La verdadera ‘Lolita’ por fin es la protagonista de su historia


Dos libros profundizan en el caso que sacudió EE UU hace 70 años y sirvió de inspiración a Vladimir Nabokov para su polémica novela.

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Pocas novelas como Lolita, de Vladimir Nabokov, han sido objeto de tantas interpretaciones y estudios. En el proceloso relato de la obsesión que un profesor universitario desarrolla por una niña de 12 años algunos vieron una metáfora de la fascinación que ejercía Norteamérica sobre la vieja Europa; otros una de las más inspiradas obras sobre el poder del lenguaje y su capacidad para proyectar hasta las más oscuras fantasías; y muchos una historia de perversión sexual que hoy en día resultaría intolerable celebrar a pesar de lo que de hazaña literaria supuso.

Desde que se publicara en 1955, la discusión alrededor de la novela ha girado habitualmente sobre su contenido pedófilo. También en torno a la postura que Nabokov adopta respecto a la figura de Humbert Humbert, presentado como personaje trágico arrastrado por una serie de circunstancias más fuertes que su propia voluntad. Sin embargo, pocas veces se ha reparado en lo más obvio: Lolita no es la protagonista de Lolita. Si alguien queda a merced de la ficción, conducida y sin capacidad para articular un discurso propio es ella, esa preadolescente de comportamiento arbitrario y errático que aparece y sale sin que pueda hacer nada al respecto. Es más, la Lolita de Nabokov –como también la de Stanley Kubrick– se vulgariza cuando se aleja de Humbert y muere cuando va a ser madre, como si no le estuviera permitido dejar de ser una ninfa.



Dos libros han coincidido en el tiempo para reparar esa injusticia histórica y profundizar en la figura de Florence Sally Horner, la niña que inspiró Lolita. En 1948, con tan sólo 11 años, fue engañada y secuestrada por Frank LaSalle, un mecánico de 50 que se hizo pasar inicialmente por un agente del FBI para ganarse su confianza. Tras 21 meses de cautiverio, Sally, a la que LaSalle convenció a raíz de un pequeño hurto de que tenía que colaborar como informadora, obligó a mentir a su madre para fugarse y viajar por todo el país, de Nueva Jersey a California, y forzó sexualmente, consiguió escaparse. Fue entonces cuando los medios de EE UU dieron amplia cobertura a su historia.Nabokov, que ya llevaba una década trabajando en la relación que sustanciaba la novela, siguió con atención el caso. Entre sus documentos personales se encontró un recorte de prensa sobre el periplo de LaSalle. Incluso se sabe que se planteó que en un momento dado de Lolita Humbert Humber leyera la noticia del secuestro. Descartó la idea, pero acabó apareciendo una mención directa al caso: «¿Quizá había hecho a Dolly, tal vez, lo que Frank LaSalle, un mecánico de 50 años, le había hecho a Sally Horner, de 11 años, en 1948?».

Los parecidos entre Sally y Lolita eran tantos que Nabokov tuvo que enfrentarse a esa cuestión en numerosas ocasiones. “Nació en mi propia mente. Nunca existió”, afirmó a la BBC en 1962. “Mientras escribía el libro, aparecían en los periódicos todo tipo de relatos sobre caballeros entrados en años que perseguían a niñas pequeñas. Fue una coincidencia interesante, pero nada más”. Argumentó tras posteriores acusaciones de haber novelizado la historia de Horner y LaSalle que había estudiado más casos similares. Lo cierto es que este fue del único que se le encontró documentación y que acabó siendo referido en las páginas de su Lolita. El viaje que realizaron ambas parejas, la pena de cárcel que se impuso a LaSalle y Humbert, el físico casi idéntico de Sally y Lolita… Es más rápido señalar las diferencias que las similitudes entre la realidad y la ficción.

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A partir de un artículo que publicó en 2014 , Sarah Weinman, una escritora especializada en sucesos e historia criminal, ha publicado este mes The Real Lolita, en el que se cuenta de forma detallada el caso de Florence Sally Horner, el primero que se preocupa por poner en contexto su figura y mostrar los paralelismos más que evidentes entre ella y el personaje de ficción. Fruto de una investigación minuciosa, habló con familiares de Horner, así como un vecino que resultó fundamental en el rescate de la niña. También aporta nuevas pruebas de que Nabokov hizo algo más que seguir con curiosidad esta historia».

Uno de los aspectos que más llama la atención a Weinman es la falta de empatía por parte del escritor respecto a Horner. Lo hace recuperando una declaración de su esposa, Vera Nabokov, en la que se muestra preocupada por la forma en la que se está recibiendo el libro. «Ojalá alguien se diera cuenta de la descripción tan entrañable que se hace sobre la indefensión de la niña, su patética dependencia del monstruoso HH, y su enternecedor coraje».

Weinman sostiene que si ningún crítico puso el acento sobre las emociones de Lolita es porque, simplemente, ni Nabokov ni Humbert parecían tenerlas en cuenta. Ebrio de su genio literario el primero y cegado por su obsesión el segundo, no tenían ninguna pretensión de humanizarla, según la tesis de la autora.

Aunque desde la ficcionalización, T. Greenwood también aborda en Rust & Stardust la biografía de Florence Sally Horner, un libro que ha coincidido en el tiempo con The Real Lolita y que constata la necesidad de ofrecer un nuevo marco al personaje acorde con las demandas del #MeToo. La autora se toma muchas libertades, añadiendo de su cosecha personajes y hechos, como ella misma reconoce, pero en este caso particular resulta menos relevante que el que alguien se haya tomado la molestia de querer contar –o imaginar– la historia de alguien que había sido hasta ahora oscuro objeto de deseo y protagonista pasiva de las perversiones de dos hombres de mediana edad. Sally, que como la Lolita de la novela falleció prematuramente a los 15 años, sólo dos después de su liberación, en un accidente de tráfico, ha encontrado más de medio siglo después su resarcimiento literario. Han sido curiosamente dos mujeres las que han tenido que venir a hacerlo.

Fuente: www.revistavanityfair.es