2020, el año de la resiliencia

Fuente: enpositivo.com

El adelantar el escenario que luego nos ha tocado vivir durante este año hubiera sido calificado poco menos que distopía orwelliana. El hacer de las mascarillas un accesorio habitual, confinar a la población durante semanas por la extensión de los contagios o respetar la distancia social…son tantas las medidas que la ciudadanía ha tenido que incorporar en su vida cotidiana.



Casi sin tiempo de adaptación, el mundo parece que ha cambiado de la noche a la mañana mientras la pandemia sacudía nuestras vidas con virulencia.

70 millones de contagiados a nivel mundial y más de un millón y medio de fallecidos. Pero también más de 40 millones de curados como dato para la esperanza.

En los más duros momentos, cuando muchos gobiernos se movían en la incertidumbre de lo desconocido y se tomaron medidas drásticas de confinamiento, emergía un himno ya conocido llamado “Resistiré” que tuvo su réplica en muchos países.

La resistencia se basa en la fuerza personal para mostrarse más firmes e inflexibles ante las circunstancias de la vida e imponernos a ellas con decisión y consistencia.

Hace más de 2000 años los filósofos estoicos lo entendieron así cuando hicieron de la resistencia una doctrina como una forma de sobreponerse a las atroces adversidades.

El interés primero del estoico es resguardarse él mismo en su interior; desligado de las cosas externas, resiste, solo, el momento crítico.

Una filosofía similar también compartida desde su visión por los samuráis japoneses para ser fuertes frente al dolor “La disciplina de la fortaleza, que por un lado inculca la resistencia sin queja, y por otro enseña la cortesía, exigiéndonos no estropear el placer o la serenidad de otros mediante la expresión de nuestra propia tristeza o dolor” diría el escritor Inazo Nitobe nacido en un clan de samuráis.

Sin embargo, en esta pandemia más que la lucha o resistencia frente a una situación externa, la ciudadanía ha tenido que trascender estos sentimientos de rechazo que el coronavirus y sus efectos ha provocado.

En una estrategia diferente hemos tenido que evolucionar como personas resilientes y hacer acopio de flexibilidad sobre un contexto sobrevenido y así fluir sin ahogarnos en un caos de emociones.

Como bien define la RAE la resiliencia es “la capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos”. Como el enfermo terminal que no tiene más remedio que reconciliarse con el fin de sus días, frente a la pandemia los ciudadanos hemos tenido que abrazar la situación de dificultad y hacerla propia.

Y muchas veces quedarse en casa y evitar riesgos de contagio ha sido la única alternativa para que las camas de la UCI fueran poco a poco desalojadas mientras los sanitarios permanecían en primera línea de batalla.

El 2020 es sin duda el año de la resiliencia porque todos sin excepción hemos tenido que hacer este ejercicio que subyace en la compasión y aceptación, pese a todo del entorno.

Ser resiliente no significa ser ajeno al estrés, agitación emocional y sufrimiento que nos ha causado y causa esta pandemia. Significa que podemos transformar esos sentimientos en una experiencia de aprendizaje positiva.

Quienes no tuvieron esta cualidad innata, han tenido que aprenderla a marchas forzadas. Lo cual en su lado positivo ha sido una oportunidad para el desarrollo personal de unas lecciones que nos acompañaran para toda la vida.

En este sentido el 2020 ha supuesto un doctorado para descubrir en nosotros potencialidades que creíamos muchas veces imposibles.