía un año y como mi madre era muy joven y no tenía trabajo, mi papá se quedó con la tutela. No te miento, fui feliz…”, bromea utilizaondo una frase de Juan gabriel en la canción Hasta que te conocí.

El teatro lo liberó¿Alguna vez fue el chico rebelde? Jamás, dice. Su abuelo militar era y tan rígido que no le daba opción a portarse mal. Era tan tímido y muy correcto, recuerda, que no hablaba ni preguntaba nada a sus profesores. “Creo que al igual que a Juan Gabriel la música lo salvó de convertirse en un drogadicto o en un delincuente, a mí el teatro me liberó de todos mis temores e inseguridades. Gracias al arte empecé a cambiar esa forma cuadriculada y temerosa con la que crecí. Yo era un niño nervioso e introvertido. Eso fue algo que me hizo sufrir en el colegio, pero que hoy agradezco. Mis primos eran los que se robaban las fresas. Yo no era capaz, me daba miedo y por eso a veces me tomaban por bobo”, rememora el multifacético actor.A sus 16 años hizo el papel en El hijo de Nadia y le llegó su primer sueldo. ¡Casi enloquece! Su padre se lo edividía en una buena cantidad para cada semana y para él era mucha plata. Invitaba de todo a sus compañeros en el colegio e incluso hicieron una obra. Él puso el vestuario completo.Cuando terminó el colegio entró a estudiar Comunicación Social a la Universidad Javeriana. El primer día de clases lo llamaron para hacer la novela Guajira y se tuvo que ir, valga la redundancia, a los cerros de La Guajira. No volvió a la universidad.

Solo, por ahoraAunque ha sido un galán que ha tenido varios romances con reconocidas actrices y modelos, ahora está solo. Hace unos meses terminó su relación con Ana Serradilla, la actriz que da vida a La viuda negra y con quien tuvo un romance en la serie, que dos años después se dio en la vida real y duró un buen tiempo.

Como en su momento se especuló que él tuvo una relación con Ana, cuando ella aún estaba casada, es tajante al afirmar que eso no fue así. Ellos comenzaron a enamorar casi dos años después de grabar la serie y cuando se volvieron a encontrar en Colombia ella ya estaba separada.“Tuvimos una relación muy bonita mientras duró, pero a veces hay desencuentros que hacen que se acabe el amor. Ahora estoy solo. Aunque suene trillado y un poco ‘workaholic’, mi trabajo en el sindicato no me deja tiempo para el amor. Si tuviera pareja, se aburriría porque no tengo ni siquiera fines de semana libres”, afirma.¿Sufrió por amor? Por supuesto, responde. Siempre en la vida de una persona hay desengaños amorosos y eso produce dolor. Agrega que por más que la relación termine de una forma civilizada generalmente deja una sensación horrible. Eso es parte de la vida, porque considera que nadie le pertenece a nadie.¿La mujer ideal? No existe, lo ideal es cuando se hace clic con alguien, por lo que tampoco tiene un prototipo de mujer. Tuvo novias diferentes, rubias, morenas, cristianas, ateas, altas, bajitas, flacas y rellenitas. A sus casi 40 años no ha pensado en sentar cabeza ni en formar un hogar, porque considera que la felicidad no está en tener o no pareja, sino en uno mismo.“¿Ser papá? Noooo… ¡Qué susto, para qué! Uno cree que la realización personal es estar casado y tener hijos. Peleo con eso, porque la felicidad está en uno mismo. Si uno no es feliz, ¿cómo va a hacer feliz a otra persona. Tengo muchas cosas por aprender de mi felicidad. Si llega alguien a mi vida, bienvenida. No es una necesidad, ni me quita el sueño ser padre. Ya tengo dos sobrinos y con ellos me siento feliz. Por ahora prefiero ser el tío alcahuete”, asevera. 

Alejado de la rumbaLa mejor lección que recibió de su padre es el respeto por su carrera. De don Edgardo aprendió que no debía llegar tarde ni trasnochado y con sus guiones bien aprendidos a los ensayos o a las grabaciones. “La fama dura, lo que dura una serie o un reality al aire o un youtuber mientras está de moda. Si la persona se deja influenciar por cosas que no son reales, se vuelve más importante la alfombra roja y deja de lado la profesión”, remarca. Por eso dejó de rumbear y se alejó de las fiestas hace más de  20 años. Se volvió más hogareño y disfruta mucho de estar en su casa de mirar películas o leerun buen libro, pero sobre todo, de salir todos los días a las 4:00 a pedalear. El ciclismo es su hobbie y su gran pasión. La bicicleta se convirtió en su terapia. Como nunca aprendió a meditar, salir a montar se convirtió en su forma de meditación. Todos los días sale a pedalear, salvo cuando llueve. Solo así cambia su rutina y se queda en su casa, donde tiene un simulador de bicicleta. “Amo montar. Me arregla el día. Es algo que no puede faltar en mi rutina. Otro deporte que me fascina es el paracaidismo, que también practico. Creo que es lo más loco que he hecho en mi vida. Cuando estoy en tierra firme digo que no lo vuelvo a hacer, pero una hora después estoy arriba del avión y listo para saltar de nuevo”, cuenta.

¿Nuevos proyectos?¿Qué más viene para su vida profesional? Por ahora descansa de las grabaciones. Mientras analiza algunas propuestas para retomar la actuación, solo está abocado a trabajar en el proyecto de la Ley del actor. ¿Escribir, producir o dirigir? Eso de querer abarcar varios roles al mismo tiempo no va con él. “Ser presentador, cantante, bailarín, escritor, pintor y actor, no va conmigo. ¡Yo simplemente soy un recreador de personajes!” .

Fuente: eldeber.com.bo