¿Baño de masas o burda autocomplacencia?

Arturo Yañez 

Convendrán conmigo que para cualquier político, peor si es populista hasta el tuétano, darse un baño de masas le cae muy pero muy bien, llevándole a un estado prácticamente, orgásmico. Es lo que le acaba de suceder al Presi y Cía, que montados en la cresta de la ola del vergonzoso fallo de sus MASistrados que bendijeron su relección sine die, acaban de autoproclamarse, otra vez, como candidato eterno a la presidencia, para la que –según él- esta predeterminado por algunos dioses del Olimpo.

Sin embargo, a la vista de las circunstancias sumamente evidentes, fuera muy pero muy jodido, en un acto de masturbación política, creerse su propia mentira y, hasta pretender hacernos creer a los mortales (pensantes), que todos los que aplaudieron como focas los discursos, asistieron libre y voluntariamente al baño de masas y, especialmente, que su presencia y “entusiasmo” fueron, auténticas, esto es que, constituyen apoyo a su régimen que delira con perpetuarse en el poder, for ever.



Lo evidente es que más allá de la cantidad de personas que hayan asistido e incluso, de los que hayan sido vilmente arreados sólo para conservar sus pegas, por la cobarde y abusiva actuación de comisarios partidarios (jefes de personal, encargados de RRHH y demás especímenes), la apresurada proclamación resume y describe acertadamente en lo que se ha convertido el gobierno, degradado en un burdo régimen, totalitario por todos sus flancos.

Piensen, sin el menor animo de exhaustividad, por ejemplo en que la actual gestión presidencial es, ya de por sí, ilegal e inconstitucional, pues vulnera su propia CPE y se la impuso indebidamente, precisamente por obra de los mismos sujetos que acaban de reincidir en bendecir su nueva candidatura. El uso y abuso de los recursos públicos para la realización de la reciente proclamación, constituye otro insulto a cualesquier entendimiento, hasta limitado, de corrupción (uso de recursos públicos con fines particulares). El abuso de poder que el régimen ha infringido a sus funcionarios públicos, atropellando su elemental derecho humano a la dignidad, reduciéndolos a meros objetos a ser acarreados para proclamar –con sus propios recursos particulares y con los nuestros, que son públicos- confirma el real grado de respeto que el stablishment masista otorga a quienes, supuestamente, les apoyan.

Por supuesto además, que esa cantidad de personas, hayan sido las que sean y hayan asistido voluntaria o forzadamente, vayan en contra de los resultados vinculantes del referéndum del 21F que ya le dijo NO a su delirio totalitario, muestra también que aquella fórmula populachera de gobernar obedeciendo al pueblo, sólo vale cuando coincide con la voluntad y, fundamentalmente, enfermiza ambición del caudillo para atornillarse al trono y se desecha, hasta con la complicidad de los “Tribunales”, cuando acaece lo contrario. Ni que decir respecto de la seguramente, primera obligación de cualesquier gobierno, que raya la diferencia para convertirse en un régimen (en términos despectivos), en sentido de cumplir las leyes que el estado se ha dotado. En suma, la proclamación realizada en esas circunstancias, constituye el apogeo de la “doctrina morales”, del meterle no más, por muy ilegal que sea.

Empero, cuidado, el avanzado hybris, arrogancia extrema o embriaguez de poder que el Presidente y sus adictos padecen, creyéndose hasta su propia mentira de popularidad y apoyo masivo, constituye sólo un acto de masturbación política fríamente urdido para auto complacerse en sus delirios totalitarios supuestamente apoyados por el pueblo y, dista mucho de un genuino baño de masas, pues pese a todo, en el 21F o hasta el 3D: el soberano ya ha tomado una decisión radicalmente diferente que ni una muchedumbre o un puñado de venales “jueces” puede superar, por lo que la obsecuencia para desconocer arteramente esa decisión, sólo confirma la esencia dictatorial del régimen.    “En América Latina, la figura del dictador tradicional ha sido reemplazada por la realidad del presidente democráticamente elegido que no soporta la idea de dejar de serlo”. Martín CAPARRÓS